Una representación de familiares y exsoldados del caucho brasileños se desplazaron hoy hasta Washington para pedir ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que estos veteranos de la Segunda Guerra Mundial obtengan pensiones "dignas" y sean plenamente reconocidos por el Gobierno.
La mayoría de los llamados soldados del caucho que aún viven tienen más de 75 años (algunos de ellos superan los noventa) y fueron reclutados en régimen militar por el Gobierno federal cuando eran adolescentes para ser desplazados a la Amazonía y contribuir a las tareas de extracción de caucho vegetal, como esfuerzo de guerra para las potencias aliadas.
Se trató, por tanto, de un reclutamiento militar, por lo que desde finales de la década de 1980 la administración brasileña les reconoce como tales y les concede dos pensiones mínimas al mes, una compensación que, a juicio de varios de los familiares y de los propios afectados, "en muchas ocasiones no llega a hacerse efectiva".
"Uno de los mayores problemas radica en que, para tener acceso a la pensión, los exsoldados tienen que demostrar su pasado con documentos y pruebas escritas, cuando muchos de ellos lo han perdido todo a causa de inundaciones y las inclemencias propias de una región selvática", apuntó en la audiencia Carlos Eduardo, defensor público del estado de Pará (Brasil).
"No se ha reconocido a todos los soldados del caucho", remachó el abogado, quien lamentó la "falta de respeto" a quienes, en su juventud, "fueron militarizados y enviados a la Amazonía en condiciones muchas veces infrahumanas" y ahora, en su vejez, "se les trata de manera peyorativa".
Después de la guerra, los soldados del caucho fueron desmovilizados, pero muchos de ellos no pudieron regresar a sus casas y permanecieron en la región cauchera, aquejando las secuelas de su duro trabajo en la selva: "30.000 hombres fallecieron en 1946″, recordó Eduardo.
Al abogado le acompañaron en su comparecencia en la sede de la CIDH en Washington José Suárez da Silva, de 93 años, y Antonio B. Silva, de 89, ambos exsoldados del caucho, además de Edna Comesanha, hija de un exsoldado de 86 años que no pudo desplazarse por motivos de salud.
"El reclutamiento de mi padre resultó en la ruptura de los lazos familiares con su madre y hermanos cuando él era un adolescente. Jamás volvió a verles hasta sesenta años después, cuando se reencontró con algunos de sus hermanos", recordó emocionada Comesanha, quien en declaraciones a Efe se quejó de que las dos pagas que su padre recibe son "irrisorias".
"Mi padre sacrificó su vida para ir a la selva a extraer caucho vegetal para los aliados. Ahora es un anciano enfermo que, con el dinero del Gobierno apenas puede pagarse los cuidados que merece", indicó la hija del veterano.
Otro de los aspectos que salió a relucir durante la audiencia de hoy en la CIDH fue el caso de los trabajadores del caucho autóctonos de la región cauchera, quienes no fueron reclutados ni desplazados por el esfuerzo de guerra, pero colaboraron igual en la extracción.
Al no haber sido reclutados formalmente, estos extrabajadores no reciben las dos pagas con las que son compensados sus compañeros, sino que el Gobierno les otorga una sola pensión, como a los trabajadores rurales.
"No se puede comparar a los soldados del caucho con trabajadores rurales. Fueron tratados como militares y merecen las compensaciones que les corresponden como tales", se quejó el defensor público del estado de Pará.
Por su parte, la delegación del Gobierno brasileño reconoció "el esfuerzo" realizado por los soldados del caucho durante los años de la guerra, recordó que por ello ya reciben una pensión vitalicia y aseguró que se está valorando en el Congreso una iniciativa para "rebajar" los requisitos documentales para acceder a las pensiones.
"En cuanto a los nativos de la región, que no fueron reclutados, tienen una situación equiparable a la de los trabajadores rurales porque así lo fija la ley: un sueldo mínimo al mes de pensión por vejez", concluyó el funcionario gubernamental João Guilherme Fernandes. EFE