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Es el mes sagrado del Ramadán, y en el mundo musulmán se reúnen familias y amigos, se intercambian regalos y se rompe el ayuno diario cada noche en medio de alegres escenas callejeras.
No así en Ciudad Gaza, una de las más densamente pobladas del mundo. Un incesante bombardeo israelí con incursiones cada cinco minutos ha convertido la capital de la Franja de Gaza, habitualmente escenario de una actividad frenética, en un pueblo fantasma con calles vacías, tiendas cerradas y los habitantes en sus casas, donde se sienten más a salvo de las bombas.
En Israel, cientos de cohetes disparados por milicianos desde Gaza también obligan a los civiles a correr a los refugios antiaéreos y permanecer cerca de sus casas. Pero aquí no ha habido víctimas fatales, mientras que en Gaza superaban las 120 el sábado luego de cinco días de ataques.
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En Gaza, la gente se debate entre el miedo por su seguridad y la tristeza por haberse perdido un Ramadán normal, una época de profunda espiritualidad sazonada con júbilo y festejos.
"La situación es muy mala, nada habitual", dijo el ama de casa Umm Al-Abed.
"La gente durante el mes de Ramadán se visitaba y compraba cosas que solo se venden en el Ramadán. Pero ahora, debido al clima de guerra, la gente tiene miedo de salir y no hay salarios para nadie", añadió mientras buscaba en vano una tienda abierta en Omar Mujtar, una de las arterias principales de la ciudad, donde esperaba comprar comidas especiales para la fiesta. "La economía está muy mal y puedes ver que las tiendas están cerradas y la gente está en sus casas".
En la vecina Jabalya, Ibrahim Mahmoud Daoud, de 77 años, observaba con gesto adusto mientras varios vecinos jóvenes le ayudaban a remover los escombros de su casa de dos plantas, arrasada el viernes por una bomba israelí. El padre de ocho hijos —siete hijas casadas y un hijo soltero— comentaba con aire desafiante esta nueva ola de violencia en el interminable enfrentamiento entre Israel y Hamas.
No estaba claro por qué habían bombardeado su casa. Israel dice que ataca los edificios utilizados por Hamas con fines militares.
"No necesitamos casas", dijo Daoud. "Necesitamos un país. Ojalá yo fuera joven, entonces me pondría un cinturón suicida y lo detonaría en Tel Aviv".
Algunos critican a Hamas por lo bajo. Abu Ali, un conductor que trabaja en el negocio familiar y se identificó solo por sus nombres para evitar represalias, dijo que en su vecindario detestan a la milicia.
"Aquí todos odian a Hamas", dijo. "Pero tienen miedo de decirlo en público. Nuestra comida viene de Israel, pero les devolvemos cohetes… cohetes que ni siquiera abren hoyos en el suelo".
2014-07-12
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