DPA
Poco antes de que la familia de Ana Frank pasara a la clandestinidad debido a la persecución de los nazis, la joven le entregó a una vecina, en 1942, una latita llena de canicas, un servicio de té para muñecas y un libro, pidiéndole que los cuidara, indicó hoy la Fundación Ana Frank en Ámsterdam.
Cuando han pasado casi 70 años tras el asesinato de Ana Frank en manos nacionalsocialistas, aquella vecina, Toosje Kupers, actualmente de 83 años, entregó las canicas a la Fundación que lleva el nombre de la joven.
Kupers quiso entregar todos los pequeños tesoros al padre de Ana, Otto Frank, el único miembro de la familia que logró sobrevivir al campo de concentración. Pero, según relató a la televisión holandesa, tuvo permiso para conservar las canicas, que estuvieron durante años en una latita, dentro de un armario.
Al mudarse, volvió a toparse con ella y la entregó a la Fundación Ana Frank.
Las canicas serán exhibidas a partir de este martes en una exposición sobre la Segunda Guerra Mundial que tendrá lugar en Roterdam.
La familia Frank se mantuvo oculta en una vivienda en la Holanda ocupada entre 1942 y 1944. Logró subsistir allí gracias al apoyo de algunos colaboradores que los proveían con víveres y los suministros básicos, pero en agosto de 1944 fueron descubiertos, detenidos y deportados al campo de concentración de Auschwitz. Su historia se hizo mundialmente famosa a partir del diario que la pequeña Ana Frank escribió durante los años en aquella vivienda.