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Cuando cientos de hinchas del club de fútbol Verona gritaron “Adolf Hitler es mi amigo” y entonaron cánticos alusivos al uso de la esvástica por parte de algunos fanáticos, la comunidad judía italiana se quejó.
Las autoridades locales inicialmente no dieron importancia al incidente, que fue filmado y difundido por las redes sociales por los mismos hinchas “ultra” del club, describiéndolo como una “broma”. La condena llegó varios meses después, luego de que circulase otro video en el cual los hinchas profanaban objetos cristianos.
“Estos episodios no deben ser ignorados”, afirmó Bruno Carmi, líder de la pequeña comunidad judía de Verona, de unas 100 personas. Hablaba en una sinagoga, donde había dos patrullas policiales. “En mi opinión, cualquier que dibuja una esvástica en una pared sabe lo que representa”.
Las expresiones racistas y antisemitas en Italia son cada vez más osadas y violentas. Y la retórica anti-inmigrante está desempeñando un papel sin precedentes en la campaña política con miras a las elecciones nacionales del 4 de marzo.
Los delitos motivados por la intolerancia racial o religiosa se multiplicaron 10 veces en cinco años, desde los 71 del 2012 hasta los 803 del 2016, según estadísticas de la policía. Esos cinco años coinciden con la llegada de numerosos inmigrantes.
El último incidente violento se produjo el 3 de febrero, cuando un extremista de extrema derecha hirió de bala a seis inmigrantes africanos en la pequeña ciudad de Macerata. La policía dice que el sospechoso afirma que actuó en represalia tras la detención de un nigeriano que se sospecha mató y descuartizó a un adolescente de 18 años cuyos restos habían sido encontrados tres días antes. La acción generó una condena generalizada, pero no universal.
El ataque tuvo un tinte político. El presunto atacante, Luca Traini, se postuló el año pasado sin éxito a un cargo público por la Liga del Norte, de derecha y opuesta a la inmigración, y previamente había coqueteado con movimientos neofascistas más extremos. La policía encontró propaganda nazi y de supremacistas blancos en su habitación.
La noche previa al ataque, el líder de la Liga, Matteo Salvini, había hablado del asesinato del adolescente durante un acto en Verona y se había comprometido a deportar 150.000 inmigrantes de ser elegido.
El ex primer ministro Silvio Berlusconi, que pelea con Salvini por el liderazgo de una coalición de centro-derecha, agregó leña al fuego después del episodio al decir que en Italia había 600.000 inmigrantes sin permiso de residencia y describirlos como una “bomba social lista para explotar porque están listos para cometer delitos”. También amenazó con deportar a muchos.
“Los hechos de Macerata en cierta manera muestran que en los últimos años ha habido un proceso de legitimación cultural, social y política del racismo que está causando enorme daño”, expresó Graziai Naletto, presidenta de Lunaria, un organismo no gubernamental de Roma que recoge datos de incidentes racistas en Italia.
Lunaria tiene 84 casos de violencia racista contra individuos en los últimos tres años, incluidos 11 asesinatos.
Un informe del parlamento italiano del año pasado indicó que el 40% de los italianos creen que otras religiones plantean una amenaza, sobre todo la musulmana. Señaló asimismo que uno de cada cinco italianos tiene tendencias antisemitas. Una consulta de la empresa IPSOS MORI reveló que Italia es el país menos informado del mundo acerca de la inmigración y que la mayor parte de la gente cree que hay tres veces más inmigrantes viviendo en Italia que lo que realmente hay.
Los expertos dan varias razones para la expansión de expresiones extremistas y racistas que hasta ahora habían sido muy tenues. Habla de una comprensión superficial de la historia y de una economía que sobrelleva una prolongada crisis que marginó a muchos trabajadores e impide la entrada de numerosos jóvenes a la fuerza laboral.
A esto se suma la llegada de olas de migrantes a través del Mediterráneo: 120.000 el año pasado y 180.000 el año previo.
Da la impresión de que a los italianos les cuesta aceptar que son hoy una sociedad multicultural a pesar de que el 9% de la población es extranjera y de que el papa Francisco insiste en que hay que abrirle los brazos de los inmigrantes. “Alguna gente se niega a escuchar ese mensaje”, manifestó el reverendo Giuseppe Mirandola, director de la oficina de inmigración de la diócesis de Verona. “En otras palabras, todavía tenemos problemas con el color de la piel”.
Alessandro Minozzi, concejal de la localidad de Bolvone, sostuvo que los inmigrantes de la zona representan una amenaza. “Uno no puede estar tranquilo en la calle si hay 100 de estas personas que no saben qué hacer durante el día”.
En la campiña alrededor de Verona todavía se ven inscripciones de las frases más famosas de Benito Mussolini en las paredes de los edificios, algunas de las cuales parecen pintadas bastante recientes. Y abundan las fotos del “Duce” en los mercados callejeros y los calendarios nuevos con su imagen.
2018-02-09