Redacción 2001 | Voz de América
Grecia Solís, tiene 49 años, y tras ser diagnosticada por cáncer de mama debió recaudar dinero entre familiares y amigos para someterse a la operación en una clínica privada. Fue su modo de sortear la falta de insumos en el hospital público de Venezuela.
“Duele no saber si podrás decir ‘soy sobreviviente del cáncer’”, narró recientemente Solís a la Voz de América.
Solís contó que le duele la falta de empatía del gobierno que se niega a reconocer que Venezuela vive la peor crisis humanitaria y que esto ha ocasionado la muerte de muchísimos pacientes oncológicos porque no tienen acceso a la atención médica y a tratamientos gratuitos.
Entre lágrimas, esta mujer relató que tiene hasta diciembre para conseguir 5.000 dólares que le permitan iniciar el tratamiento o estará más propensa a que el cáncer vuelva a aparecer. “La fe en Dios me mantiene de pie”, sostiene.
Su historia y la de otros pacientes en Venezuela son comunes este 19 de octubre, cuando se celebra el Día Mundial de la lucha contra el cáncer de mama. La fecha sirve para promover y generar conciencia a los debidos controles para esta patología.
Cifras del dolor. La escasez de medicinas y el limitado acceso a los tratamientos, se suma al peso y dolor que las pacientes ya llevan encima. Solamente en 2018 enfermaron por cáncer de mama alrededor de 400.700 mujeres en Venezuela, según la Sociedad Anticancerosa de Venezuela (SAV). Sin embargo, desde 2012 el Ministerio de Salud no ofrece cifras oficiales.
El año pasado también la SAV registró 2 mil 300 muertes por este tipo de cáncer, siendo esta una de las principales causas de muerte oncológica de la mujer venezolana. Según la ONG SenosAyuda, en el país se diagnostican entre 17 y 19 mujeres con la enfermedad diariamente. Los tratamientos necesarios para luchar contra el cáncer se hacen cada vez más inaccesibles frente a la profundización de la emergencia humanitaria.
Viviendo por fe. Argelia Díaz, de 58 años, fue diagnosticada en agosto de 2017 por un tumor de ocho centímetros. Recibió seis sesiones de quimioterapia cada 21 días, recorriendo y apelando a la colaboración de personas en el exterior. Logró operarse meses después con ayuda del Estado y de su familia. Para ello su esposo tuvo que vender el carro.
“Mi día a día es visitar varios centros hospitalarios o clínicas privadas a ver dónde nos sale más económicos los estudios que debemos realizarnos”, cuenta. Cuando regresa a casa, cansada de tanto caminar o de estar sometida al estrés del Metro, aunado a sus carencias económicas, se siente deprimida y con la sensación de no tener más fuerzas para seguir luchando por nuestra salud. “Para sobrevivir a esta crisis me aferro a Dios y a su misericordia”.
“A veces me hundo en una profunda tristeza”, dijo Melania Carpio, de 65 años.
Fue diagnosticada en septiembre de 2016. Comenzó el procedimiento de quimioterapia en octubre de ese mismo año y terminó en marzo de 2017. “Tuve que conseguir mis últimas cuatro sesiones en el exterior a unos costos altísimos en dólares”.
La palabra cáncer la estremece. El dolor ha sido una de las consecuencias con las que más le ha tocado lidiar. Aunque ha contado con el apoyo de su familia y se muestra esperanzada, a veces también entra en pánico. “Tengo que ser fuerte. Me da miedo perder esta batalla”, concluye.
2019-10-19
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