AFP
Cuando Hadi Bakkour huyó de Siria en 2014 lo había perdido prácticamente todo, pero la guerra no le pudo quitar una pertenencia que le ha ayudado a tener una nueva vida del otro lado del mundo: su lengua.
Con solo 19 años, Hadi escapó de Alepo por miedo a ser reclutado por el ejército de Bashar al Asad y tuvo que dejar atrás su familia y sus estudios de Economía. Tres años después, este joven de larga melena rizada sonríe a la vida y a sus alumnos de árabe en Rio de Janeiro.
(Buenas noches), escribe Hadi en la pizarra mientras, en perfecto portugués, empieza la clase. En la puerta de al lado, otro refugiado sirio termina su sesión de árabe y en frente un solicitante de asilo venezolano y otro congoleño enseñan español y francés a sus estudiantes brasileños.
"Abraço Cultural" no es una escuela de idiomas común. Todos sus profesores -13 en Rio y 14 en Sao Paulo- son o han sido refugiados y su objetivo va mucho más allá de enseñar lenguas.
Se trata de un proyecto pionero, nacido a raíz del Mundial de Refugiados de 2014, que busca integrar a esas personas dándoles un empleo digno y remunerado, a la vez que permite a los brasileños aprender idiomas con profesores nativos.
"Es una idea genial porque crearon un modo de ayudar a los refugiados sin que uno sienta que está recibiendo ayuda. Ganas dinero para pagar el alquiler y al mismo tiempo haces amigos, recibes el amor, el cariño de las personas. Es realmente un abrazo, como una familia", explica emocionado Hadi a la AFP.
Empezar de cero en un país nuevo, con una cultura y una lengua diferentes, nunca es fácil. Pero menos cuando uno viene huyendo de situaciones traumáticas como persecuciones o guerras.
Chantrel Koko, un congoleño que llegó en 2012 a Brasil y que el año que viene espera obtener finalmente su título de Medicina, fue uno de los primeros profesores de "Abraço Cultural" y cuenta cómo dar clases de francés le ayudó a integrarse al país.
"La llegada no fue fácil (…) y estar en ‘Abraço’ no sólo me ayudó económicamente. Además, en la clase, uno se siente un poco como en casa y, al salir, hablamos portugués y eso me ayuda mucho", explica este joven espigado.