La expectación por el nacimiento del primogénito del príncipe Guillermo de Inglaterra y la duquesa Catalina no para de crecer. En la prensa del corazón, los diarios online y las redes sociales no cesan de cocerse noticias sobre el “royal baby”, aunque la mayoría sean verdades a medias y extravagancias.
Así, esta semana se afirmaba en Twitter que Catalina ya había empezado a tener contracciones e incluso estaba ingresada en el hospital, algo que los medios de comunicación habrían pasado por alto. “Royal baby” es una de las búsquedas más repetidas en Google, mientras los asesores de relaciones públicas de la familia real añoran los tiempos en los que aún no existían los medios de comunicación de masas.
Con todo, ya desde el siglo XVII se generaba revuelo en torno al nacimiento de un nuevo heredero, afirma Mary E. Fissell, profesora de historia en la universidad Johns Hopkins de Baltimore (Maryland). “Nuestra fascinación por los famosos no es nueva”, explica a dpa Fissell, que hasta recientemente estuvo como profesora invitada en la universidad de Cambridge.
Así, María de Módena, la segunda esposa del rey Jaime II de Inglaterra, fue víctima de un escándalo mediático allá en el año 1688. Tras varios abortos, se dudaba de su nuevo embarazo, y durante el nacimiento de su hijo, el príncipe Jacobo Francisco Eduardo, en el palacio de St. James, estuvieron presentes supuestamente 42 representantes de la esfera pública. Sin embargo, se cuestionó el derecho del bebé a ascender al trono y en la prensa amarillista se rumoreaba que éste había sido depositado a escondidas en la cama de la parturienta. Jacobo nunca llegó a reinar.
La desconfianza sobre el heredero fue espoleada por lo que hoy se llamaría una mala estrategia de relaciones públicas. Desde la Edad Media, las reinas consortes se retiraban antes y después del parto a unas oscuras habitaciones apartadas, en un mundo al que los hombres no tenían acceso. Las mujeres mantenían la esperanza de dar a luz a un varón, afirma Fissell. Y si pasadas varias semanas la embarazada aparecía sin bebé debido a un aborto,aumentaban la presión y los rumores.
En aquel 1688 el papel de los medios fue clave, señala la experta: era la época en la que aparecieron los primeros diarios, que publicaban todo tipo de escandalosas historias y contribuían de manera notable a la propagación de leyendas. El miedo a que un bebé que no fuera de la realeza pudiera acabar reinando hizo que los nacimientos se llevaran a cabo ante testigos, como ocurrió con el parto de María de Módena.
Hasta mediados del siglo XX, los ministros británico del Interior tenían que presenciar los alumbramientos reales. Así, sir William Joynson-Hicks estuvo presente cuando en 1926 vino al mundo la actual reina Isabel II. Sin embargo, esto ya no sucedió cuando en 1948 nació su hijo, el príncipe Carlos de Gales, padre de Guillermo y Harry.
Ahora, el nacimiento del primogénito de Guillermo y Catalina es casi un acontecimiento público. Probablemente, en la sala de parto sólo acompañen a la duquesa de Cambridge su marido, su madre o su hermana. Nada más nacer el bebé, se ha de informar a la reina y al primer ministro, David Cameron, y sólo después puede darse a conocer la noticia./DPA
Sábado 06/07/13