Nayzai Saavedra
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La esclavitud infantil no es un tema del que se hable o se conozca comúnmente en Venezuela, porque este concepto ha terminado derivándose en explotación infantil y de una forma más común como trabajo infantil, situación que a pesar de estar a la vista suele ser pasada por alto.
En el marco del día Mundial contra la Esclavitud Infantil, celebrado ayer, 16 de abril, queda en manifiesto que si bien no hay evidencia de “esclavitud”, sí la hay -y está a la vista- de una gran cantidad de menores que están laborando en las calles por y sin voluntad propia.
Menos estudiantes. Uno de los indicadores de esta realidad es la deserción escolar, según lo considera el sociólogo y profesor de la Universidad Católica Andrés Bellos (Ucab), Francisco Coello.
“Conversando con personas vinculadas al tema educativo llegamos a la conclusión de que hay muchos jóvenes que están dejando de estudiar y lo están haciendo esencialmente porque sus familias no pueden mantenerlos y porque se necesita que ellos se incorporen para generar ingresos familiares”, comentó Coello agregando que se podría decir que está aumentando el número de niños, niñas y adolescentes que están trabajando cuando deberían estar estudiando.
Cada vez más chamos. Para el observador de la conducta del venezolano a los chamos se les involucra en el mundo laboral -y el de la mendicidad- desde muy pequeños, lo que básicamente consiste en que el niño tenga una autonomía física más o menos optima para poder caminar y hacer algún tipo de esfuerzo.
Además, consideró que el problema empeora aún más porque muchos de los pequeños se que ven trabajando están en situación de calle, sin ninguna familia que los apoye o los supervise, por lo cual terminan involucrados en grupos delictivos -como el caso de “Los Cachorros” en Sabana Grande- o terminan dependiendo de la caridad.
“En la medida que el deterioro material de la vida es mayor, cada vez se tiene a más familias pasando hambre, la necesidad de que todos se incorporen a hacer algo es evidente. Es una dinámica muy particular, se puede ver a chicos que están siendo forzados por sus padres y otros que quieren hacerlo. El niño está viendo que hay carencias en su casa, y al mismo tiempo la propia familia los incorpora”, manifestó.
Medio aceptable. Muchos empiezan a trabajar en lugares controlados, como, por ejemplo, los supermercados. Coello considera que esto es preferible, pues está bajo la presencia de una institución, una empresa que en muchas oportunidades ofrecen apoyos para mantenerlos en el camino académico.
El sociólogo opina que lo ideal sería que el chamo no estuviera en la obligación -a corta edad- de estar buscando trabajo y que se dedicara a estudiar, hacer deporte y a disfrutar de la niñez, pero que hay circunstancias que atentan contra ello.
“Es decir, trabajar en una empresa mientras se es niño es una situación que no es deseable, pero que es infinitamente mejor a los que están abandonados en la calle, mendigando con sus familias o rebuscando en la basura”, consideró apuntando que esto no se puede considerar esclavitud si lo hace bajo su iniciativa.
Ojo avizor. Desde el Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes de Caracas -perteneciente a la alcaldía de Libertador- se indicó que están promoviéndola corresponsabilidad en caso de que se sospeche de alguna situación que menoscabe los derechos de los chamos.
Por un lado consideró que dentro de lo malo, es bueno, que vayan a ver que hacen para ganarse una platica en lugar de estar pensando en conseguirlo de otra forma, no con un ‘vamos a robar’.
Notificó que recientemente hubo adelantos importantes en el Mercado de Coche, se instaló un centro de protección integral comunitario que busca erradicar el tema de los niños que están con sus representantes vendiendo.
Desde su experiencia, los casos que han encontrado en la economía informal pueden tener dos panoramas, los niños y adolescentes que están ayudando a su grupo familiar porque hay una situación de fragilidad en específico o cuando los adultos se aprovechan: “La familia es el primer espacio de desarrollo de ese niño, niña y adolescente, entonces se han visto casos en donde en efecto la mayoría de los padres se aprovechan de que el niño puede dar lastima o la gente sentir ganas de ayudar, detrás de los chamos que trabajan puede haber adultos -que pueden ser familia o no- explotándolos”, indicó un vocero que prefirió no ser identificado.
En la institución municipal han registrado casos de chicos vendiendo productos, pero sobre todo en mercados, caleteando y asistiendo en las ventas, también han registrado que muchos de ellos vienen del estado Miranda, caso de los Valles del Tuy, por lo que terminan refiriéndolos a consejo de protección de su municipio.
Penado. El vocero explicó que hay penalidad en el caso de que haya personas que tienen la intención de explotar o que lo estén haciendo, incluso con fines de explotación sexual.
“Hay una responsabilidad penal, para el que lo fuerce e igualmente para esa persona que contrate el niño que ni siquiera es un contrato legal- sino que simplemente lo agarra como víctima y lo explota, en muchos casos el pago que recibe el niño es mínimo o incluso sin retribución alguna”, dejó en claro.
Señala que se hace una evaluación integral para determinar si se está hablando de explotación o no. “Es importante reflejar el tema de la familia ¿Qué está pasando en la familia? ¿Por qué la familia está tan disfuncional que desprotege al niño? Hay que estar vigilantes y evaluar que está pasando con esa distorsión”, explicó.
En este sentido, el vocero indicó que la opinión del niño es sumamente importante y que cuentan con un equipo multidisciplinario en el consejo de protección, trabajadores sociales y psicólogos que tienen herramientas para poder determinar algunos puntos; si efectivamente está sucediendo como se sospecha o no la explotación, si alguna de las partes está mintiendo o no.
“Lo más joven que hemos encontrado trabajando como tal es entre los 8 y los 12 años, pero no es la mayoría, esto se ve más a partir de los 13 años en adelante”, informó.
Denuncie. Recordó que desde el Consejo de Protección están atentos a que las personas hagan las denuncias pertinentes, en persona, vía telefónica -a través del número 0212.409.8580- o por las redes sociales -@cprotección en Twitter-.
“Contamos afortunadamente con la organización comunitaria porque desde los consejos comunales nos han hecho llegar denuncias, por eso es tan importante la coresponsabilidad, todos somos parte del problema, no solo está en ma-nos del estado”, relató.