2001.com.ve | Raúl Jiménez Sánchez [email protected]
BATIENDO RÉCORDS DE TAQUILLA
A veces surgen excepciones a la regla y así tenemos que es posible que segundas partes sí sean mejores. Si algo diferencia a esta secuela de su original, es que sí se encuentra bien realizada. En efecto, “Annabelle 2: La Creación” captura el interés desde el inicio, cuando se observa el proceso de ensamblaje del juguete, una muñeca común y corriente, sin nada de particular. Lo sombrío se va desplegando luego, cuando un incidente trágico termina con la vida de una inocente.
En la cinta las víctimas de las endiabladas manifestaciones son niñas y eso pone a la audiencia en vilo, compartiendo con mayor intensidad el tormento. La pareja que conforman el fabricante de juguetes Samuel Mullins y su esposa Esther atraviesa por un duro proceso de duelo luego de perder a su pequeña Bee. Doce años después del incidente deciden llenar su remota casona de vida y ofrecen la residencia a una congregación católica para que instalen un orfanato de niñas.
En principio se trasladan seis chicas y una joven novicia, quien funge como ductora. Todo luce muy apacible. Solo existe una única advertencia de parte del señor Mullins: la habitación de Bee debe permanecer cerrada. Pero una de las niñas no resiste la tentación y entra al lugar donde está atrapada la nefasta muñeca. A partir de allí se desata el infierno.
TERROR A LA ANTIGUA
El terror en “Annabelle 2” no se basa en efectos especiales en sí, sino en el manejo de todas las tradicionales y manidas claves de suspenso que ya conocemos del cine, particularmente el norteamericano, pero manejadas con gran destreza: claroscuros, marionetas, sabanas, levitaciones, movimientos sutiles, juegos de cámara, etc… lo que queremos poner de manifiesto es que no se trata de complejos trucos creados en computadora, sino de complementos más sencillos que iluminación, música, maquillaje y actuación resaltan de forma tal que impactan la psique del espectador, generando la mayor sensación de espanto posible.
Se nota la mano firme en la dirección. Este es el segundo largometraje del realizador sueco David F. Sandberg (21/01/1981), su anterior film, “Cuando las luces se apagan” (2016), fue un auspicioso despegue y un buen ejercicio de cine de terror: entretenido y creativo. Ahora en plena fase de maduración en el género, da un salto cualitativo, que lo ha llevado a inquietar al espectador con más crudeza. Y lo hace con pasmosa agilidad. Porque si algo tiene “Annabelle 2” es que se fluye con velocidad, evitando digresiones o interminables introducciones, apela a la intuición de la audiencia para dar sentido a una trama que tiene el objetivo de angustiar, de una vez.
Esta secuela asume a la transgresión como punto de partida, primero “no es lo mismo llamar al demonio que verlo llegar”: los padres de Bee, desconsolados, no se resignan a su pérdida y en su afán de recuperarla invocan fuerzas que luego no pueden controlar, justo en ese punto la muñeca da cuerpo al infierno de los Mullins. La siguiente transgresión (y es la que motoriza la acción del film) es el momento en que la niña afectada de poliomielitis irrumpe en la habitación que le prohibieron abrir. Lo que queda suelto es un espíritu incontenible y cruel.
A LA ALTURA DE “EL CONJURO”
El elenco de la película no tiene una figura protagónica de renombre, quizás la actriz con más cartel es Miranda Otto (la australiana interpretó a la valiente Eowyn en “El Señor de los Anillos”), aquí es la madre desconsolada Esther Mullins. Pero quienes acaparan la atención son las dos niñas protagonistas, las hermanas huérfanas Linda (Lulu Wilson) y la discapacitada Janice (Talitha Bateman), ambas se ponen en contacto con lo macabro, lo cual paulatinamente las abruma y distancia.
Como corolario, a la audiencia se le permite hacer la perfecta conexión con la primera “Annabelle” al final de la trama. Todo queda absolutamente entendido y además abierto para una posterior y segura secuela. “Anabelle 2” ha batido récords de taquilla desde su reciente estreno. Ahora sí se puede asegurar que el spin-off de la macabra muñeca corresponde con creces a la calidad de las cintas de las que se desprende, las de la saga de “El Conjuro”, films de impecable realización.
No esperen grandes escenas de horror. Lo que recibirán son pequeñas dosis efectivas de tormento, con un despliegue comedido, minimalista, pero con el suficiente impacto para mantenerlos aferrados a sus asientos. Esa magia solo es propia de los buenos artesanos del cine.
LA VERDADERA ANNABELE
Esta es la Annabelle que es exhibida en el lúgubre museo de los videntes e investigadores de lo oculto, los esposos Ed y Lorreine Warren, cuyas andanzas se ven retratadas en la saga “El Conjuro”. A diferencia del tenebroso juguete que aparece en el film, la real Annabelle es una simpática y sonreída muñeca de trapo. De acuerdo con los Warren, dentro de ella se mueve un demonio voluntarioso y ruin.
Por cierto, pendientes, porque su “doble” aparece en esta secuela. Ojalá que ahora sí, nadie se vea tentado a abrir la puerta de su actual prisión de cristal…
Fotos: Cortesía
2017-09-01