Miles de personas marcharon el domingo por las calles de Santiago de Chile para recordar a sus muertos y desaparecidos a 50 años del golpe.
Con miles de fotos alzadas al cielo gris de compatriotas y familiares asesinados o detenidos desaparecidos en la manifestación anual en memoria del golpe de Estado del general Augusto Pinochet contra el Gobierno democrático del socialista Salvador Allende, del que este 11 de septiembre se cumplen 50 años.
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A la cabeza de la marcha, entre canciones de Victor Jara y otros himnos de la izquierda, el propio presidente de la República, Gabriel Boric, junto a miembros de su Gobierno, como la portavoz Camila Vallejo, dirigentes del Partido Comunista de Chile, líderes de las asociaciones de víctimas y detenidos desaparecidos y personalidades de relevancia como el juez español Baltasar Garzón, el hombre que logró la detención del dictador.
El momento más emotivo se produjo al paso por Morandé 80, la mítica puerta del Palacio de la Moneda por la que salió hace medio siglo el cadáver del presidente Allende tras la cruenta batalla con las fuerzas golpistas, y por la que nunca había pasado la marcha desde que se retomaran las protestas en democracia.
Fue en ese momento en el que un Boric emocionado se sumó a la ristra de alegres y conmovidos manifestantes que se dirigían hacia el lejano cementerio de Recoleta entre gritos de "Salvador Allende, presente" o "Detenidos desaparecidos presentes".
Emoción y recuerdo
"Hoy los familiares de los detenidos desaparecidos, torturados y ejecutados políticos por la Dictadura participaron en una marcha en que después de mucho tiempo se autorizó el paso por Morandé 80", dijo Boric a través de las redes sociales.
"Participé orgulloso con ellos porque estoy convencido que gracias a su lucha incansable por verdad y justicia es que hoy nosotros estamos aquí. Les debemos mucho como país aún y ese es el sentido profundo del Plan Nacional de Búsqueda", presentado el pasado 30 de agosto y considerado uno de los mayores hitos de su complicada administración.
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El mandatario expresó su deseo de hacer de este 50 aniversario un acto de reconciliación y unión del pueblo chileno, impulsando incluso una declaración conjunta de todas las fuerzas políticas, pero tanto la derecha como la ultraderecha optaron por desmarcarse e incluso coincidirán en boicotear el acto que se celebrará mañana en La Moneda y al que asistirán líderes mundiales, comno el presidente mexicano Antonio Manuel López Obrador.
La celebración ha vuelto a dividir un país donde en los últimos meses has crecido el negacionismo y la cifra de personas, publicas y privadas, que no solo justifican el golpe militar si no que creen que salvó a Chile del comunismo y que las brutales represalias de la dictadura fueron un mal necesario.
Disturbios no empañaron la celebración
Como todos los años, la marcha concluyó con grupos aislados de jóvenes radicales vestidos de negro que se enfrentaron a antisdisturbios de carabineros tanto en el interior como en el exterior del cementerio, donde penetraron los camiones con agua a presión y los blindados con gas lacrimógeno a los que hicieron frente con pequeñas barricadas, piedras, palos, material urbano arrancado y cocteles Molotov, sin que se lamentaran heridos.
Fuerzas de Seguridad confirmaron a Efe que se detuvo a una docena de personas, entre ellas grupos de vándalos que aprovecharon la celebración para saltar carnicerías y otros comercios.
El ataque más extraño se produjo en el propio Palacio de La Moneda, donde un grupo de encapuchados del que se desconoce hasta el momento su adscripción política e ideológica, rompieron la valla los vidrios que rodea la parte frontal de la sede del Gobierno y trataron de escalar por las paredes e incluso entrar en el centro cultural.
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La acción obligó a intervenir a los carabineros, que tuvieron que frenar la marcha y partirla en dos al poco de comenzar la misma.
Recuerdo emocionado
Ya en el interior del cementerio, se produjo la tradicional ofrenda de flotes frente al muro de los detenidos desaparecidos, donde se colocó un cartel con los rostros de algunos de ellos, y se decoró su base con claveles rojos y velas en una ceremonia íntima solo rota por los gritos de "Allende, presente" y "desaparecidos presentes".
"A mi papa lo mataron, lo hicieron desaparecer. Yo no quiero que esto ocurra más, no quiero que mi hijo tenga algún día que pasar por el infierno que nosotros pasamos", explicó a Efe Marcela, hija de un antiguo dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, uno de los partidos represaliados con más saña.
"Es una cuestión de humanidad. Los que torturaron y mataron no eran humanos, eran bestias. Pero son iguales los que ahora, con tantas pruebas y tanto dolor, siguen negando, o justificando lo que pasó. O quienes dicen que fue un mal necesario. Son inhumanos", agregó Marcela, para quien la esperanza de cada 11 de septiembre no aventa la tristeza de una vida incompleta.
Con información de EFE.
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