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La odisea de los venezolanos para arreglar un carro (+Fotos y videos)

Martes, 05 de noviembre de 2019 a las 08:00 pm
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Arreglar un vehículo en Venezuela se antoja como “un imposible”. La nostalgia lo asalta cuando habla de ella.

Detalla, orgulloso, la lista de sus viejas glorias: ella lucía siempre bien pintada; le sustituía los cuatro cauchos cada año; su aire acondicionado funcionaba a plenitud; pudo hasta cambiar su motor, no solo repararlo.

“La tenía ‘full equipo’ hace unos años”, dice, melancólico, Rafael Corona, un venezolano de 60 años, mientras se recuesta a su camioneta, una Malibú del año 1977, de un color azul verdoso.

El vehículo, estacionado esta mañana en una carretera de asfalto en Maracaibo, a 700 kilómetros de Caracas, todavía circula. Le es útil todavía en su trabajo como especialista en equipos de refrigeración.

Pero el inventario de sus fallas se ha hecho extenso.

Su tren delantero está defectuoso. Debe repararle el sector y reemplazar la bomba de gasolina. Le urge, también, eliminar un bote de aceite que tiene desde hace algún tiempo en el llamado “hidromático”.

 

Rafael Corona, de 60 años, dice que puede vender su vieja camioneta por lo mismo que le costó reparar su motor: 500 dólares.

Debió recurrir a sus ahorros hace dos meses para pagar 500 dólares por la reparación de su motor. El monto es, probablemente según calcula, lo que alguien le pagaría por comprar su camioneta entera en el mercado local.

 

Los talleres mecánicos venezolanos atienden cuatro o cinco clientes a la semana, cuando hace unos años brindaban servicios a decenas.

El aprieto financiero que menciona Carlos es una dinámica a dos bandas: la sufren los choferes, también la padecen los proveedores de servicios.

Han cerrado sus puertas al menos 700 de las 790 ventas de repuestos de Zulia, el estado más poblado de Venezuela, de acuerdo con José Velásquez, presidente de la Cámara de Autopartes de la región.

El promedio de cierres es similar en el resto del país, afirma.

Culpa de la crisis del sector al alto costo de la vida; el control oficial de divisas; los problemas para importar piezas; y la especulación de algunos vendedores, lo que él identifica como “el precio a pepa de ojo”.

“Son impagables muchas reparaciones. Ahorita, puede haber repuestos por todos lados, pero la gente no tiene cómo comprarlos”, evalúa.

Las ventas de autopartes se han desplomado en niveles que rozan el 80 por ciento, precisa Velásquez. Son paquidérmicas. Y se evidencian en polvo.