DPA
El pasado 29 de noviembre, la española Ascensión Mendieta cumplió 88 años en un avión rumbo a Buenos Aires. "Mi hija me preguntó un día: ¿quieres ir a ver a la jueza Servini? Y lo le dije que sí", explica a dpa en su casa de Madrid.
Tuvo que recorrer más de 10.000 kilómetros de distancia para reclamar a una magistrada argentina algo que no puede hacer en su país: recuperar los restos de su padre, que yacen en una fosa común desde 1939, cuando fue fusilado por el régimen del dictador Francisco Franco.
Es el mayor deseo de esta anciana de sonrisa amable y ojos brillantes, que espera con ilusión el momento de abrir la fosa común a la que arrojaron a su progenitor, a pocos kilómetros de su casa, apenas unos meses después del final de la guerra civil española, del que el martes se cumplen 75 años.
"Mi padre era una persona buenísima, todo el mundo le quería", asegura. "Dos o tres días después de terminar la guerra se lo llevaron. Y no volví a verle más".
Ascensión tenía entonces 13 años. El único delito de su padre: ser el presidente en su pueblo de UGT, sindicato perseguido durante la guerra por el bando sublevado.
Aquel día, la madre de Ascensión recibió un telegrama de un familiar. Cuando llegó a la prisión donde había sido encarcelado su marido, solo encontró una lata con sus pertenencias y algunas fotografías.
"No pudimos enterrarlo, ni hemos podido llevarle flores durante todos estos años. Hemos pasado muchas fatigas", lamenta ahora la anciana.
Durante décadas, llevó en secreto la muerte de su padre. En plena dictadura, el miedo era más fuerte que el dolor. "Yo siempre calladita. Hasta que Franco no se murió y llegaron (al poder) los socialistas (en 1982), no se lo dije a nadie, aunque me acordaba mucho de mi padre", cuenta.
¿Ni siquiera a sus hijos?. "Ni siquiera a mis hijos, porque temía que hubiera represarias contra ellos si contaban que habían fusilado a su abuelo".
Ahora, su hija Chon, abogada, revisa junto a ella las páginas del sumario del juicio militar de su abuelo, proceso del que ni siquiera la familia tuvo conocimiento entonces.
"Timoteo Mendieta Alcalá. Acusado de un delito de adhesión a la rebelión, perversidad social y daños causados al Estado y a particulares. Le condenamos a la pena de muerte", lee Chon.
"Adhesión a la rebelión… Fíjate qué cosas", murmura Ascensión con la mirada triste.
La sentencia data del 6 de septiembre de 1939, cinco meses después del fin de la contienda. El 17 de noviembre de aquel año, Timoteo Mendieta fue fusilado a los 41 años. Y su cuerpo arrojado a una fosa común en el cementerio de Guadalajara, junto a otros 16 hombres.
Según la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica en España, actualmente hay más de 100.000 cuerpos en fosas comunes por todo el país. Desde el año 2000 se han exhumado unas 300, por parte de voluntarios, colectivos y algunas comunidades autónomas.
Cuando la Audiencia Nacional de España cerró en 2010 la causa abierta por el juez Baltasar Garzón contra los crímenes del franquismo, los familiares de las víctimas miraron al otro lado del Atlántico. Allí, la juez María Servini inició una investigación y, en los últimos meses, decenas de personas han declarado ante ella. Como Ascensión.
"Hemos tenido que ir a Argentina porque en España nadie movía nada", explica la anciana. ¿Siente rabia? "Sí, siento rabia porque el gobierno no hace nada", contesta. ¿Rencor? "Un poco, porque mi padre siempre medió en todos los conflictos y no hizo mal a nadie".
El día que le fusilaron cambió para siempre la vida de esta mujer. "Mi madre se quedó viuda y se vino a Madrid con siete hijos, el más pequeño de un año", cuenta. "Anduvo por los pueblos vendiendo lo que conseguía. La metieron una vez tres meses en la cárcel. Entonces no había trabajo para nadie. ¡Cuántos días no habremos comido!", relata rememorando la dura posguerra española.
Ahora, 75 años después, es una mujer enérgica y vital. Una mujer que pinta sobre tela. Que viaja. Una mujer con un solo deseo: "Ver los huesos de mi padre. Se lo prometí a mi hermana, que falleció el año pasado. Si lo consigo, yo ya puedo morirme tranquila".