El nombre de Roberto Clemente Walker ha sido sinónimo de grandeza y leyenda en el ámbito beisbolístico, y es que su historia todavía sirve de ejemplo para las nuevas generaciones por su talento en el terreno, así como su bondad humanitaria.
Nacido en 1934 en Carolina, Puerto Rico, Clemente inició su carrera en las Grandes Ligas en 1955 con los Piratas de Pittsburgh, equipo con el que jugó toda su carrera en las Grandes Ligas.
Desde un principio, el boricua fue capaz de llamar la atención por su increíble habilidad defensiva, un brazo prodigioso y su estilo de bateo único. A pesar de todo y de perder frente a la discriminación en una época de segregación, Clemente fue capaz de resistir, dejar que su juego hablara por sí mismo.
Carrera intachable e histórica
La ética del trabajo de Clemente era intachable. Su constancia y compromiso con la excelencia lo llevaron a ganar cuatro títulos de bateo de la Liga Nacional y a ser escogido en 15 ocasiones para el Juego de Estrellas.
En 1971 conquistó la Serie Mundial, siendo además el Jugador Más Valioso de dicha serie en lo que fue el ocaso de su brillante carrera, la cual culminó en 1972 en un último encuentro de infarto, pues fue su última oportunidad para conseguir los 3.000 hits, y así lo logró.
Una vida dedicada a la labor social
El corazón de un gigante fuera de los diamantes: Roberto Clemente era un hombre a tener en cuenta, con una conciencia social muy profunda. No obstante su fama y su fortuna, nunca olvidó sus orígenes. Clemente tomaba como altavoz las personalidades del deporte que trataban de reivindicar los derechos de minorías o de erradicar la pobreza.
Pasaba sus temporadas bajas en Puerto Rico, dispuesto a organizar clínicas para jóvenes jugadores de béisbol, o bien con el deseo de ayudar a comunidades carentes. Consideraba que el béisbol era, más que un simple deporte, una herramienta al servicio de las personas para poder unirlas y darles esperanzas.
Tiene una manera de recordarse a sí mismo: "En ocasiones que tengas la oportunidad de ayudar a alguien, hazlo". Esta forma de entender la vida guio cada uno de sus pasos, y lo acercó a ser un verdadero héroe para su gente.
Trágico desenlace de Clemente
El 23 de diciembre de 1972, un terrible terremoto sacudió a Managua, Nicaragua, con una destrucción masiva y la muerte de alrededor de 20,000 personas, un hecho que motivó a Clemente a ayudar a los damnificados por el sismo.
Para ello, organizó, con la ayuda de sus compañeros de equipo, una campaña de ayuda, consistente en todo lo que se pudiera recaudar: comida, ropa y, por supuesto, medicamentos.
Sin embargo, al enterarse de que las ayudas proporcionadas podrían ser desviadas como consecuencia de la corrupción, Clemente decidió ir directamente a Managua para asegurarse que la ayuda llegara sin contratiempos.
Fue así cómo, el 31 de diciembre de 1972, el DC-7 que transportaba a Clemente y su valiosa mercancía humanitaria partió de la pista del aeropuerto de San Juan. Pero el avión que se encontraba sobrecargado tuvo un aparatoso accidente y se estrelló en el mar poco después de despegar. El cuerpo de Roberto Clemente nunca se recuperó a pesar de las intensas labores de rescate.
En un gesto sin precedentes, la MLB eximió a la regla habitual de cinco años de espera para ingresar a Cooperstown y lo inmortalizó en el Salón de la Fama en 1973. Su legado vive en la fundación que lleva su nombre y en el premio Roberto Clemente, otorgado anualmente a un jugador que se destaca por su excelencia en el campo y su labor humanitaria.
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