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El viacrucis del inmigrante

Martes, 27 de febrero de 2018 a las 08:00 pm
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Redacción 2001 | [email protected]

Aruba, Curazao y Panamá han tratado de poner en claro su relación con la inmigración venezolana.

En las islas vecinas, se recogió el desagrado de sus habitantes ante la llegada de supuestos turistas venezolanos que al cabo de varios días terminaban haciendo oficios menores en las calles.

En trabajo anteriores de 2001 sobre la diáspora en Panamá se dejó en evidencia que la idiosincrasia criolla entraba en conflicto con la local. Ese, uno de los tantos factores que opacaron la relación, terminó en la obligatoriedad de gestionar una visa para entrar a territorio panameño desde finales del año pasado.

Resulta que esa representación criolla en Panamá, termina produciendo un desequilibrio en el mercado laboral y muchas son las quejas de que los recién llegados le quitan el trabajo a los del patio.

El rechazo bien se condensa en el eslogan, “No más Arepas”.

Al sur de la Florida. Con muchas excepciones, la fama de pícaros, dispendiosos, engreídos, groseros, escandalosos y hasta de prepotentes precede a los venezolanos en Miami, uno de los primeros destinos escogidos para la inmigración.

El perfil del sustituto del “Ta’ barato dame dos” se ha colado en los servicios de inmigración que utilizan su discrecionalidad para abordar a los viajeros procedentes de Venezuela, para sondear sus intenciones de visita a los Estados Unidos.

Pero, colocando la situación en blanco y negro, los más afectados del endurecimiento de las políticas de inmigración de Estados Unidos son los sancionados de las administraciones de Obama y Trump que tienen prohibición de poner un pie en los puntos de acceso a su territorio.

Las historias de discriminación de venezolanos también se han hecho presentes en la República Dominicana. Si anteriormente eran los haitianos los que sufrían rechazo, hoy se suman los venezolanos ante las persistentes quejas de quienes sienten la competencia laboral.

En la mitad del mundo. Ecuador representa el tercer destino más atractivo para los venezolanos. Una reciente discriminación de los quienes “se fueron demasiado” indica que el número llegaría a unos 288 mil.

La diáspora de España tiene una singularidad, gran parte de ella la conforman los hijos de aquellos inmigrantes europeos que acobijó Venezuela en la segunda mitad del siglo pasado. Ese “pasaporte de la comunidad” le ha hecho más fácil la vida a los 300 mil venezolanos estimados que se encuentran hoy en “la madre patria”.

Los portadores del pasaporte bolivariano, muchos de ellos en edad estudiantil quedaron discriminados hace bastante tiempo por el Estado venezolano que les negó las remesas a las que se había comprometido.

Caso aparte son los jubilados y pensionados que  también quedaron varados, sin que sus reiteradas denuncias hayan llegado a buen puerto.

Siempre hay una voz que trate de “sudaca” al que hable el mismo idioma, pero con diferente acento, recordando la forma despectiva con la que se dirigían en los ochenta a argentinos, chilenos y uruguayos.

También le complica la existencia al inmigrante las mafias dedicadas a la prostitución, como denunció el pasado martes la agencia EFE, al informar sobre el desmantelamiento de una red de ocho proxenetas que pescaba venezolanas humildes en el país para incorporarlas a su turbio negocio en el norte de Barcelona.

Por más que se imponga la solidaridad universal, que los vecinos más cercanos invoquen principios humanistas o que instituciones de toda naturaleza llamen  a la ayuda desprendida hacia el prójimo, la diáspora venezolana se sale de toda previsión.

Hace justicia de su magnitud, la reciente comparación de la migración venezolana con otros  movimientos similares que en Europa, por ejemplo, son factor  de desajustes de todo tipo.

Hoy día de la discriminación bien vale repasar cuán mal visto, o cuán bienvenido es el venezolano  en esta aventura migratoria que tiene una cifra no oficial, pero si oficiosa: cuatro millones de ciudadanos, según los registros de las Organizaciones No Gubernamentales que monitorean el fenómeno.

Cosas a entender. La primera lección que debe aprender un candidato a inmigrante es que, por extrema que sea la situación que lo obliga a dejar su país, los sitios de destino tienen políticas definidas que deben ser respetadas, aunque no sean comprensibles.

En el contexto de las relaciones internacionales poco o nada vale la recepción generosa del venezolano a la inmigración en diferentes etapas de su historia. No existe una especie de moneda de intercambio que le permita a la diáspora criolla insertarse en otra sociedad, solo con mostrar la calidad humana con la que se acogió a la inmigración europea que huía de la guerra y las crisis económicas, como de los vecinos que se cobijaron de feroces dictaduras militares en Argentina Chile o de los ataques terroristas de Sendero Luminoso en Perú, más aún de la huida de una muerte segura por la acción de la guerrilla, el paramilitarismo y  la inseguridad en Colombia, para citar solo algunos casos.

Peligros. Hay además casos de extrema preocupación ante la precariedad de vida de algunos venezolanos en el exterior que los hace presa de enfermedades, dada la condición disminuida de salud que llevan en su salida del país y la ausencia de seguros que los asistan.

Sin muro. No obstante se puede dar gracias a Dios a nadie se le ha ocurrido proponer levantar un muro para evitar el salto al otro lado de la frontera, si no estaríamos fritos, limitados a una salida cada vez más reducida de vuelos internacionales.

Y queda siempre la ventana de la memoria colectiva que puede interrumpir cualquier acción xenófaba para decir “Epa, recuérdense de…”.

Son diferentes tipos de inmigración los que se mezclan en “la hermana república” en los últimos tiempos.

Los conocedores del tema estiman que unos 550 mil venezolanos se han refugiado allí, huyendo de la crisis económica y el conflicto político.

La primera oleada migratoria llegó cargada de amplios conocimientos del mercado de los hidrocarburos, justo después del paro petrolero del 2002-2003. Fueron 18 mil los empleados despedidos en lo que el economista José Toro Hardy califica de  “la descerebración de Pdvsa”.

Esa experticia foránea, caída del cielo permitió que floreciera la industria petrolera colombiana.

La otra oleada de diferente naturaleza surgió con el arribo de comerciantes y profesionales ligados con Colombia en el desempeño de sus oficios. Son los del inicio de la presidencia de Nicolás Maduro.

Y se aumenta exponencialmente el flujo migratorio tras los disturbios del año pasado que se alimentaron con la frustración de los opositores al régimen.

En esa larga relación han surgido sin embargo hay momentos tensos como el ocurrido hace poco más de un año, cuando el vicepresidente de Colombia, Germán Vargas Lleras, discriminó a los venezolanos radicados en Colombia durante la entrega de viviendas gratuitas en el municipio de Tibú este jueves y aseguró que no se le deben entregar casas a los “venecos (venezolanos) por nada del mundo”.

Otro foco de atención se concentra en el norte de Santander, donde las denuncias sobre explotación de venezolanos contratados a destajo, sin derecho alguno, por parte de comerciantes inescrupulosos.

Las quejas movieron al gobierno del presidente Juan Manuel Santos a acentuar los controles… ¿Resultado? Deportación.

2018-02-28