Montenegro quiere relanzar su industria vinícola, milenaria pero anclada en fórmulas del pasado, para lograr un producto de calidad y moderno que logre entrar en los mercados europeos.
Desde hace más de 2.000 años se cultiva la vid y se producen vinos en este pequeño país balcánico, independiente desde el año 2006, situado en la costa adriática al sur de Serbia y al norte de Albania.
En la fértil llanura de Cemovsko, unas 4.500 hectáreas se dedican al cultivo de la vid, la mitad propiedad de la Bodega estatal "13. Jul – Plantaze", que produce anualmente unas 17 millones de botellas.
Esta empresa, que ha ganado numerosos premios internacionales en los últimos años, es, por ahora, el único exportador del país.
De los caldos que llegan al mercado internacional, los más conocidos y apreciados son los de Vranac, un vino intenso que marida bien con carnes rojas, asados y quesos maduros.
La otra mitad de la producción nacional está en manos de 430 viticultores privados, aunque sólo 44 están inscritos en el registro oficial. Las autoridades del país balcánico tratan ahora de ayudar a los pequeños productores a mejorar la calidad de sus vinos.
Muchos de ellos siguen vendiendo de forma directa al consumidor, sin tener presencia en restaurantes y tiendas, y menos aún en el mercado internacional.
"Aquí los productores viven ‘para el vino’, no ‘del vino’. No conozco a nadie que haya empezado a producir vino y luego haya renunciado a ello. Es simplemente una pasión", señala a Efe el pequeño productor Rade Rajkovic.
Mientras que esta pasión garantiza un producto autóctono, la reticencia de muchos de estos viticultores a introducir métodos más modernos de producción les está cerrando las puertas al exterior.
Danijela Zuber, experta del Ministerio de Agricultura, reconoce a Efe que mientras algunos aceptan las innovaciones y han visto mejorar sus productos, hay quienes siguen negándose a evolucionar.
"Pero hay otros que difícilmente aceptan que su vino no sea bueno, no están dispuestos a preguntar ni admitir un consejo", se lamenta.
No es el caso de Rajkovic, que apuesta de forma clara por la renovación: "Me gusta la tradición, pero no seguirla ciegamente. Es bueno combinar parte de la tradición con lo moderno, pero ante todo hay que escuchar a la ciencia", dice.
"Mis antepasados producían vinos con mucho cuerpo, fuertes, astringentes. Era para personas que se dedicaban a trabajos físicos duros y que comían platos con muchas calorías", explica.
Y con ese morapio peleón no hay muchas opciones de entrar en los mercados internacionales, que apuestan por la calidad, reflexiona.
Uno de los problemas de la vinicultura montenegrina es, precisamente, la idea de que la calidad va unida a la alta gradación alcohólica, además de carencias, como atesorar los caldos en barricas muy antiguas y en bodegas sin climatizar.
Además, la escasa producción de las bodegas independientes es una traba para llegar al exterior, argumenta la Asociación nacional de viticultores y vinicultores de Montenegro.
Gavro Kaludjerovic, del Ministerio de Agricultura, indica a Efe que el plan para relanzar el sector privado incluye la plantación de unas 10.000 hectáreas, el doble de las existentes ahora, así como un mayor uso de la tecnología moderna en el cultivo y producción.
"El futuro de la viticultura montenegrina está en una mayor productividad y rentabilidad en el sector privado", señaló.
Kaludjerovic anunció que Montenegro obtendrá su primer catálogo nacional de variedades autóctonas con ayuda de expertos españoles de La Rioja, que en mayo pasado tomaron muestras de 227 cepas de diferentes localidades para su análisis genético. EFE