EFE
Las precarias condiciones de vida de las poblaciones chabolistas de Kampala, de las que en 2010 fueron testigos Benoît Briand y Magali Bouidèn, un matrimonio de París, les impulsó a crear una asociación que en el último año ha procurado alimento y escolarización a 120 menores de la zona.
El recuerdo fresco ("y doloroso") del viaje, unido al movimiento solidario que, en 2011, se gestaba en los arrabales de la capital de Uganda, terminó de convencer a la pareja, que poco después de regresar a Francia alumbraba "Les écoliers de Kampala" (Los estudiantes de Kampala).
"‘Les écoliers’ nace como respuesta al deseo de institucionalizar nuestra ayuda a los niños de los poblados chabolistas y a sus familias", relata a Efe Briand, de 35 años, desde el estudio fotográfico "Galerie Daguerre", al sur de París, en el que estos días expone una colección de retratos tomados durante sus viajes.
"Queremos facilitar a los menores acceso a la educación, a la medicina, a la higiene, que conozcan sus derechos sociales y políticos, y proporcionarles una formación que les permita acceder a profesiones con las que vivir decentemente", resume.
Miembro de la Fundación Alstom, encargada de respaldar iniciativas en países subdesarrollados, y fotógrafo ocasional, Briand dice sentirse "orgulloso" por lo que él y su mujer han logrado e "impaciente por lo que queda por hacer".
Además de un colegio y seis centros BEUPA (pequeñas escuelas no oficiales creadas en el extrarradio de Kampala y que acogen a los niños cuyas familias no pueden permitirse la inscripción en centros oficiales), que proporcionan enseñanza y manutención a 120 menores, el matrimonio ha apostado por otras medidas "más originales".
La construcción de gallineros y huertos, la organización de cursos de educación sexual, el establecimiento de un sistema de microcréditos o la creación de programas de apoyo a emprendedores en los que definen y ayudan a desarrollar planes de negocio son algunos ejemplos.
Entre las medidas más recientes se encuentra la distribución periódica de compresas, un bien que en los poblados chabolistas escasea.
"Las chicas usan trapos o papel de periódico, protecciones poco eficaces que aumentan el riesgo de infección", apunta Briand.
Para evitar "situaciones embarazosas", agravadas "por la ausencia de aseos en muchas escuelas", las niñas solían quedarse en casa cuando tenían el periodo, lo que aumentaba la tasa de absentismo escolar.
Financiada por donaciones anónimas y por la propia inversión de sus fundadores, la asociación solo invierte en "proyectos económicamente viables y que permitan una autosuficiencia a medio plazo", precisa el fotógrafo.
Un presupuesto económico que les ha obligado a centrarse exclusivamente en los principales problemas a los que se enfrentan los menores.
"El hambre, la frecuencia con la que caen enfermos, el mal acondicionamiento de las aulas y los bajos ingresos de los padres son, de momento, nuestro principal radio de acción", resume Briand, quien ha encontrado en la fotografía -y en las exposiciones- la manera de "concienciar" a Occidente sobre lo que ocurre en África.
Mientras ultiman los detalles de su próxima expedición a Kampala, que tendrá lugar en julio, el matrimonio se muestra "esperanzado" por la labor que en la zona desarrollan varias ONG y fundaciones.
Fue ese "ambiente solidario" lo que terminó de convencerles para lanzar su proyecto, recuerda Briand, que abandonó Uganda "profundamente impresionado".
Tras su regreso, la pareja siguió en contacto con los miembros de PEDN (siglas en ingles de Red de Desarrollo de Educación Privada), asociación con la que viajaron al continente dentro de un programa de voluntariado.
Las noticias que periódicamente recibían les llenaban de entusiasmo al tiempo que les "alteraban", explica.
"Ahí nos dimos cuenta de que no nos habíamos ido del todo y de que nunca lo haríamos. Fue entonces cuando decidimos crear ‘Les écoliers'". EFE