EFE
Unos 14 años después de iniciar sus primeros contactos para abrir un parque temático en China, Disney abrirá mañana, tras sucesivos retrasos y casi media década de construcción, el que finalmente se llamará Complejo Disney Shanghái.
Será el séptimo y el más pequeño de los parques que la compañía tiene en todo el mundo, aunque en esta ocasión no estará totalmente bajo su control, ya que Disney tuvo que aceptar crearlo mediante una empresa mixta controlada al 57 por ciento por Shengdi, un conglomerado de empresas estatales del Gobierno de Shanghái.
De hecho, el parque se pliega en muchos aspectos a costumbres chinas: casi toda la comida que se sirve en el parque es de estilo oriental, hay zonas temáticas inspiradas en el imaginario cultural chino, y uno de sus dos hoteles (ambientado en la película "Toy Story") tiene forma de ocho, cifra de buen augurio en el país.
"Queríamos construir algo que fuera auténticamente de Disney, pero distintivamente chino", dijo hoy a medios locales el presidente ejecutivo de la compañía, Bob Iger, que ve a este parque, que tendrá el castillo de la marca más alto del planeta, "más como el Disney de China que como el Disney en China".
Sea como sea, la compañía parece haber cedido a varias exigencias de las autoridades para sacar su proyecto adelante: el propio Iger tuvo que comerse sus palabras de 2005, cuando al abrir Disneyland Hong Kong aseguró que, para entrar en el gigante asiático, debería concedérsele tener un canal de televisión temático en el país.
En China, los medios están controlados por el Estado y el control parece haber calado hasta la gestión de todo lo relacionado con el proyecto, dadas las dificultades casi surrealistas que han tenido numerosos medios extranjeros para cubrir la apertura del parque o de su primera tienda Disney en el país, la mayor de la marca en todo el mundo, en mayo de 2015.
El desconcierto entre muchos corresponsales extranjeros de Shanghái en torno al proyecto ha sido constante en los últimos meses, con increíbles dificultades incluso para contactar con Disney en China.
La sorprendente opacidad de la compañía quedó patente cuando, en una rueda de prensa organizada por el Gobierno de Shanghái, el responsable de Disney en la ciudad contestó a la pregunta de cuántas entradas se habían vendido hasta entonces respondiendo: "muchas".
Tras años de negociaciones que estuvieron a punto de fracasar varias veces, Pekín dio visto bueno al proyecto en 2009 y se empezó a construir en 2011, por lo que la fecha de apertura prevista fue retrasándose en los años sucesivos, desde 2012 hasta que se ha producido en 2016.
Para construir el parque fue necesaria la reubicación forzosa de más de 2.000 familias de cuatro poblaciones, así como de 297 empresas y de más de 1.200 tumbas de un cementerio local, que tuvieron que ser trasladadas en 2011 con una compensación económica para las familias de 300 yuanes por cadáver (40 dólares entonces).
A eso se sumó en septiembre pasado el cierre adicional de 153 empresas contaminantes cercanas.
Lo que se abre mañana es una primera fase de 1,16 kilómetros cuadrados de parque y 2,74 de aparcamientos y zonas de hostelería, pero hay otros 3 kilómetros cuadrados ya despejados para ampliar más adelante el recinto, que ha costado hasta ahora unos 5.500 millones de dólares.
Coincidiendo con la apertura, la ONG China Labor Watch publicó un informe de investigadores infiltrados que denuncia condiciones de trabajo decimonónicas en varias fábricas de productos y juguetes oficiales de Disney en este país, con horarios sin pausa de 11 horas seguidas, pagas de 1,3 dólares por hora e higiene inadecuada.
2016-06-15