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Colesterol bueno y malo para tu organismo

Miércoles, 02 de octubre de 2013 a las 07:30 pm
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El colesterol es una sustancia cerosa, de tipo grasosa, que existe naturalmente en todas las partes del cuerpo. Es uno de los diferentes tipos de lípidos que también incluyen a los triglicéridos (TG).

El colesterol se puede encontrar en varias moléculas entre ellas las lipoproteínas de alta (C-HDL) y baja densidad (C-LDL), y las lipoproteínas de muy baja densidad (C-VLDL)

El cuerpo necesita determinada cantidad de colesterol para funcionar adecuadamente. Pero el exceso de colesterol en la sangre puede adherirse a las paredes arteriales. Esto se denomina placa. Las placas pueden estrechar las arterias o incluso obstruirlas.

Los niveles de colesterol elevados en la sangre pueden aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas.

Los niveles de colesterol tienden a aumentar con la edad.

Los niveles de los lípidos se clasifican de acuerdo con su concentración sanguínea por espectofotometría de la siguiente manera:

Recomendable
Limítrofe
Alto riesgo
Muy alto riesgo
CT
<200
200-239
³240
——-
C-LDL
<130
130-159
³160
³190
TG
<150
150-200
>200
>1000
C-HDL
>35
——-
<35
——-

Colesterol bueno

El colesterol se relaciona con las enfermedades cardiovasculares y por suerte cada vez más la gente trata de controlar sus niveles.

Es importante saber que el colesterol, dentro de los niveles adecuados, es imprescindible para muchas funciones (hormonales, neuronales, etc.) Dentro de lo que conocemos como colesterol hay dos fracciones o tipos:
El colesterol bueno (lipoproteínas de alta densidad o LAD)
El colesterol malo (lipoproteínas de baja densidad o LBD)

El colesterol bueno o LAD favorece que las grasas nocivas (colesterol malo) no se oxiden al entrar en contacto con los radicales libres sanguíneos y fluyan correctamente al hígado donde serán procesados y eliminados adecuadamente.

El colesterol malo cuando se oxida es devorado por unas células llamadas macrófagos y el problema es que estas, ahora llenas de grasa, tienden a pegarse a las arterias pudiendo acabar dañándolas y sobre todo obstruyéndolas.

Algunos expertos afirman que las grasas como el colesterol solo son realmente dañinas cuando se oxidan.

Colesterol malo

La mayor parte del colesterol se transporta en la sangre unido a proteínas, formando unas partículas conocidas como lipoproteínas de baja densidad o LDL (de Low density lipoproteins).

Cuando la célula necesita colesterol para la síntesis de membrana, produce proteínas receptoras de LDL y las inserta en su membrana plasmática.

Cuando el colesterol es captado pasa a los lisosomas donde se hidrolizan los ésteres de colesterol dando lugar a colesterol libre, que de esta forma queda a disposición de la célula para la biosíntesis de las membranas.

Si se acumula demasiado colesterol libre en la célula, ésta detiene tanto la síntesis de colesterol como la síntesis de proteínas receptoras de LDL, con lo que la célula produce y absorbe menos colesterol.

Esta vía regulada para la absorción del colesterol está perturbada en algunos individuos que heredan unos genes defectuosos para la producción de proteínas receptoras de LDL y, por consiguiente, sus células no pueden captar LDL de la sangre.

Los niveles elevados de colesterol en sangre resultantes predisponen a estos individuos a una aterosclerosis prematura, y la mayoría de ellos mueren a una edad temprana de un infarto de miocardio como consecuencia de alteraciones de las arterias coronarias.

La anomalía se puede atribuir al receptor de LDL el cual puede estar ausente o ser defectuoso.
Causas y factores de riesgo

Se considerarán como factores riesgo para desarrollar dislipidemias, a los siguientes:
Obesidad
Tabaquismo
Sedentarismo
Diabetes
Hipertensión arterial
Concentraciones de colesterol-HDL <35 mg dl
Hombres de 45 años de edad o más
Mujeres de 55 años de edad y más
Menopausia prematura sin terapia sustitutiva de estrógenos
Antecedentes familiares de enfermedad prematura del corazón (infarto del miocardio o muerte súbita del padre u otro familiar del sexo masculino de primer grado, antes de los 55 años; muerte de la madre o un familiar del sexo femenino de primer grado, antes de los 65 años de edad por estas mismas causas)
Antecedentes familiares de pancreatitis y/o diabetes.
Diagnóstico

Detección
El aumento de colesterol no suele tener signos ni síntomas, pero puede detectarse con un análisis de sangre.

La medición del perfil de lípidos que incluye el Coleterol Total (CT), Colesterol-HDL (C-HDL) y Triglicéridos (TG) en sangre, se realizará cada cinco años, a partir de los 35 años de edad en sujetos sin factores de riesgo.

En sujetos con factores de riesgo o antecedentes familiares de trastornos de los lípidos, diabetes, hipertensión arterial o cardiopatía coronaria, se realizará a partir de los 20 años de edad, y con una periodicidad anual o bianual de acuerdo con el criterio del médico.

Para el diagnóstico de alguna dislipidemia (alteraciones en el metabolismo de los lípidos) se deberá considerar que cada tipo de dislipidemia se considera como un síndrome, causado por una variedad de etiologías, que se asocian a distintos factores de riesgo.

El riesgo de desarrollar una enfermedad cerebro o cardiovascular, debido a una hipercolesterolemia por dieta, es significativamente menor, al causado por una hipercolesterolemia familiar o a una hiperlipidemia familiar combinada.

La evaluación de una persona con un trastorno en los lípidos (dislipidemia) deberá incluir una historia clínica completa, búsqueda intencionada de factores de riesgo cardiovascular, evaluación de la dieta, evaluación de la actividad física, exploración física completa, estudio de la familia, medición de lípidos sanguíneos y exámenes de laboratorio auxiliares.

Medición de lípidos en sangre

La medición en sangre de coleterol total, triglicéridos y colesterol-HDL, deberá realizarse en una muestra tomada después de un ayuno de 8 a 12 horas.

Si se desea conocer sólo la concentración sanguínea de CT y C-HDL, se puede tomar la muestra en cualquier momento del día, ya que la concentración de estos lípidos en la sangre, no se modifica significativamente después del consumo de alimentos.

No debe ser practicado en personas que en las últimas seis semanas, hubiesen sufrido un evento de estrés físico.

Esto incluye, enfermedades intercurrentes agudas, embarazo, cirugía o pérdida de peso. En caso de practicar la medición, los valores obtenidos, serán menores a los que habitualmente tiene la persona.

En pacientes que hayan sufrido un infarto del miocardio, la medición de lípidos séricos puede también realizarse, incluso, durante las primeras veinticuatro horas siguientes al evento.

Sí éstos se encuentran anormalmente altos, se justifica el inicio del tratamiento, sin la necesidad de esperar seis semanas para tomar una muestra realmente representativa, ya que la concentración habitual de las lipoproteínas será aún mayor en este tipo de personas.

Con el fin de disminuir la variabilidad biológica en las mediciones, se recomienda que antes de tomar la muestra, el sujeto en estudio permanezca cinco minutos sentado y con una aplicación de torniquete menor a un minuto.

El laboratorio que analice las muestras, debe contar con un programa de control de calidad interno y externo, así como de procedimientos automatizados para la medición.

Se debe realizar la determinación de exámenes de laboratorio auxiliares como glucosa, urea, creatinina y fosfatasa alcalina; un examen general de orina.

Cuando se sospeche de disfunción de la glándula tiroides se realizará un perfil tiroideo que incluya la medición de TSH.

En la arterioesclerosis

Niveles elevados de colesterol en la fracción LDL ("colesterol LDL" o "colesterol malo") se asocian fuertemente al desarrollo de enfermedad arteriosclerótica.

Diversos modelos experimentales y observaciones epidemiológicas sistemáticas apoyan, de hecho, un papel causal del colesterol LDL en la iniciación y progresión de la arteriosclerosis.

Sin embargo, debe tenerse en mente que éste no es el único factor de riesgo asociado a esta enfermedad, y que su manejo médico debe ser planificado sobre la base de la evaluación del riesgo cardiovascular global individual de cada paciente.

Transporte reverso de colesterol y las células espumosas

Como se mencionó al principio, las LDL no están fisiológicamente involucradas en un influjo neto de colesterol hacia los tejidos.

Sin embargo, en determinadas circunstancias patológicas, como la hipercolesterolemia LDL, la hipertensión arterial, la diabetes mellitus o el tabaquismo, se desarrolla una entrega exagerada y no regulada de colesterol desde LDL químicamente modificadas (oxidadas) a células macrofágicas subendoteliales, que cuando son sobrepasadas en su capacidad de depuración, en un proceso conocido como "transporte reverso de colesterol" y mediado por las lipoproteínas de alta densidad (HDL), degeneran en células inestables, propensas a la inflamación y a la muerte celular patológica (necrosis).

La acumulación de estos macrófagos sobrecargados de colesterol, conocidos como células espumosas, determina el desarrollo de placas de ateroma en la pared arterial, hecho anatomopatológico definitorio de la enfermedad aterosclerótica.

Prevención

Es posible disminuir el colesterol mediante el ejercicio y el consumo de más frutas y verduras. Tal vez sea necesario tomar medicamentos que disminuyan el colesterol.

Por consiguiente, las dislipidemias deberán prevenirse mediante la recomendación de una alimentación idónea y actividad física adecuada. A excepción de las de origen genético o primarias.

El control de las dislipidemias permitirá a su vez el control de la aterosclerosis, lo cual sumado al control de otros factores de riesgo, como la hipertensión arterial, la diabetes, el tabaquismo, la obesidad y el sedentarismo, evitara el desarrollo de las enfermedades cerebro y cardiovasculares.

El patrón de alimentación y la actividad física que se deben recomendar, para evitar el desarrollo de dislipidemias son los que a continuación se indican

Estrategias nutricionales para aumentar nuestro colesterol bueno y que el malo disminuya y no se oxide
Dieta rica en alimentos antioxidantes
Limitar las grasas saturadas y no abusar de las que se oxidan más fácilmente, que son las ricas en Omega 6 (girasol, maíz, cártamo, etc.)
Tomar alimentos ricos en ácidos grasos monoinsaturados antioxidantes (aceite de oliva, aguacate, almendras

Alimentos que reducen colesterol malo y aumentan el bueno

El ajo: puede llegar a subir hasta un 23% el colesterol bueno según un estudio realizado en el Colegio Bastyr, de Seattle (una dosis diaria de aceite de ajo extraído de 3 dientes de ajo)

La cebolla cruda: puede subir el colesterol bueno a la mayoría de las personas (media cebolla cruda al día repartida en varias comidas)

El pescado azul: además de bajar el colesterol malo también ayuda a mejorar los niveles del colesterol bueno

El aceite de oliva: baja el colesterol malo y sube el colesterol bueno aunque lo tomemos en gran cantidad

El aceite de semilla de uva: en la mayoría de casos la gente observa mejora en sus niveles de colesterol bueno tomando 2 cucharadas al día de este aceite.

Las manzanas: la pectina que contienen es un tipo de fibra soluble que también ha resultado eficaz para regular ambos tipos de colesterol (tres manzanas al día)

La zanahoria: dos zanahorias al día son también casi imprescindibles en estos casos ya que por un lado son ricas en pectina y por otro son muy ricas en antioxidantes (Betacarotenos)

Cerveza o vino: una cerveza o dos vasitos pequeños de vino puede ayudar en muchos casos (si no tomamos alcohol probaremos los otros remedios)

Legumbres: media tacita dos veces al día puede ayudar (al cabo de varios meses) a regular ambos tipos de colesterol

Antioxidantes

Como antes hemos comentado los antioxidantes son básicos para que el colesterol malo no se oxide y sea realmente perjudicial para nuestro sistema cardiovascular. Ayudan pues a que el colesterol bueno realice correctamente sus funciones.

La vitamina C y E tienen un efecto antioxidante que ayudan a que no se nos taponen las arterias. La fresa, los kivis, las naranjas, papayas, los pimientos, pepino, el perejil y en general todas las frutas no deben de faltar en nuestra dieta (dos o tres piezas de fruta al día como mínimo) por su aporte en vitamina C.

Los frutos secos (nueces, almendras, avellanas, etc.) y las semillas (sésamo, girasol, calabaza, etc.) nos aportan gran cantidad de vitamina E.

Las zanahorias, los albaricoques, la calabaza o zapallo y el brócoli son alimentos muy ricos en el antioxidante llamado Betacaroteno.

La cúrcuma, los aguacates, el repollo, los frutos del bosque (bayas), los germinados, el açai (fruto del Amazonas) son algunos alimentos especialmente muy ricos en diversos tipos de antioxidantes.

Respecto al aporte calórico de los nutrientes de los alimentos, se deberá recomendar lo siguiente: 25 a 35 por ciento de las grasas, de las cuales no más del 10 por ciento corresponderá a las saturadas; 50 a 60 por ciento de los carbohidratos complejos, ricos en fibras solubles y no más del 20 por ciento de las proteínas. Se debe aconsejar consumir menos de 300 mg de colesterol por día.

Recomendaciones para actividades físicas

Respecto a la actividad física, en el caso de los individuos con un tipo de vida sedentaria, se deberá recomendar la práctica de ejercicios de tipo aeróbico de intensidad baja o moderada (caminar, trotar, nadar, ciclismo) de duración igual o mayor a 30 minutos al menos cuatro días de la semana, con incremento en su intensidad dependiendo del estado físico y de la capacidad cardiovascular que tenga el sujeto al inicio del programa de ejercicios./enforma.salud180.com