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Gustavo Bolívar, perdedor de la alcaldía en Bogotá, escribió una importante telenovela en Colombia

Domingo, 29 de octubre de 2023 a las 11:30 pm
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Gustavo Bolívar Moreno, el escritor y empresario que perdió las elecciones buscando ser alcalde de Bogotá en Colombia, dejó para la posteridad una importante novela. Atrás, por el momento, parecen haber quedado sus aspiraciones políticas en la capital neogranadina; pero su obra se mantiene: Sin tetas no hay paraíso.

Nació un 22 de julio en Girardot, por allá en 1966. Se hizo escritor, empresario, periodista, guionista y político; una última faceta en la que quizás no ha logrado aún sus máximas aspiraciones.

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Gustavo Bolívar, perdedor de la alcaldía en Bogotá, escribió una importante telenovela en Colombia

Es popular por sus novelas adaptadas a la televisión dentro de las que se destacan Sin tetas no hay paraíso y El capo, así como guiones y adaptaciones como Pandillas, guerra y pazTres Caínes y Los Victorinos.

La temática de sus novelas está generalmente relacionada con el narcotráfico, el conflicto armado interno y social en Colombia.

Las producciones de televisión basadas en sus escritos han contado con un importante éxito, ya que han llegado a más de 50 países.​

En el año 2018 Bolívar incursionó en la política electoral vinculándose al movimiento Colombia Humana del exalcalde de Bogotá Gustavo Petro y fue elegido senador en la coalición de partidos de izquierda de la Lista de la Decencia ocupando la quinta votación más alta a nivel nacional.

​En 2022 resultó reelecto como senador tras encabezar la lista de la coalición Pacto Histórico que alcanzó la votación más alta y llevó a la presidencia a Gustavo Petro.​

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En 2005 publicó la novela Sin tenas no hay paraíso, que posteriormente sería adaptada a televisión (+sinopsis)

A sus escasos 14 años, cuando notó que las niñas pobres de su barrio empezaron a aparecer con ropas de marca, finos relojes, motocicletas ruidosas, celulares de última generación y electrodomésticos modernos para sus casas, el corazón de Catalina empezó a angustiarse.

Preguntó a sus amigas como lo hacían y la respuesta de Yésica, La Diabla, la proxeneta, tan solo un año mayor que ella, fue contundente: Le toca darlo, amiga. Le toca acostarse con "los tales" (los narcos).

Después de pensarlo poco, aceptó, pero se estrelló con un problema. Los narcos no la aceptaron en sus camas por tener las tetas pequeñas y tampoco se podía operar sin el dinero de los narcos.

Catalina nunca imaginó que la prosperidad y la felicidad de las niñas de su generación estaban condicionadas al tamaño de su brasier.

Un sueño: agrandarse las tetas para encajar en los estereotipos

A partir de entonces, la pobre solo tuvo un sueño: Agrandarse las tetas para encajar en la estética de los narcotraficantes y por esa vía llegar al paraíso de la opulencia.

En ella, como en muchas jovencitas de su generación, confluyeron los ingredientes de un cóctel peligroso:

De un lado la ignorancia, mezclada con vanidad y ambición, y del otro una sociedad que no brinda oportunidades a sus jóvenes y una madre laxa que no vio, no escuchó y no dijo nada cuando los síntomas de degradación familiar se hicieron presentes.

Con el camino despejado, y de la mano de Yésica, Catalina se lanzó a beberse el mundo de un solo sorbo.

Viajaron de Pereira a Bogotá en busca de un médico que le fiara la operación y encontraron uno que por una noche de placer le puso unas prótesis de segunda mano.

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Tetas grandes: sinónimo de una falsa prosperidad en la sociedad

Es decir, usadas, recién sacadas de los senos de otra paciente. Con las tetas grandes y reutilizadas, Catalina empezó a vivir una época de falsa prosperidad. Grandes fincas, largos viajes, autos lujosos, lindos hoteles, costosos regalos, dinero a borbotones y hasta un narco dispuesto a casarse con ella: Marcial Barrera.

Mientras vivía su fantasía, Catalina se olvidó de su hermano Bayron, de doña Hilda, su madre, y de su novio del barrio, Albeiro.

El joven pasaba por su casa todos los días a preguntar si había regresado o al menos llamado, pero doña Hilda le respondía siempre de la misma manera: "No ha dado señales de vida".

En ese vaya y venga doña Hilda y Albeiro resultaron enamorados. El novio y la madre de Catalina juntaron necesidades y se entregaron al amor.

La fantasía empezaba a desmoronarse

Entre tanto, la fantasía de Catalina empezaba a desmoronarse. Sus implantes de silicona le generaron una alergia terrible que la obligó a retirárselos.

Como su fuera poco, el cirujano le prohibió operarse antes de dos años, ya que pondría en riesgo su vida.

Y como ella centró todo su universo en las tetas, sintió que había perdido atractivo para los hombres que la pretendían. Y así fue.

La Catalina sin prótesis dejó de ser atractiva para la mafia. Yésica, llevada por la gran envidia que le producía la buena vida de su amiga al lado de Marcial, aprovechó el mal momento de Catalina y se inventó la manera de traicionarla para quedarse con su marido y con su fortuna, y lo logró.

La pobre fue recogiendo las tempestades que sembró y llegó un momento en que se le juntaron todas las desgracias. Su hermano Bayron fue baleado por la policía y su madre quedó embarazada de su novio Albeiro.

Depresión, drogas, alcohol y muerte

Con tantas calamidades encima, producto de la suma de sus desaciertos, Catalina no tuvo otra salida que la muerte.

Pero como fue cobarde a la hora de suicidarse, primero con una letal mezcla de éxtasis con alcohol, posteriormente desde una gran altura y por último con el revólver de Pelambre, optó por mandarse a matar.

Utilizó a Pelambre, un escolta de Marcial que se había enamorado de ella, para que la asesinara haciéndole creer al pobre que iba a matar a Yésica cuya traición ya había descubierto.

Al escuchar el rugir de la motocicleta donde se transportaban los sicarios que venían a matarla, Catalina abrió La Biblia en el lugar que le indicaba el delgado cordón azul de satín.

Manchó, sin proponérselo, un par de párrafos con sus lágrimas tachó con un esfero rojo un versículo de San Lucas, con evidente rabia, escribió sobre él, con afán, una frase lapidaria, y cerró los ojos al sentir los pasos de su asesino.

En un instante viajó por su vida con asombrosa nitidez y se entregó a la muerte. Cuando pudo liberar sus penas y mandar sus apegos al diablo, escuchó los 4 disparos que le arrebataron la vida que ya no quería y que, a lo mejor, ya no tenía.

Cayó al piso, sin mucho estruendo y con ella, la estupidez que la acompañó desde que se antojó por aquellas cosas que no podía, ni debía, ni necesitaba tener.

Con Catalina murieron sus demonios, pero crecieron y se fortalecieron los de Yésica, La Diabla.

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