EFE
Los grupos de autodefensa del estado mexicano de Michoacán se aprestan a conmemorar este lunes el primer aniversario de su movimiento, una chispa de rabia popular que forzó al Gobierno a volcarse en esta región.
La llama que surgió de esta chispa, sin embargo, se está debilitando con el tiempo, tanto por diferencias entre sus líderes como por sospechas sobre la infiltración de presuntos colaboradores del narcotráfico, el enemigo que los hizo alzarse en armas.
El 24 de febrero del año pasado, dos localidades de la Tierra Caliente de Michoacán, La Ruana y Tepalcatepec, decidieron formar sus propios grupos de civiles armados para expulsar a Los Caballeros Templarios, el cártel que dominaba la región.
Lo hicieron ante el vacío de autoridad, la corrupción entre las autoridades locales y el hecho de que muchos policías municipales estaban al servicio de los "templarios".
Desde entonces han sido cerca de dos docenas los municipios de Michoacán que han corrido la misma suerte, aunque desde hace varias semanas el Gobierno reforzó la región con miles de efectivos de la Policía y del Ejército para reafirmar su autoridad.
"Primero estábamos indecisos, más bien hartos, pero los compañeros vinieron y nos desenterraron", dijo a Efe un integrante del grupo de autodefensa en Antúnez, un pueblo situado a 22 kilómetros de Apatzingán, la ciudad más importante de la llamada Tierra Caliente de Michoacán, en el suroeste de México.
"Ahorita ese temor prácticamente se ha acabado, poco a poco, e incluso vamos a apoyar a algunos pueblos vecinos a levantarse en armas y estar todos más seguros", añadió el vecino de Antúnez, que pidió mantener en reserva su identidad.
El Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto ha adoptado una serie de decisiones para hacer frente a este fenómeno, que han incluido desde amenazas de meter en la cárcel a los miembros de estos grupos de civiles armados hasta dialogar con ellos para integrarlos al sistema.
Ha nombrado a un comisionado especial de seguridad, Alfredo Castillo, y se han designado altos funcionarios que intentarán cumplir con funciones que le corresponden al Gobierno estatal.
Las primeras exigencias de desarme fueron desoídas y criticadas por los grupos de autodefensa y, al final, el Gobierno decidió abrir un registro oficial para ese armamento e intentar integrar a esos civiles en guardias rurales.
Esas medidas, sin embargo, están extendiéndose muy poco a poco por la región. En algunos lugares aseguran que nadie ha llegado allí para ordenar estos temas, especialmente en las localidades más apartadas o con menor población, como Antúnez.
Por eso, mientras en comunidades como La Ruana, uno de los lugares donde estalló el movimiento hace un año, el retén de entrada al pueblo está integrado por miembros desarmados de las autodefensas, en otras como Antúnez o Parácuaro los civiles muestran visiblemente sus armas, que incluyen fusiles automáticos AK-47.
"No nos han molestado con las armas. Me imagino porque es un pueblo más pequeño y entonces corremos más peligro. Hay más gobierno en una ciudad", dice el vecino de Antúnez.
El aniversario del surgimiento de este movimiento se celebrará, en principio, en la comunidad de La Ruana, con grupos coordinados por Hipólito Mora, un productor de limón convertido en "comandante" de su comunidad.
Está previsto que se oficie una misa en el lugar y luego haya un desfile de autodefensas.
El primer aniversario del movimiento llega en medio de diferencias y rivalidades entre los líderes originales y los que poco a poco se han ido sumando. No hay un portavoz unificado y cada cual anda por su lado, desconfiando de los demás.
Las diferencias se reflejan incluso en lo que se refiere a quién se alzó primero. Mora dice que fue La Ruana y dos horas después Tepalcatepec, a unos 20 kilómetros de distancia. Pero el "Comandante Cinco", a cargo de Tepalcatepec, asegura que fue a la inversa.
En un recorrido por varias localidades de Tierra Caliente se pueden observar los diferentes esquemas de este movimiento. En algunas, los civiles armados están organizados y coordinados, pero en otras es un esfuerzo incipiente, aislado y lleno de riesgos.
Y es que hay temores de que los grupos de autodefensa estén infiltrados por "templarios" que se han cambiado la chaqueta y estén en posición de recuperar el poder que tenían.
"Hay personas que eran de los ‘templarios’ y son de la organización (de autodefensas), y se les da el respeto y el rango", sostiene el integrante del consejo de ciudadanos de un pueblo de la comarca, que pidió no ser identificado.
"Esto es una bomba de tiempo", sostiene este vecino. "Si no somos listos y si nosotros como pueblo no hacemos un plan B para evitar estas cosas, va a pasar, y ya está pasando", insiste.