El 24 de agosto conversábamos sobre los incentivos para estudiar educación en Venezuela reseñamos brevemente la experiencia del Negro Henry con el Colegio Andy Aparicio.
Terminaba ese artículo con la pregunta
¿Cuál es el secreto?
Para dar continuidad y respuesta a esta pregunta, compartí con Henry Mendoza una amena conversación, nutrida de anécdotas, sonrisas y alguna grosería.
“Son personalidades, es cuestión de carisma, de cariño y de llegada… resolver y aportar una solución a la necesidad de la comunidad… que responda a la esperanza que tienen depositada en su familia en sus hijos.”
Algunos vegueños pueden suponer que la personalidad y el carisma (desborda en ambas cosas) de Henry Mendoza eran suficientes, en lo personal creo que los jesuitas (Henry estaba con Wyssenbach, Pelayo y alguno más) convencieron a la comunidad de que llegaron para vivir y sufrir con ellos.
Es el compartir del día a día el que genera confianza y respeto. Los curas estaban con ellos no solo para dar las misas, estaban con ellos dándole vida a las soluciones de sus problemas más importantes.
“El éxito del Andy fue la comunidad”
“El éxito de nosotros los jesuitas fue descubrir una comunidad necesitada”
“Los locos jesuitas comenzamos arriba sin un centavo y comenzamos sin tener nada que ofrecer a los docentes que nos iban acompañar en todo esto”
“El sueldo simbólico venía del aporte de cada familia por sus hijos”
“¡Era una gente de una vocación! … José Lamus, Ingrid Maldonado, Lourdes Campos, Trina Carmona, Amalia Duarte y tantos más”
¿Cómo comenzó?
Sobre los inicios del colegio Andy Aparicio “La señora Bertha nos presta su sala y allí comienza cuarto grado”; “Orlando Trujillo llegando a Las Torres nos presa su sala y allí comienza primer grado; el resto estaba en la Canaima” “La gente entendió… ¡esto es verdad!”
“Un día a las 3 de la mañana… dijimos hay que invadir este edificio”, “allí iban hacer una escuela y lo abandonaron… teníamos columnas, ningún salón cerrado… no había baño” “el señor Domingo prestó el baño de su casa para las niñas de la escuela”
“El censo mostró que teníamos niños ecuatorianos, colombianos, salvadoreños, muchos sin documentos”, “con la data que teníamos comenzamos a ver que teníamos albañiles, electricistas, obreros”
Arquitectura colectiva
¡Todos ellos se convirtieron en los arquitectos del Colegio, lo levantaron tanto y como quisieron!
Una Escuela “como Dios manda”, “nos fuimos al ministerio de Educación”, “le digo a Wyssenbach tu conocías a ese chamo… escribe sobre Andy Aparicio, porque la escuela va llevar el nombre de ese chamo”, “que sea el último muerto”. “Llevamos ese nombre al ministerio y lo aceptaron”.
“La riqueza de eso es la gente” “la gente nos robó el corazón a todos” “yo andaba como el negro saltarín responsable de todo” “el compromiso de vernos allí, nos metimos a vivir allí”.
“Gracias a Wyssenbach y a Ibón de Borrero, la escuela modelo era Los Naranjos”, “comenzamos un trabajo en conjunto todos… planificación juntos… soñando juntos… como íbamos a educar a los chamos de La Vega” “proyecto bonito… los supervisores no nos atacaron”.
Y así nació el Colegio Andy Aparicio, institución ejemplo de la tenacidad y dedicación de toda una comunidad. Orientada, alentada y acompañada por un grupito de sacerdotes jesuitas que entendieron que su nuevo hogar eran las calles y escuelas de la parroquia La Vega.
¡Gracias a Dios por ustedes y por todas sus obras!
Quizás en esto último esta una de los mayores aportes de la Iglesia como institución en la sociedad, el compromiso con la obra que los sacerdotes asumen trasciende su vida misma, es la pasión del inagotable, del perseverante, del porfiado lo que convence, engancha y enamora a tantos y tantos.
Termino con una cita de Bertolt Brecht “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”.
Gracias por llegar al final de este artículo.
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