Fieles católicos fueron crucificados en varias poblaciones del norte de Filipinas, mientras docenas de flagelantes recorrieron las calles con las cabezas cubiertas y las ropas ensangrentadas con motivo de las celebraciones del Viernes Santo.
En San Pedro Cutud, donde las crucifixiones se han convertido en un acontecimiento anual que atrae a miles de turistas, una docena de personas recorrió los dos kilómetros con la cruz a cuestas para luego ser clavados a la madera.
Entre ellos se encontraba Ruben Enage, un carpintero de 52 años, quien hoy fue crucificado por vigésima séptima vez desde 1985.
Enage había prometido cumplir la penitencia veinte veces cuando se salvó milagrosamente de una mala caída de un andamio, pero una vez cumplió continuó realizando el ritual porque, según dijo, cada vez que trataba de dejarlo alguien de su familia caía enfermo.
Aunque las crucifixiones más conocidas son las de San Pedro Cutud, también se vive la misma pasión y penitencia en otras ciudades de la esa provincia de Pampanga, como en San Fernando o en Santa Lucía.
Las crucifixiones del Viernes Santo forman parte de las celebraciones de la Semana Santa filipina, a pesar del rechazo de la influyente Iglesia Católica que no recomienda estos rituales.
Cerca del 80 por ciento de los 94 millones de habitantes se declara católico en Filipinas, el único país de Asia donde esta religión es mayoritaria. EFE