AP
Jack es un pequeño perro blanco que vive en la Ciudad de México y está perdido desde que el sismo de 7,1 sorprendió hace unos días tanto a la gente como a sus mascotas.
“Me perdí en el temblor”, se leía en una hoja pegada en un árbol y con la fotografía de Jack.
Alrededor de la capital mexicana se ven letreros de mascotas perdidas, en su mayoría perros. Sus propietarios creen que varias se asustaron y escaparon después del sismo que sacudió el centro de México y derribó varios inmuebles.
Rescatistas han localizado a algunas de las mascotas vagando por las calles y las han llevado a albergues. Sabían que pertenecían a alguien porque estaban limpios, eran amigables y parecían bien alimentados.
“Cuando un perro tiene tiempo en la calle es un perro que está sucio y está muy delgado”, dijo Silvia García, propietaria de un albergue para animales, al que ha llevado a siete perros desde el sismo. “Estos perros están bien cuidados”.
Nadie sabe con precisión cuántas se han perdido, pero algunas de las zonas más afectadas de la Ciudad de México también tienen una amplia presencia de mascotas.
Un video que muestra cómo los rescatistas sacan a un Golden Retriever de los escombros de un edificio caído se hizo viral el mismo día del sismo. También se han vuelto atractivas las imágenes de perros de rescate que ayudan a las autoridades y voluntarios a buscar signos de vida.
Casa del Mestizo, el albergue de García, está en una calle en la que todavía se observan cintas amarillas de precaución para evitar acercarse a algunos inmuebles. Sin mucho espacio aun antes del terremoto, García tuvo que encadenar a uno de sus nuevos visitantes en una escalera, porque no había más lugar: una perra negra con penetrantes ojos cafés que fue localizada con collar, pero sin identificador.
“Andaba corriendo un poco desesperada”, dijo, “No trae nada que la identifique”.
Afuera del albergue hay letreros con las imágenes de seis perros que aún no aparecen: Baldo, un perro beige de tamaño mediano con nariz negra que corría por la calle Bolívar sin su collar durante el sismo; Barack, color carbón, cola pequeña y una pata blanca; Bola 8 y Baileys, dos cachorros Pomeranian; Kaplan, un Pit Bull cuyos dueños dicen que tiene una pequeña cicatriz circular cerca de su pecho, y Kurama, otro Pomeranian que se perdió cuando llevaba su collar rojo con identificador.
Mariam Luzcan, de 38 años, ha ido de un albergue a otro en busca de su mascota.
“Tenemos toda la esperanza que ella regrese con nosotros”, dijo sobre Solei, una perra que parece Dálmata, con una oreja negra y manchas oscuras alrededor de sus ojos.
Luzcan y su esposo dirigen una casa de rescate de animales, donde tienen 50 perros y un puerco llamado Jacinto. Durante el sismo, Jair Luzcan dijo que los perros corriendo alrededor del área de juego en círculos, nerviosos e inseguros por no saber a dónde ir. Dos torres adyacentes comenzaron a caer y algunas piedras cayeron en el estacionamiento.
La pareja puso correas a los perros y envolvió a Jacinto en una cobija. Pero cuando intentaron salir vieron que la única salida estaba bloqueada con una escalera. Rescatistas les dijeron que tenían una fuga de gas y necesitaban evacuar de inmediato. Les pidieron que dejaran ahí a los animales.
“¡Nosotros no podemos vivir sin ellos!”, gritó Jair Luzcan.
“¡Tú vida es más importante!”, le respondieron los rescatistas. “¡Corre, corre!”
Los Luzcan dijeron que hicieron a un lado la escalera y salieron con sus 51 animales. Una mujer vino a ayudarlos y juntos se los llevaron.
Sin embargo, en algún momento, Solei desapareció y no ha sido vista desde entonces.
“Nuestra hija se fue corriendo”, dijo Miriam Luzcan.
El viernes, Miriam seguía poniendo en redes sociales carteles digitales con la imagen de Solei.
El cartel de Jack muestra cuatro diferentes fotografías a color del perro blanco, sonriendo para la cámara mientras un hombre se agacha, le levanta las patas delanteras y cuelga su lengua. El letrero está dentro de una funda de plásticos y colocada con cinta alrededor de un árbol de una calle repleta de bares y cafés.
Su propietario, Juan Carlos Loyo, de 37 años, dijo que el día del sismo Jack estaba en su casa con una mujer que le ayuda con la limpieza. Cuando el suelo comenzó a moverse, tomó al perro y salió. Asustado, Jack la mordió y corrió.
Loyo dice que la mujer intentó atraparlo, pero no pudo.
Esa noche, Loyo salió con un grupo de amigos a buscarlo. Fueron a los lugares que creyó pudo haber ido, incluido el parque donde le gustaba jugar.
Pero no lo vieron por ningún lado.
Desde entonces, Loyo ha recibido llamadas y fotos de perros que la gente cree podrían ser de Jack, pero hasta ahora no ha tenido éxito.
Lo adoptó hace dos años después de que un amigo lo encontró vagando en la calle. Es, dijo, “mi vida entera”.
“Ha sido un golpe durísimo”, dijo. “No saber dónde está, no saber si está bien, si está comiendo, durmiendo. Al menos me encantaría saber que está bien”.
2017-09-24