Gabriel Sánchez habla de los antiguos empleos de las mujeres que ahora trabajan en su burdel vendiendo sus cuerpos por $25 la hora.
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“Aquí tenemos muchas maestras, algunas doctoras, un montón de mujeres profesionales y hasta una ingeniera de petróleo (…) Y todas vinieron de Venezuela" dijo.
A medida que la economía de Venezuela continúa empeorando en medio de la grave escasez de alimentos y otros productos básicos, la hiperinflación y las sanciones norteamericanas, cada vez más olas de refugiados económicos escapan del país. Los que tienen algún medio para lograrlo, llegan a lugares como Miami, Santiago y Panamá.
Un reciente estudio indicó que hasta 350,000 venezolanos han entrado en Colombia en los últimos seis años. Dayana, de 30 años, manifestó que antes era administradora de una planta de procesamiento de alimentos ubicada en las afueras de Caracas.
La joven dice que en una buena noche puede ganar el equivalente de $50 a $100 dólares, vendiendo sus servicios durante 20 minutos cada vez.
“Obviamente la prostitución no es un buen empleo”, dijo. “Pero estoy agradecida de haberlo encontrado, porque me permite comprar comida y mantener a mi familia”.
La prostitución es legal en Colombia, y hasta las localidades más pequeñas tienen distritos de luz roja donde las autoridades se hacen de la vista gorda. De modo que, mientras las autoridades de inmigración no paraban de perseguir y acosar a las venezolanas que vendían baratijas y pedían dinero en la plaza central de Arauca, las mujeres que frecuentan la zona de burdeles dicen que rara vez se ven atormentadas por la policía.
Marili, una ex maestra de 47 años, dijo que hace tiempo que le daba vergüenza admitir que era prostituta, pero ahora da gracias por tener un empleo que le permita comprar las medicinas para la hipertensión que necesita su madre en Caracas.
“Somos mujeres que trabajamos para mantener a nuestras familias”, dijo. “Me niego a criticar a nadie, incluyéndome a mí misma. Todas tenemos que trabajar”.
2017-09-25