En la reciente final de Roland Garros, Carlos Alcaraz no solo exhibió su excelencia tenística, sino que también ofreció una notable lección de deportividad. Al inicio del segundo set, tras un potente saque de Jannik Sinner que la juez de silla marcó como fuera, Alcaraz actuó con una integridad ejemplar que captó la atención de todos los presentes.
Sin esperar la confirmación oficial, el tenista murciano se acercó a la marca de la bola con la convicción de que esta había sido buena. Tras una breve inspección, Alcaraz no dudó en validar el punto a favor de Sinner, limpiando la marca en la arcilla. Este acto de honestidad generó una ovación rotunda en la cancha Philippe Chatrier, subrayando el reconocimiento del público a sus valores deportivos.
Este incidente no representa un hecho aislado en la trayectoria de Alcaraz. Días antes, durante los octavos de final contra Ben Shelton, se produjo una situación similar. En un momento crucial del partido, Alcaraz admitió ante la juez de silla que su raqueta se había soltado antes de impactar la bola, anulando un punto que le habría sido favorable.
La decisión de Alcaraz de ceder el punto a Shelton, a pesar de la euforia del público por la jugada, demostró su firme compromiso con el fair play. Este gesto, inicialmente imperceptible para la mayoría, le concedió a Shelton una oportunidad de quiebre que, aunque no se concretó, destacó la integridad del jugador español en un escenario de alta competición.
Posteriormente al partido, Alcaraz explicó su postura: "Era el golpe del día, sí, pero sabía que no era legal. No me hubiera sentido bien ganándolo así". Sus declaraciones enfatizan una ética que prioriza la justicia sobre el resultado a cualquier costo, enviando un mensaje significativo al ámbito deportivo y a sus seguidores. Su desempeño en Roland Garros, más allá de la consecución del título, consolidó su reputación como un referente de caballerosidad en la cancha.
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