La megafiesta de Lamine Yamal por sus 18 años en una masía de Sitges (Barcelona) sigue generando controversia, con críticas por contratar personas con enanismo como animadores y asistencia de 200 invitados, incluidas estrellas del deporte y espectáculo. El jugador, recién nombrado heredero del dorsal '10' de Messi tras renovar con el Barça hasta 2031, enfrenta acusaciones de falta de ética que podrían derivar en acciones legales, desatando un debate nacional sobre los límites de las celebraciones de famosos.
Mounir Nasraoui, padre del jugador, arremetió contra los detractores: "La gente se va a morir de envidia. Mi hijo es ejemplo para muchos niños. ¡Tiene que disfrutar!". En declaraciones explosivas, desafió el criterio ajeno: "Si hubiese hecho algo malo, yo le tiraría de las orejas. Si no, que lo denuncien en la comisaría", reafirmando su rol como primer fiscal de la conducta del astro. Esta defensa férrea evidencia la tensión entre la vida privada del futbolista y su imagen pública.
¿Un heredero de polémicas?
El propio Lamine zanjó la polémica al firmar su renovación: "Cuando estoy fuera de la Ciudad Deportiva, disfruto de mi vida, y ya está". El goleador, imperturbable ante el ruido mediático, añadió: "Tanto la crítica como el elogio, si no vienen de familia o amigos, me son indiferentes. Ahora estoy centrado en el fútbol", reafirmando su enfoque en el campo tras heredar el número mítico que vistió Messi.
Mientras Nasraoui insiste en que su hijo "nunca recibirá lecciones morales de hipócritas", la sociedad española divide aguas: algunos aplauden su derecho a celebrar, otros cuestionan el gasto millonario y supuesta frivolidad. Con el dorsal 10 en sus espaldas y su megafiesta como telón de fondo, Yamal demuestra que su revolución va más allá del campo: es la encarnación del futbolista nuevo que desdibuja fronteras entre gloria deportiva y polémica social.
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