En verano, cuando solemos tomarnos unos días para el relax, es común aumentar de peso por una combinación de factores relacionados con nuestros hábitos y el estilo de vida propio de la temporada.
El calor y las vacaciones suelen alterar las rutinas, dejamos de lado la actividad física regular o el gimnasio, pasamos más tiempo en reuniones sociales y aumentan las comidas fuera de casa.
Además, la oferta gastronómica veraniega suele incluir helados, bebidas azucaradas, cócteles y alimentos altos en grasas y sal, lo que incrementa la ingesta calórica sin que lo notemos.
A esto se suma que el descanso y la relajación propios de las vacaciones disminuyen la disciplina alimentaria, y muchas veces se come por placer o por compartir, más que por hambre. Incluso dormir menos debido al calor o a las fiestas puede alterar el metabolismo. Todo esto provoca que, aunque parezca contradictorio, el verano se convierta en una época propicia para ganar peso.
Elimina esos kilitos de más
Tras las vacaciones, la nutricionista Paloma Gil del Álamo destaca la necesidad de eliminar ciertos alimentos por su impacto negativo en nuestra salud y bienestar. Según la experta, los excesos típicos del verano, como helados, refrescos y comidas fuera de horario, pueden afectar tanto al cuerpo como al estado de ánimo. Por ello, es fundamental recuperar la disciplina y retornar a hábitos saludables sin caer en dietas demasiado estrictas ni en ejercicio extenuante.
Gil señala que hay que prestar atención a qué se come, cuándo se come y cuánto. Prioriza evitar o suprimir totalmente los azúcares añadidos, el exceso de sal y las grasas poco saludables, especialmente los alimentos ultraprocesados. En su lugar, promueve una alimentación basada en productos de calidad como vegetales ricos en fibra, antioxidantes y vitaminas.
Además, subraya la importancia de respetar los ritmos circadianos. Recomienda hacer las comidas más copiosas por la mañana, que es cuando nuestro cuerpo está preparado para recibir energía, y optar por cenas ligeras y pronto, dejando al menos dos horas antes de dormir. También sugiere mantener al menos tres horas entre comidas y un ayuno nocturno de unas ocho horas, en líneas generales, durante el sueño.
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