La historia de Yuraima Mercado comienza en un rincón entrañable de su infancia: Valle de la Pascua, en el estado Guárico. Allí, entre clases en la mañana y en la tarde, los mediodías se transformaban en un ritual familiar. Ella, junto a sus tres hermanos y sus padres, se reunía en la habitación principal para almorzar y ver las noticias. No hacía falta hablar demasiado; bastaba con estar juntos, atentos a lo que ocurría en el país, mientras los periodistas narraban la actualidad con firmeza y convicción.
Ese recuerdo, aparentemente cotidiano, se convirtió en una semilla. “Me parecía demasiado poderoso ver cómo contaban lo que pasaba en el país”, reflexiona. Fue allí donde nació su fascinación por el periodismo y, más allá, por la comunicación social como camino de vida.
Aunque en su niñez también se sintió atraída por la arquitectura o por el juego de ser maestra, la conexión con ella comunicación fue distinta: un llamado. Sin embargo, al adentrarse en la carrera, descubrió que lo suyo no era lo audiovisual, sino algo más profundo: la búsqueda de la verdad detrás de las cosas.
Ese impulso la llevó a transitar distintos escenarios. Comenzó en la radio, pasó por la música, exploró el mundo de alimentos y bebidas y, finalmente, se abrió paso en el ámbito corporativo. Cada etapa fue un peldaño que la acercó a lo que hoy define su trayectoria: el universo del PR y las comunicaciones estratégicas, con una mirada corporativa y una sensibilidad que nunca perdió de vista su origen.
Hoy, al frente de YM Agency, encarna esa evolución: una profesional que entiende la comunicación no solo como herramienta, sino como puente entre la verdad, las marcas y las personas.
Z3D: ¿Cuál crees que fue el momento en el que dijiste que dentro de tantas cosas, ese era tu lugar?
YM: Después de la pandemia, porque tuve una experiencia muy retadora en Diageo. Venía de trabajar con artistas musicales, en mucho entretenimiento, cultura y arte, que al final siempre he sabido que eso ha sido como el valor dentro del mundo más estratégico que estoy habitando. Pero esa experiencia con Diageo me retó mucho porque me faltaba mucha preparación, mucha estructura, tenía mucha capacidad, pero me faltaban competencias.
Y tuve una gran maestra durante casi tres años, que me dijo: "Creo en tu creatividad, me parece increíble tu manera de ver las cosas, cómo solucionas todo. Sin embargo, siento que tienes que aprender a entregarlo de otra manera, a medirlo todo”. Y eso me obligó a aprender a medir lo intangible, a buscar de medir lo que nadie ve. Eso, sumado a estudios de coaching ontológico, me hicieron darme cuenta de que quería mantenerme aquí. Me encanta la música, aportar valor desde ese espacio, pero amo ese empoderamiento, capacidad y fuerza que puedes desalojar estando en proyectos más empresariales.
Aunque si te soy honesta, siento que sigo ajustando. Me siento como una aprendiz eterna. Estoy constantemente observando, viendo lo que hacen esos preferentes que para mí son importantes y desde ahí miro y digo: "Esto se parece igualito hacia donde quiero seguir trabajando”. Y de hecho, cada vez que reduzco más mis servicios, me enfoco en menos, pero en mejor. Mientras todos crecen a 360, yo quiero cada vez estar más enfocada en la parte de comunicación, reputación, amplificación, influencia, pero desde eso que somos.
Z3D: ¿Cómo hace una persona que tiene esta visión 360 para reducir sus servicios y quedarse solo en uno?
YM: Es retador. Es super difícil porque naturalmente sí sé que tengo habilidades de producir una idea que diseñamos para explicar una noticia, porque no la voy a producir, si la puedo hacer. Es ese coqueteo que siempre te da el hacer todo, es el que me recuerda mi lugar y el viaje que quiero hacer dentro de la carrera que elegí y además dentro de la profesión que ejerzo.
Z3D: ¿Cómo llegas a reducir todo el valor de lo que puedes dar a dos palabras que siempre te acompañan: conectar y amplificar?
YM: Creo que todo lo que he venido haciendo siempre viene en consecuencia de la conexión y de la amplificación. Conectar quizá venga de mi historia, de mi necesidad de ser parte. De algo mucho más profundo enlazado con mi humanidad, porque me motiva mucho ver cómo crecer otras personas o marcas a través de mi acompañamiento.
Antes estaba muy atenta de figurar con las marcas cuando crecían y ahorita me ocupa más ver el éxito con ellos porque ahí siento que crezco yo. Y así veo claramente el valor de conectar.
Lo he dicho varias veces, amplificar buenas noticias es mi bandera y aunque naturalmente como humana siempre puedo caer en una queja, en una nube oscura y gris que eventualmente va a pasar, nos pasa a todos, naturalmente soy súper positiva y trato de ver lo que otros no están viendo.
Z3D: ¿Cómo crees que está Venezuela en materia de comunicación?
YM: Siento que aún no hay curiosidad o noto que no hay curiosidad con respecto a las comunicaciones estratégicas, quizás porque no se entienden aún. Resulta más sexy el tema del mercadeo. Faltan espacios formativos para hablar de comunicación.
Z3D: ¿Cuáles son esas cosas que te emocionan de la comunicación que se está haciendo en Venezuela?
YM: Me encanta cuando el humano es quien lidera la marca. Cuando el CEO o la persona con la que trabajamos directamente está al frente de la marca, se pueden sentir los resultados desde su espacio muy personal. Ver cómo les entusiasma generar valor es algo muy importante para mí. Es muy especial ver cómo las marcas comparten lo que hay detrás del éxito que están generando algunas empresas. Me encanta confirmar que hay coherencia entre el servicio que presta la marca, con los humanos que están trabajando en ella.
Z3D: ¿Hacia dónde crees que deberíamos de apuntar el próximo año?
YM: Esto es muy intuitivo, porque no tengo nada que ahorita lo valide, pero siento que puede pasar algo similar a lo que pasó en la pandemia con el mundo digital. Que veníamos muy online y después estábamos desesperados porque necesitábamos tocarnos, vernos, sentirnos, oler a la gente nuevamente. Siento que se viene un año de mucha presencialidad.
Ahorita hay un híbrido entre la experiencia de la influencia y la comunicación digital con el offline, pero se le sigue dando mucha más importancia y atención al mundo digital. Está bien, es más fácil de medir. Sin embargo, y creo que la tendencia va a lograr medir ese intangible y está en su propia presencia.
Siento que hay que prestarle mucha atención a lo intangible, a esos sentimientos que generamos en el entorno. Por ejemplo, en comunicación, el sentimiento de la marca se mide con si hablan bien de ti es un punto, si hablan mal de ti es menos punto, y si no dicen nada es un sentimiento negativo. Creo que vamos a ir más allá o al menos desde mi espacio yo voy a empujar que vayamos más allá.
Z3D: ¿Cómo hace alguien que se sabe bueno en muchas cosas, para aceptar que debe enfocarse en una?
YM: El síndrome del impostor siempre aparece, y yo suelo decirle a mi equipo que convivimos con dos voces. Una es la que nos impulsa hacia adelante, la que dice “sí, claro, vamos”, aunque puede ser peligrosa porque a veces nos empuja a decisiones impulsivas o demasiado emocionales. La otra voz también nace del ego, y aquí me gusta distinguir entre dos tipos: el ego terrenal, que busca reconocimiento, dinero, movimiento, crecimiento; y el ego espiritual, que me conecta con la fuerza interior, con la certeza de que Dios me acompaña y el universo me protege. Ambos son necesarios, pero también pueden desordenar si no sabemos escucharlos con cuidado.
Muchas veces he seguido esa voz que me ha llevado al caos y a la duda, pero reconozco que sin ella no habría desarrollado las competencias que hoy me sostienen. Esa sensación de no sentirme capaz me obligó a crecer, a buscar ser más competente, y en ese proceso encontré herramientas que hoy son parte de mi fortaleza. Por eso creo que el síndrome del impostor no se elimina, se aprende a escuchar y a decidir hasta dónde le damos espacio. Es un trabajo difícil, sí, pero también es una elección consciente.
Mi manera de reconectar con mis capacidades es mirar hacia atrás. Recordar a la joven de 17 años que llegó desde Valle de la Pascua sin conocer a nadie, con cuatro trabajos, vendiendo ropa y peluches chinos, mientras hacía pasantías en una radio. Hoy entiendo que el éxito no lo mido en dinero, sino en el impacto que he podido generar en las personas y en los cambios que he acompañado. Cuando me detengo a ver ese recorrido, digo: “Esto tiene sentido, estoy en el lugar donde quiero estar”.
Por Wanda López Agostini
Fotos Cortesía
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