AFP
El papa Francisco creó el sábado 20 nuevos cardenales procedentes de los cinco continentes, muchos de ellos socialmente comprometidos, con lo que confirma su deseo de impulsar una Iglesia menos eurocentrista.
"Que el pueblo de Dios vea siempre en nosotros la firme denuncia de la injusticia y el servicio alegre de la verdad", instó el papa a los nuevos cardenales, durante la ceremonia solemne en la basílica de San Pedro en el Vaticano.
A los 20 nuevos purpurados, entre ellos cinco latinoamericanos provenientes de Panamá, México, Uruguay, Colombia y Argentina y un español, el papa instó a no aceptar "injusticias".
Los nuevos "príncipes de la Iglesia" recibieron la birreta roja así como el título y el anillo cardenalicio de manos del papa argentino y en presencia del papa emérito Benedicto XVI, quien estaba vestido con sotana blanca, una prerrogativa de los pontífices.
Tal como ocurrió hace un año, durante la ceremonia de investidura de los primeros purpurados del pontificado de su sucesor, Benedicto XVI asistió en la primera fila.
Pese a la solemnidad del acto y del lugar, Francisco recordó a los nuevos purpurados que "el cardenalato no es una distinción honorífica" "ni un accesorio" o condecoración" sino "un punto de apoyo y un eje para la vida de la comunidad".
En su breve discurso, el papa trazó el perfil del purpurado de su pontificado: un religioso que conoce "la magnanimidad", que "ama lo que es grande, sin descuidar lo que es pequeño", que conoce "la benevolencia", que vive "en la caridad" y "descentrado de sí mismo", explicó.
"El que está autocentrado busca inevitablemente su propio interés y cree que esto es normal, casi un deber", advirtió Francisco, que los invitó ante todo a rechazar toda injusticia.
"Ni siquiera la que podría ser beneficiosa para él o para la Iglesia", recalcó.
"Tampoco las dignidades eclesiásticas estamos inmunes a la tentación de la envidia y el orgullo", agregó.
Por segunda vez desde que fue elegido pontífice en marzo del 2013 Francisco decidió premiar con el título cardenalicio a representantes de países pobres y subdesarrollados, en este caso 18 naciones, seis de las cuales no habían contado jamás con un cardenal: Cabo Verde, Tonga, Birmania, Mozambique, Nueva Zelanda y Panamá, con José Luis Lacunza, obispo de David, el primero de la historia de ese país.
Casi todos los escogidos son obispos humildes y sencillos, que han dedicado su vida a los migrantes, a los pobres, o trabajado en ciudades azotadas por la violencia, la pobreza y los conflictos.
De los quince nuevos cardenales con derecho a voto, sólo uno trabaja en la Curia Romana (el Prefecto de la Asignatura Apostólica, el tribunal para los conflictos jurídicos), mientras tres vienen de Asia, tres de América Latina, dos de Oceanía y dos más de África.
A esos purpurados que trabajan en contacto permanente con la gente, el papa argentino reconoció que "no les faltan ocasiones para enojarse", dijo.
"La caridad y sólo ella, nos libra del peligro de reaccionar impulsivamente (…) del peligro mortal de la ira acumulada", aseguró.
Los 20 nuevos miembros del Colegio Cardenalicio representan también la diversidad de la iglesia católica y deberán aportar sus experiencias al Vaticano.
Los obispos de Tonga, Birmania, Cabo Verde, Adís Abeba (Etiopía), Bangkok (Tailandia), Hanoi (Vietnam), de la isla italiana de Lampedusa , de Morelia (México) y David (Panamá), se convierten así en ejes de la Iglesia "pobre y para los pobres", como desea el papa.
El papa ignoró a los obispos de grandes archidiócesis europeas como Venecia y Turín, que suelen contar con cardenales por tradición, y escogió prelados de regiones olvidadas, como el italiano Francesco Montenegro, de Agrigento, en Sicilia, testigo del dolor de los cientos de migrantes que arriesgan la vida en el Mediterráneo al intentar entrar a Italia.
Dos de los latinoamericanos corresponden al perfil de purpurado para las periferias: el arzobispo panameño José Luis Lacunza Maestrojuán, que trabaja con pueblos indígenas para protegerlos de intereses mineros, mientras el mexicano Alberto Suárez Inda, vive en un lugar golpeado por la violencia de los cárteles de la droga.
A la ceremonia, que duró unas dos horas, asistieron unos 160 purpurados y delegaciones de todo el mundo, entre ellas de Panamá, presidida por el presidente Juan Carlos Varela, de Tonga, con su rey, Tupu VI, y España, con varios ministros.
2015-02-14