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Una ciudad sin desperdicios de alimentos

Sabado, 16 de noviembre de 2013 a las 07:30 pm
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Agencia EFE

Un proyecto que empezó con un hombre en bicicleta rescatando las sobras de los restaurantes para distribuirlas entre los más necesitados pretende convertir Lisboa en la primera ciudad del mundo sin desperdicios de alimentos.

"La gente me conoce por ser ambicioso", afirma a Efe Hunter Halder, un estadounidense afincado en Lisboa que fundó la organización de aprovechamiento de alimentos Re-food.

Desde 2011, Halder pedalea cada día por las calles de la capital portuguesa con un sombrero marrón y un portaequipajes con fiambreras que le hace fácilmente reconocible entre los vecinos.

En un primer momento, su misión surgió de la inquietud que le despertó la pregunta de su hijo: ¿qué va a hacer el restaurante con la ensalada que sobra?.

"Mi hijo me dijo que aquello de tirarla era una vergüenza y yo le expliqué que los restaurantes no tenían la culpa, que no tenían alternativa. Y cuando dije la palabra alternativa se encendió una luz en mi cabeza", cuenta.

Aquella idea original fue avanzando de puerta a puerta en el barrio Nossa Senhora de Fátima de Lisboa y el éxito de la iniciativa creció por el boca a boca, ayudado por la particular fama de Halder.

Dos años después, la institución ya establecida planea llegar en 2014 a todos los barrios de la capital portuguesa con veinte grupos de trabajo dentro de la campaña "Lisboa 100 %".

Por el momento, al menos diez equipos y más de mil voluntarios trabajan como mediadores entre las cocinas de los bares y los vecinos de cada zona.

En el día a día, los voluntarios hablan con el restaurante, tocan la puerta a una hora acordada para preguntar si sobró comida y llevan los restos a familias y ancianos sin recursos o a organizaciones de barrio que ofrecen comedores sociales.

"Yo pensaba que iba a ser más difícil y no lo es, es trabajo. Explica, enseña, busca comida, da la comida. Lo difícil fue tomar la primera decisión de dejar de ganar dinero para crear una organización en la que nadie gana un penique", explica.

Re-food juega con la ventaja de una premisa que Halder repite: "a nadie le gusta tirar comida". Sin entrar en el "chantaje psicológico", subraya, los voluntarios explican y pasan a diario por el restaurante para preguntar si sobró algo.

"Somos unos pesados. Vamos cada día. Si hay sobras, ofrecemos un envase para colocarlo. Si no queda nada, les damos la enhorabuena por el negocio. Y funciona cuando entienden que nuestra intención es un servicio sin coste", señala.

La organización crece a modo de franquicia. Re-food da charlas, enseña cómo trabajar a una asociación en un barrio, intenta inspirar a nuevos gestores, y apoya con la logística y la "marca".

"Estamos creando un nuevo modelo de asistencia a un nivel micro, de barrio, de comunidad pequeña, frente a otros modelos que también funcionan pero que pasan por cadenas grandes de distribución y van con furgonetas a recoger la comida", señala Halder.

Otro grupos en Portugal siguen la misma línea de acción, como el Banco Alimentario -una organización de recogida de comida a la puerta de los supermercados y en otros puntos- o Cero Desperdicio -otra entidad que conecta restaurantes y empresas con asociaciones de caridad-.

Las iniciativas se han extendido en un momento en que el país atraviesa la peor crisis económica desde el inicio de la democracia en 1974.

Según datos oficiales, el paro llega a cerca del 16 %, un 18 % de los ciudadanos vive bajo el umbral de la pobreza y unas 360.000 personas pasan hambre.

Al mismo tiempo, según estimaciones de Cero Desperdicio, 50.000 comidas acaban en el contenedor cada día en el país y un 20 por ciento del total de la basura corresponde a alimentos.

A nivel europeo, cada año asciende a casi 90 millones de toneladas de despilfarro en toda la Unión Europea (UE), 179 kilogramos anuales por persona.

También según datos comunitarios, se prevé que el derroche se dispare si no se toman medidas y en 2020 habrá un incremento del 40%, hasta los 126 millones de toneladas.

En ese proceso, los particulares y la industria asumen la mayor parte de la responsabilidad, con un 42 % y un 39 %, respectivamente, frente a la restauración (14 %) y las cadenas de distribución agroalimentaria (5 %).

Domingo, 17/11/2013