La salsa de tomate, esa aliada infaltable en pastas, pizzas y guisos, puede presentar una acidez incómoda que afecta tanto el sabor como la digestión. Esta característica se debe al contenido natural de ácidos orgánicos del tomate, con un pH generalmente entre 4,0 y 4,9.
Para corregir ese sabor agudo, muchas recetas sugieren agregar azúcar, pero esto solo “disfraza” la acidez sin modificarla realmente. Una solución más efectiva es usar una sustancia alcalina como el bicarbonato, que reacciona con los ácidos neutralizándolos y elevando el pH. Con solo media cucharadita de bicarbonato por medio kilo de tomate, ya se nota la diferencia.
Sin embargo, existe un truco más delicado y natural: añadir una cucharada de miel por cada litro de salsa. La miel no solo suaviza la acidez, sino que también aporta brillo, una textura más melosa y realza el sabor de ingredientes como ajo, cebolla y hierbas.
Obtendrás una salsa con pH suavizado, sabor equilibrado, textura brillante y natural, ideal para pastas, pizzas, guisos o para conservar en frasco.
Salsa de tomate
Ingredientes
1 kg de tomates maduros (preferiblemente pera o cherry)
2 cucharadas de aceite de oliva
1 cebolla picada
2 dientes de ajo
Sal, pimienta y hierbas al gusto (albahaca, orégano)
20 g de miel
Preparación
- Blanquear los tomates en agua hirviendo por 30 s, pelarlos, licuarlos y reservar.
- En una olla a fuego medio, calentar el aceite y rehogar cebolla y ajo hasta que estén transparentes.
- Añadir el puré de tomate y cocinar a fuego lento, revolviendo ocasionalmente.
- Cuando empiece a hervir, incorporar la miel y remover bien para integrar.
- Probar: si aún se percibe acidez, añadir una pizca de bicarbonato, mezclar y dejar hervir 2 min para que reaccione .
- Sazonar con sal, pimienta y hierbas al gusto.
- Cocinar a fuego lento durante 20–30 min para concentrar sabor.
¡Buen provecho!
Visita nuestra sección Variedades
Mantente informado en nuestros canales