Corría el año 1873.
El Consejo era una población que tenía 96 años de fundado, aldea netamente rural, hacía siete años se había inaugurado el tercer camino, la carretera de macádam (19/1/1866), un templo de una nave, un pueblo de travesías polvorientas, el presbítero era José Ángel de Jesús Alemán (el construía para entonces la casa parroquial), una patrona venerada desde 1777, Nuestra Señora del Buen Consejo, muchas haciendas alrededor.
Una comarca humilde de labradores, jornaleros y músicos, la población pertenecía al estado Guzmán Blanco, cuya capital era la ciudad de La Victoria, muy próxima.
Manuel de Las Casas
En ese año se registra la muerte del joven Manuel de Las Casas, segundo hijo del general Manuel Vicente de Las Casas e Iturbe, jefe militar de activa participación durante la Guerra Federal, el que combatió fieramente a Ezequiel Zamora en Santa Inés, quien en 1862 fue Comandante de Armas y jefe de Coro.
El general, quien había nacido en Caracas en 1811, hijo de Manuel María de Las Casas y Areste y Reyna y de María Nicolasa de Iturbe y Espinosa, contrajo matrimonio en 1848 con Josefa Palacios y Vegas. Fueron sus hijos: Nicolás de Las Casas y Palacios quien casó con Margarita Díaz y procrearon a: Nicolás y María Margarita de Las Casas Díaz.
Un segundo retoño
El segundo hijo de la unión Manuel Vicente de Las Casas y Palacios, que es el motivo de esta nota, nació en Caracas en 1851 y que falleció según libro de exequias Nro 6, folio 209 que reza así:
“En el año del señor a primero de septiembre de mil ochocientos setentitrés: yo el infraescrito cura rector de esta yglesia parroquial de Nuestra Señora del Buen Consejo, di sepultura eclesiástica con oficios rezados, al adulto Manuel Vicente de Las Casas, de veintidós años de edad, soltero, natural de Caracas, hijo legitimo de Manuel Vicente de Las Casas y de Josefa Palacios y Vegas, vecinos de Caracas” de que certifico:
José Ángel de Js Alemán.,
Fue sepultado el mismo día, en el segundo cementerio del pueblo (La Parrilla).
Por eso sus restos reposan en algunos de los patios de las viejas casonas de la rúa Ricaurte.
El tercer hijo
El tercer hijo Jesús María de Las Casas y Palacios, casado con Tomasa Negretti Barceló, procrearon a: Manuel Vicente, Carlos Roberto, Gonzalo, Luisa Elvira, Hernán, Carmen Elena, y Julio de Las Casas Negretti. Jesús María de las Casas fue aficionado a la pintura y miembro de la Academia de Dibujo y Pintura de Bellas Artes, se tituló de agrimensor en 1867, se graduó de ingeniero en Alemania.
Estableció en Caracas un expendio de víveres. Entre sus trabajos se pueden mencionar: Vista hacia El Ávila, Paisaje de Macuto y la figura humana. Se considera el más inmediato precursor de las tendencias modernas que surgieron en la generación venezolana de 1912.
Cuarto hijo: Luisa de Las Casas y Palacios, murió soltera. Y el quinto hijo, León de las Casas y Palacios, también sin descendencia.
El sexto
El sexto hijo: María del Carmen de Las Casas y Palacios, casada con Eduardo Sanabria Vollmer, procrean a: Eduardo José, Carlos Alberto, María Teresa, Carmen Cecilia, Luis, Martín F, José Ignacio Sanabria de Las Casas.
Muchas interrogantes se plantean los estudiosos de la historia, en torno a la muerte de este hijo del General Manuel Vicente de Las Casas, pues pertenecía a una familia de linaje y aristocracia de la sociedad caraqueña y falleció en un espacio geográfico distante y distinto del suyo.
¿Sería que estaba de tránsito por el pueblo?
¿O tenía que cumplir con un oficio militar en el pueblo? ¿Tenía alguna dolencia por la que fue a temperar al pueblo de El Consejo?
Lo cierto es que en ese pedazo de tierra, en una página de un viejo libro del registro eclesiástico, está asentada el acta de defunción del segundo hijo del general que participó activamente durante La Guerra Federal.
En 1965, nuevamente algún descendiente de esta familia caraqueña fue noticia en Venezuela, porque María de Las Casas logró el título de Miss Venezuela, era la edición XII del certamen.
Reivindicar el legado
Nuestros jóvenes deben ir por la investigación y tomar la pluma para arrojar luz sobre el camino. Para exaltar nuestro pasado y así comprender nuestro presente.
En nuestro diario discurrir, está nuestra historia, a todos nos pertenece y es esencial para alimentar nuestra identidad.
Corresponde a todos reconocer al pueblo, su labor y permanencia.
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