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España regresará el domingo a las urnas, tras más de seis meses sin gobierno oficial y el Reino Unido decidirá si se va o si se queda de una vez en la unidad europea.
El referendo de Gran Bretaña y los comicios españoles se ven como una tentación para las aspiraciones de los grupos separatistas del Viejo Continente
Europa está a punto de vivir una semana crucial que puede dar un giro dramático a la unidad que tanto le ha costado construir, tras las cenizas de la Segunda Guerra Mundial.
La primera prueba de fuego se llevará a efecto este jueves 23, cuando el Reino Unido concurra a un referendo en el que decidirá su permanencia o salida del bloque integrador.
El segundo trance del Viejo Continente lo representa la segunda vuelta de las elecciones generales españolas, tras más de seis meses de gobierno en funciones, a falta de acuerdos entre la dirigencia política.
Los dos eventos podrían acentuar, aún más, la debilidad de la unidad europea, considerando las viejas aspiraciones separatistas que rondan en la región, especialmente en España, y los efectos de las migraciones que han enfrentado a los socios.
El propio Reino Unido podría revivir intentos de separación en Escocia e Irlanda del Norte, sin contar con movimientos de autodeterminación menos militantes en Mercia y Gales.
Entre otros, lo ha advertido el presidente de la Federación del Comercio Mayorista Exterior y del Sector Servicios (BGA) de Alemania Anton Börner, que teme que la decisión produzca una reacción en cadena.
“Si el Reino Unido deja la Unión Europea, se producirá un fuerza centrífuga y otros países seguirán ese ejemplo”; ello supondría “el principio de la disolución de la UE”.
Susto tras susto. Solo asomarse a las urnas para debatir entre el sí y el no, por parte del Reino Unido, ha provocado más de un espasmo en la región y, de consolidarse la separación, el resto del mundo se prepara para lo que se prevé como un gran desbalance en la economía, dado a que la Commonwealth es la quinta economía internacional.
Pero lo que se ve con susto desde fuera, se mira como una película de terror desde adentro, cuando el ministro británico de Economía George Osborne advierte que el Reino Unido entraría en recesión económica, en caso de que se apruebe lo que los medios sintetizan con la palabra Brexit.
Si eso prospera, el gobierno contempla un plan de ajuste de urgencia, de 30.000 millones de libras (38.000 millones de euros) -la mitad a través de una subida de impuestos y la otra mitad recortando el gasto público.
El asomo de esta medida dejó visible la división del partido de gobierno, pues unos 57 diputados del Partido Conservador bloquearían el plan de Osborne.
“Muerte a los traidores”. Como si fuese poco traumático el plebiscito, el asesinato de la diputada laborista Jo Cox, de 41 años, casada y ma-dre de dos niños pequeños, partidaria de la permanencia británica en la UE, aumenta las divisiones internas.
Las heridas en la sociedad británica se abrieron aún más este sábado, cuando Thomas Mair, el asesino de la parlamentaria compareció ante la justicia y mostró una actitud desafiante al negarse a dar su dirección y corroborar su fecha de nacimiento.
Cuando el magistrado le preguntó su identidad, solo dijo: “Mi nombre es muerte a los traidores. Libertad para el Reino Unido. La respuesta inmediata de las autoridades fue suspender temporalmente la campaña.
2016-06-19