Redacción 2001
¿Será posible despolarizar mentes? Para Mireya Rodríguez sí, aunque advierte que es un proceso complejo que requiere compromiso y superar paradigmas que sustentan la intolerancia.
Esta venezolana, radicada actualmente en El Salvador es doctora en Economía del Trabajo (Francia), especialista en Desarrollo y Cooperación Técnica (Francia) y posee un posgrado en Negociación (Argentina). Además tuvo una pasantía por la política partidaria, de la cual se alejó para dedicarse de lleno a producir estrategias que permitan la superación de conflictos, así como el diseño de políticas integrales de empoderamiento de grupos de jóvenes y mujeres en Centroamérica.
Parte de su conocimiento lo volcó en el libro “Gobernar el siglo XXI” en el que explora la política desde una perspectiva holística.
Recientemente Rodríguez lanzó una de sus propuestas más ambiciosas: El proyecto “Despolarizar Mentes” (despolarizarmentes.com) en donde aplica todos sus conocimientos y herramientas para enseñar a organizaciones e individualidades a superar este fenómeno que se presenta no solo en Venezuela sino en muchas otras sociedades.
¿Qué se entiende por polarización política?
Podríamos decir que es un fenómeno muy complejo que refleja una situación en la que dos bandos encontrados contraponen públicamente proyectos, estrategias, personalidades y recursos para la conquista del poder político. Esa dinámica genera el llamado“Síndrome DMA”, que significa:
1) Dualismo (polo somos dos bandos y tenemos proyectos excluyentes, donde el gane del otro traerá consecuencias nefastas para su partido y para el país)
2) Maniqueísmo (nosotros somos los buenos que luchamos contra el mal) y
3) Armagedón (habrá una batalla final y triunfaremos).
En el proceso de polarización, cada lado va construyendo sus propios iconos y resignificando los símbolos nacionales en interpretaciones rivales, con el fin de consolidar una identidad dife- renciadora. Como una consecuencia natural de esta polarización y de las campañas electorales que hacen énfasis en ella, se obtienen resultados que reflejan una sociedad escindida políticamente.
Esa visión de que existen dos bloques políticos y sociales enfrentados invisibiliza al gran porcentaje de personas que no votan o que votan nulo o en blanco, lo cual termina por dar una foto incompleta del estado de ánimo de la sociedad.
Desde el punto de vista psicológico, hay un hecho positivo y es que la polarización es un enfrentamiento entre identidades contrapuestas, pero identidades al fin. Es decir, el poder distinguirse de los otros es una condición indispensable que precede al logro de acuerdos compartidos y sostenibles que construyen el camino al desarrollo.
El problema surge cuando la polarización –como paso necesario para construir tu identidad diferenciadora- se instrumentaliza y comienza a darte réditos, a ser explotable para el logro de objetivos individuales o corporativos, por encima del interés nacional. En ese caso, aunque sea duro decirlo, la polarización política se convierte en la estrategia, en la que el poder se reparte como una moneda de cambio y el resentimiento se usa como arma para movilizar a los seguidores.
¿Cómo se alimenta la polarización política hacia dentro de los partidos?
Quienes han estado en partidos políticos por largo tiempo, saben que -de manera voluntaria o involuntaria- la polarización política se traduce en la cooptación de personas, familias y grupos diversos que se amalgaman en torno a un proyecto que contiene una promesa de bienestar individual y colectivo frente a otro proyecto que incomoda, molesta, e incluso, que puede llegar a sentir la necesidad de eliminarlo. Los diversos grados de rechazo van a depender del grado de adoctrinamiento desplegado a través de los diversos mecanismos que tiene cada partido para aglutinar a sus simpatizantes y militantes. En ese proceso interno, cada grupo va construyendo su épica, su identidad y su idea de nación en el espacio de la lucha por el poder. Esta dinámica interna enseña y reproduce una dificultad y, a veces, una incapacidad de reconocer al Otro con sus diferencias. Este rechazo se observa a través del lenguaje, los gestos, el tono y la vehemencia con que cada grupo se expresa, y se imponen como una forma de disciplina que reduce la capacidad de reflexión. Esta dinámica psicológica explica la conversión de las “posiciones” en “verdades”, que se imponen a los demás como “la” verdad.
En ese contexto, quien no se encuentre entre los dos bandos o promueva el acercamiento es rechazado por ambos y visto con desconfianza. Este rechazo y/o desconocimiento del otro es el germen de la intolerancia y del resentimiento, que son los principales obstáculos para lograr las sinergias que construyen el camino al desarrollo. Si analizamos de cerca este comportamiento, veremos que contiene elementos preocupantes, si de lo que se trata es de consolidar el sistema democrático, por el que tanto se ha luchado en nuestras sociedades.
Hoy existen nuevos enfoques, estrategias y metodologías comprobadas para obtener resultados inclusivos, ya que en democracia, pueden perfectamente existir varios proyectos o varias promesas, cada una con sus seguidores, sin excluirse, danzando el baile del respeto a la diversidad, palabra ésta que define por antonomasia al Siglo 21.
Martes, 26/08/2014