Dormir es fundamental para el buen funcionamiento del organismo. Durante el sueño, el cuerpo realiza procesos esenciales como la reparación celular, el fortalecimiento del sistema inmunológico y la consolidación de la memoria. Además, el descanso adecuado regula hormonas importantes que controlan el apetito, el estrés y el estado de ánimo.
La falta de sueño, por otro lado, puede afectar seriamente la salud física y mental. Dormir poco o mal reduce la capacidad de concentración, afecta el rendimiento académico o laboral y aumenta el riesgo de sufrir accidentes. A largo plazo, la privación del sueño está relacionada con enfermedades como la hipertensión, la diabetes, la obesidad y la depresión.
Dormir entre 7 y 9 horas por noche es ideal para la mayoría de los adultos. Respetar los horarios de descanso y mantener una rutina de sueño saludable es clave para el bienestar general y una buena calidad de vida.
Enfermedades relacionadas a la falta de sueño
La privación crónica de sueño compromete el sistema inmunitario, incluso una sola noche sin dormir puede elevar marcadores inflamatorios como interleucina‑6 y TNF‑α, generando un estado inflamatorio persistente que promueve enfermedades metabólicas, cardiovasculares o incluso neurodegenerativas como el Alzheimer. Además, se alteran las células inmunes, lo que debilita la defensa frente a infecciones.
A nivel neuronal y metabólico, la falta de sueño actúa sobre el metabolismo celular y se ha visto que las neuronas adoptan un estado catabólico, reduciendo la formación de conexiones sinápticas y afectando la memoria y la cognición a largo plazo. También, disminuye la eficiencia atencional, sobre todo en tareas múltiples, y genera irritabilidad o alteraciones del estado de ánimo.
A nivel físico y cardiovascular, el déficit de sueño se vincula con un mayor riesgo de hipertensión, obesidad, diabetes tipo 2, arritmias como la fibrilación auricular y eventos como infarto o ictus. Además se ha observado que dormir menos de siete horas al día se asocia con mayor mortalidad prematura.
El sueño insificiente también afecta la salud mental, ya que se relaciona con mayor predisposición a la depresión, ansiedad, recaídas y deterioro emocional crónico. El insomnio se perpetúa en un ciclo donde el mal sueño agrava el ánimo y viceversa.
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