2001online.com| EFE
Hace cuatro décadas que una oleada de inmigrantes chinos empezó a asentarse en un rinconcito del barrio de Belgrano de Buenos Aires. Con los años, ya con nombre propio y sorteando cada una de las tantas crisis argentinas, ese lugar se convirtió en un emblema turístico que ahora, con el vertiginoso cierre de locales, se aproxima al abismo por culpa del coronavirus.
"Bienvenidos todos al Barrio Chino", saluda a Efe Azucena, nombre occidentalizado de una simpática señora que tiene su bazar de regalos, juguetes y ropa a pocos metros del imponente arco oriental de ingreso a la calle Arribeños, principal arteria de la barriada. "Ahora hay poca gente", añade con el espray de alcohol en gel en la mano.
Sobrevivir, adaptarse o morir. Estas son las tres opciones a las que se enfrenta el centenar de negocios -entre restaurantes, supermercados y tiendas de todo tipo- que puebla las cuatro manzanas del pequeño barrio, desde que a comienzos de año empezó a sonar el eco de una enfermedad originada en China y diseminada por el mundo.
"En enero, cuando nada pasaba, la gente ya empezaba a decir ‘no vamos al Barrio Chino por las dudas’. Ser chino significaba tener quizás el virus. Por eso la crisis es más profunda. Acá nació en enero la no venta de los ‘restoranes’ como antes", relata Lin Wen Chen, locutor de radio y una de las caras más visibles de la comunidad china en Argentina, donde recaló cuando apenas tenía dos años y donde es conocido como Carlitos Lin.
2020-07-24
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