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Gabriela Matos, un enigma venezolano a descifrar

Jueves, 23 de febrero de 2023 a las 06:14 am
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Gabriela Del Buen Consejo Matos (Gabriela Matos) fue mujer de temple que encerraba en su rostro un enigma, que aun los pobladores desean develar.

Ella es en cierta forma la historia que cuenta lo que es El Consejo (Aragua) y lo que ha sido

Por muchas razones, innumerables consejeños, cuando están en peligro, invocan el auxilio de Gabriela Matos, una mujer humilde nacida en Quebrada Seca de Urbina el 18 de marzo de 1847, hija de esclavos de la hacienda Quebrada Seca de Urbina.

Mujer de pueblo, de mucha fe, analfabeta pero capaz de curar, según se cuenta, a través de las hierbas y la oración.

Todos los coterráneos de sus últimas décadas de una u otra manera recibieron sus influjos o tomaron los brebajes que recetaba.

Dama carismática y humilde, vivía rodeada de la naturaleza.

Al fondo de su casona tenía una siembra de tabaco, ya que en su residencia constituyó la primera empresa manufacturera de tabacos de la población.

No comenzaba la faena de torcer tabaco sin antes colgar las alpargatas en unos de los aleros de la casa, enigma que quisieron develar las damas que laboraron para ella y solo respondía:

“Esto ahuyenta al diablo durante la jornada”.

Semanalmente Gabriela Matos asistía a la misa, pero de los días lunes y como penitencia autoimpuesta la oía de pie.

Durante la eucaristía realizaba el ejercicio de los cien réquiem y los lamentos del purgatorio, al finalizar la misa encendía una vela ante el cuadro de las ánimas del purgatorio.

Al volver a su residencia alguien la esperaba por el remedio para algún mal.

No aceptaba bautizar con otra persona porque, decía: “el niño nace con una madrina o un padrino, para que él o ella pague su bautismo”. Ayudaba a las mujeres con partos difíciles y con voz sonora decía.

”Oh San Ramón Nonato endereza el cauce de este parto, sea de agua o seco, protege a esta parturienta”.

Además curaba el mal de ojo, con tres ramas de distintas plantas, representando al “Padre, Hijo y Espíritu Santo, una sola y única persona” pronunciaba, “El trisagio que escribió Isaías en el cielo es angelical melodía, hasta Dios suba nuestro canto: ángeles y serafines dicen: santo, santo, santo”.

Curaba la culebrilla, con el sumo de la hierba mora y “escribía” sobre la misma:

“En nombre de Dios padre + en nombre de Dios hijo + en nombre de tDios espíritu santo + en nombre de San Pablo + que las mordeduras de culebra no hagan mal ni por dentro + ni por fuera + si es macho le corto los cachos + y si es hembra le corto la lengua + Así como se curaron las cinco llagas de nuestro Señor Jesucristo sea curada esta culebrilla”.

Estas entre otras oraciones le acompañaron durante su vida para ejercer el oficio de sanar vidas.

Se cuenta que Gabriela Matos fungía de pitonisa. Las personas en incertidumbre de alguna decisión a tomar, acudían a su consejo y ella les daba respuesta al día siguiente.

En 1910, a los 64 años de edad muere (por primera vez).

Se cuenta que cuando la estaban velando, sobre un catre y ataviada con una sábana blanca y una cinta negra en diagonal como era la usanza, a media noche se puso de pie.

Desde entonces parece que tomó mayor fuerza su don de sanación y el hacer remedios.

No cobraba por sus servicios, aunque sí podía aceptar, por ejemplo, una gallina.

Recibe el espontáneo culto popular en una capilla donde reposan sus restos y los de algunos familiares, que sirve como centro eclesiástico de paz y devoción, donde sus devotos llevan placas, diplomas, cirios y cualquier otra ofrenda para agradecer los favores concedidos.

La gente le atribuye muchos milagros y de generación en generación, crece y se hereda la fe a esta humilde consejeña, que se dedicó a la curación de enfermos y desvalidos.

Gabriela Matos contrajo nupcias con Pedro Delgado y tuvo seis hijos: Virginia, Manuela, Leoncia, Agustina, Felicia y Pedro Florencio Matos.

Fue muy apegada a su único hijo varón (tenía el precepto de que el hombre era siempre de la madre).

La muerte en 1925 de su hijo, su bastón de apoyo, apagó su vida y se encerró en la tristeza. Al siguiente año falleció por insuficiencia mitral.

A casi un siglo de su muerte, el viento trae su nombre que se cuela por los ventanales para dar salubridad.

Aún se encienden velas en los hogares consejeños por su ánima, y un responso o rosario sobre su tumba. Los menos letrados la escriben y pronuncian Grabiela, quien sigue siendo noticia en las calles y casas consejeñas.

Cada domingo se anuncian numerosas intenciones en la misa matinal por su alma, debido a los fieles devotos agradecidos por sus favores.

Sobre su lápida se aprecian los buqués de novia, diplomas, placas, muñecas, fotografías y permanentemente flores y cirios encendidos como un canto de esperanza y fe en el amor de su hermana Gabriela Matos.

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