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El teléfono sonó el sábado por la noche. En la violenta zona de guerra que es el suroeste de Siria, con las fuerzas enemigas en camino, los 98 voluntarios de los Cascos Blancos reunieron a sus parejas, hijos y un bolso por persona. En total, 421 personas se encontraron en los dos puntos de reunión desde donde cruzarían hacia la libertad.
Para cuando cruzaron, ya eran 422. Una mujer entró en labores de parto y dio a luz mediante una cesárea de emergencia. Su hijo, Nairouz, llegó al mundo a campo abierto y en la oscuridad de la noche, a poca distancia de la frontera con el territorio israelí de los Altos de Golán.
Fue tan solo uno de los momentos dramáticos en la complicada operación internacional de rescate de los voluntarios sirios que trabajan en áreas ocupadas por la oposición, llevándolos en autobús a través del acérrimo enemigo de su país, Israel, y hacia el renuente oasis de Jordania.
Fue una travesía repleta de suspenso a lo largo de una zona de conflicto para cruzar una de las fronteras más vigiladas del mundo. No fue sino hasta el último minuto que los involucrados tuvieron la certeza de que la operación se llevaría a cabo.
Junto con ellos, se rescataría a cerca de 400 personas más. La mayoría de ellas no llegó a tiempo a los puntos de encuentro al no poder cruzar los caminos que las fuerzas sirias cerraban por un lado y los combatientes del grupo Estado Islámico por el otro.
En total, ejecutar la evacuación tomó cerca de seis horas, de acuerdo a una persona cercana a la operación y quien accedió a discutir los detalles bajo condición de anonimato ante la delicadeza del tema.
La operación fue planeada por Gran Bretaña, Alemania y Canadá, con el respaldo de Israel, Jordania, Estados Unidos y Naciones Unidas. Alcanzó un nivel sin precedentes de acuerdos y coordinación — algo rara vez demostrado entre los diferentes actores internacionales durante los ocho años de guerra en Siria, en donde algunas de las potencias mundiales se han enfrentado entre sí.
El rescate de los asediados Cascos Blancos no estuvo exento de controversia.
Generó preguntas sobre el destino de los otros 3.000 rescatistas del grupo que aún operan en el norte de Siria, que viven junto con más de un millón de civiles desplazados en áreas que aún permanecen bajo control de la oposición y que se prevé sean los próximos objetivos de las fuerzas del gobierno.
Además, el gobierno sirio calificó la evacuación como un “proceso criminal” que “contrabandeó terroristas”, a los que responsabilizó de socavar durante años la seguridad nacional. Un funcionario del ministerio del Exterior de Siria repitió las acusaciones de su gobierno de que los Cascos Blancos montaron y ejecutaron ataques químicos en Damasco para culpar al gobierno.
El grupo de los Cascos Blancos es una organización de voluntarios que desde 2013 se ha dado a la tarea de rescatar sobrevivientes y recuperar cuerpos de las áreas de guerra bajo control opositor, ya sea sacándolos de los escombros de los edificios bombardeados o retirando a las víctimas de los lugares de ataques químicos. Desde que se originó cuenta con el respaldo de Occidente y su labor les valió una nominación al premio Nobel de la Paz. También les generó el odio del gobierno debido a que sus voluntarios ayudaron a documentar las atrocidades de las fuerzas gubernamentales y sus aliados, incluyendo ataques químicos.
En cinco años de operaciones, los más de 3.000 voluntarios han salvado más de 115.000 vidas, de acuerdo a los Cascos Blancos. El grupo ha pagado un alto precio, ya que uno de cada cuatro voluntarios ha muerto o resultado herido.
2018-07-23
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