De pie, ante la laguna de Ébrié en el barrio de Petit Bassam, en el sur de Abiyán, la capital económica de Costa de Marfil, un hombre orina en sus aguas como es la costumbre de los lugareños.
Como él, al aire libre, en el agua o en zonas refugiadas de miradas indiscretas y completamente desprovistas de higiene, millones de personas en este país africano hacen sus necesidades diariamente, exponiéndose a graves consecuencias para la salud debido a la falta de instalaciones sanitarias adecuadas.
Un informe del Ministerio de Planificación y Desarrollo marfileño indicó que en 2016 la defecación al aire libre era pauta habitual del 21,8 % de la población en Costa de Marfil, mientras que el 24,4 % utilizaba letrinas de pozo sin losa o agujero abierto.
Según los últimos datos de un programa conjunto de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef para el seguimiento del suministro de agua, el saneamiento y la higiene, en 2017 en este país africano uno de cada cuatro hogares (25,7 %) practicaba la defecación al aire libre, principalmente en zonas rurales (43,6 %).
En el barrio de Petit Bassam, baños improvisados se abren directamente a orillas de la laguna de Ébrié -separada del océano Atlántico por un largo y estrecho cordón litoral-, donde moscas y otros insectos danzan en torno a esa suciedad.
"Sí, estos son nuestros baños y es lo mismo para todo el mundo en la zona. Las tuberías de desagüe caen a la laguna", explica a Efe un niño de unos 12 años.
La situación es similar en el distrito de Adjamé-Paillet, en el norte de la capital económica, donde hay aseos comunitarios insalubres en el exterior de las casas, fabricados con materiales reciclados como chapa y bolsas de plástico.
Sin embargo, tener acceso a un saneamiento de calidad fue reconocido en julio de 2010 como un derecho humano por la Asamblea General de la ONU.
Un derecho del que carecen, no obstante, 3.600 millones de personas en el mundo y un problema que se pretende visibilizar cada 19 de noviembre en el Día Mundial del Retrete desde hace ocho años.
AGUJEROS EN EL SUELO COMO INODOROS
"Nosotros, en casa de mi abuelo, somos muy numerosos. Estos son nuestros aseos, ahí fuera", señala Abdoul, un joven estudiante de 20 años que vive en Adjamé-Paillet.
Abdoul muestra cinco pequeñas casetas de apenas dos metros cuadrados cada una, construidas sobre un terreno rojizo y arcilloso deformado por las últimas lluvias con chapas metálicas desiguales y oxidadas que hacen de paredes y a techo descubierto.
En el interior de cada uno de estos cubículos hay un inodoro que consiste en un agujero en el suelo, utilizado por toda la familia, de más de una veintena de personas, incluidos los más pequeños.
En su mensaje de este año por el Día Mundial del Retrete, el secretario general de la ONU, António Guterres, recordó que carecer de acceso a sistemas de saneamiento seguros "amenaza la salud, daña el medio ambiente y obstaculiza el desarrollo económico".
"Cada día, 700 niños menores de 5 años mueren (en el mundo) a causa de enfermedades causadas por instalaciones de agua y saneamiento insalubres", advirtió.
Souaré, también vecino de Adjamé-Paillet, tiene un inodoro que comparte toda la familia y se encuentra en la puerta de su casa, también en una pequeña caseta.
"Antes era peor, se hacía en los arbustos frente a las casas o en algo parecido a un retrete excavado en el suelo", confiesa a Efe.
Los retretes, recuerda este vecino, consistían hace años en excavar un agujero de siete u ocho metros de profundidad sobre el que se colocaba una losa y cuando se llenaba debía de abrirse un nuevo agujero en otra parte.
"Llevo viviendo aquí desde 1977 y lo que se ve es una gran mejora", asegura Souaré con un cierto aire de orgullo por este pequeño progreso. EFE
2021-11-19