General en jefe de la Independencia de Venezuela y Presidente de la República en tres ocasiones, al controvertido Páez se le llamó El Centauro de los Llanos, El León de Payara y El Taita.
Tradicionalmente se le ha acusado de traicionar a Bolívar por encabezar en 1826 La Cosiata que separó a Venezuela de la Gran Colombia.
Los orígenes de Páez
Páez nació en una casita situada en la rivera del Curpa, estado Portuguesa, descendiente de canarios pobres, el 13 de junio de 1790 y murió en Nueva York el 17 de mayo de 1873. De niño solo recibió una educación elemental.
A los 8 años asistía a la escuela de Gregoria Díaz en el pueblo de Guama, la preceptora mal enseñaba a leer y explicaba algo de doctrina cristiana, que a fuerza de azote obligaba a aprender de memoria.
De muchacho trabajó en la bodega de su cuñado Domingo Fernández y luego en negocios de su pariente el canario Domingo Páez, en San Felipe.
En una oportunidad, regresando de Cabudare, fue asaltado por cuatro bandoleros, logrando matar a uno de ellos y hacer huir a los restantes.
Para evitar ser detenido se fue a Barinas, al Hato La Calzada del acaudalado Manuel Antonio Pulido, para quien años después, cuando inició el proceso de independencia, organizaría las tropas republicanas de su hato.
José Antonio Páez y el amor
Conoció a la joven huérfana y heredera Dominga Ortiz Orzúa con quien se casó el 1 de julio de 1809. Fueron sus hijos Manuel Antonio y Maria del Rosario Páez Ortiz, los únicos legítimos y ulteriormente únicos herederos.
Dominga Ortiz, su única esposa legal, fungió como enfermera del ejército.
En Valencia, para la segunda etapa de su vida, la de la madurez más sedentaria, conoció en 1821 a Barbarita Nieves la refinada y culta compañera que se convirtió en una primera dama sin limitaciones en la pacata sociedad.
Tuvieron cuatro hijos: María Antonia, Ursula, Sabás y Sofía Nieves.
La partida de Barbarita
Barbarita murió en 1847. Otro hijo de Páez fue Ramón Páez Ricaurte, de madre colombiana, que llevó el apellido por consentimiento de Dominga Ortiz.
Extraordinaria la capacidad militar de Páez, buen estratega y de gigante carisma. Su aporte fue fundamental para la derrota de los realistas, pero lo que causa más asombro es saber de sus logros y conocer de sus ataques epilépticos cuando la tensión aumentaba.
Luego de la Independencia, por tres décadas fue permanente su participación militar y sobre todo política en las lides del poder. Fue uno de los caudillos, de tantos que desangraron al país y que lo mantendrían estancado por más de un siglo.
Un hombre versátil
Fue entonces ya el Páez estadista, con gran inclinación por la música y demás artes. Tocaba el violín y el piano.
Su casa se llenó de famosos y el fungía de barítono o de actor representando a Otelo. Contrató a Pedro Castillo, abuelo de Arturo Michelena, quien cubrió de pinturas lo muros de su mansión valenciana, con escenas de sus viejas batallas.
Páez estuvo en dos oportunidades en el pueblo de mis crónicas: El Consejo. El 29 de diciembre de 1847 en la Hacienda Tovar recibió una carta donde Monagas se excusó de asistir.
También el 25 de mayo de 1861 duerme en la Hacienda La Urbina donde se entrevistó con los jefes federalistas.
Les rindieron honores militares las tropas unidas, colocadas en filas interminables por la calle principal del pueblo.
Los generales Páez y García discutieron las bases del acuerdo de unión para la paz que al fin fue firmado por aquellos y luego aprobado por el Gobierno Nacional.
Cuando visitó a Estados Unidos, Uruguay, Argentina, Bolivia, Perú y Colombia, recibió honores, grados militares y pensiones en cada uno de esos países por sus servicios a la causa de la libertad americana.
Páez en Nueva York
En su tercer exilio fue recibido en 1850 con pompa pública en Nueva York.
Fue a Argentina como representante comercial de una empresa de maquinarias agrícolas de Estados Unidos y allí intentó negociar con cueros.
El presidente Domingo Faustino Sarmiento le nombró Brigadier General de Argentina.
En Nueva York terminó su vida este paladín de nuestra gesta magna, modesto hijo que se encumbró desde una casucha del campo hasta el tope de la historia venezolana, por su heroísmo y espíritu de servicio.
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