Olgalinda Pimentel
Por tercer año consecutivo desde 2017, el venezolano ve alterado su estado emocional. De la rabia desatada por la difuminación del futuro, y que luego pasó a la resignación o burnout (estar quemado por cansancio) en 2018, experimenta en 2019 una emotividad extrema, encendida no solo por agudización de la crisis sino sobre todo por la falta de electricidad y agua. “Estamos ante la aparición de un proceso de desorganización mental, de conducta psicótica, y frente a esto hay que tener respuestas acertivas y una organización para enfrentar el trayecto que falta. Vendrán seguramente próximos embates”, afirma la médico psiquiatra Rebeca Jiménez, especialista en emociones y espiritualidad.
¿Qué significa simbólicamente el agua y la luz para el ser humano
El agua a nivel del inconsciente representa el mundo emocional; cuando un piscoanalista analiza los sueños con agua la primera interpretación está centrada en las emociones. La luz está más asociada a hacia dónde se va, poder transitar con seguridad el camino que podemos ver. La falta de las dos da como resultado una combinación que envuelve toda el estado mental, emocional y espiritual de las personas.
¿Cómo se interpreta el no poder contar con ambos?
Estás a merced de la emocionalidad: cuando no tienes agua pierdes el control de las emociones y si no tienes luz estás paralizado; sabes que tienes que ir por un rumbo pero le tienes miedo al camino, a la ruta, caminas con alto nivel de incertidumbre y no certeza de cada paso que das. Ambos tienen un impacto psicológico y eso es no poder controlar las emociones y caminar con los ojos cerrados. Hay que imaginarse el nivel de tensión, de miedo y de frustración que significa eso.
El Twitter está lleno de testimonios de personas que sufren por esto. Unas dice que no tener ni agua ni luz, “es una receta macabra” ¿Es realmente así?
Más de lo que se cree, porque esto es inducido. Como he dicho en otras oportunidades, nada es casual, esto es una cascada de eventos en los que se ha ido sumergiendo a la población en general a un estado mental determinado. Una cosa es la mente, los pensamientos, la interpretación del mundo alrededor, y otra el impacto emocional que ha significado ese arrinconamiento al que ha estado sometida. El ciudadano dice lo que siente ante esas dos grandes carencias que yo describiría con la frase `nos quitaron lo obvio’, es decir, lo que hacíamos automáticamente, lo que vivíamos automáticamente y que también nos pertenecía y sentíamos parte de nuestra vida automáticamente. ¿Qué hace uno cuando despierta? Prender la luz y luego lavarte la cara. Esto es la ruptura total de la rutina, de las conductas integradas a la cotidianidad del individuo, y al no arrebatárnosla nos quitan la estructura de funcionamiento cotidiano.
Y cuál es la consecuencia?
Que te desorganizan totalmente, te eliminan la estructura.
¿Es esta una tercera fase de desmontaje emocional del venezolano?
Ahora dentro del propio ser destruyen el orden que tenía cada individuo y eso genera un nivel de caos en la conducta. Una recomendación para los pacientes es cuídense. En este momento, un problema de atención porque se te va la luz, el agua, porque estás atormentado con poder comprar los alimentos, porque tienes que bajar y subir hasta un piso 20 del edificio, produce además el impacto físico que es terrible. Esto ha sometido a la gente a un altísimo nivel de incertidumbre. Antes uno planificaba los pasos a seguir desde la mañana cuando salías de casa hasta la noche al llegar; ahora nadie puede decir qué va a pasar después que se baja de la cama.
Habló de caos en la conducta ¿Cómo se expresa esto en la gente sin luz ni agua?
Ansiedad en primer nivel, rabia en segundo nivel, y ambos sentimientos van incrementándose y pueden avanzar hacia una situación de pánico y de agresividad, inclusive dentro de la misma comunidad, grupo familiar o de los trabajos. Donde esté ese ser humano se van quebrantando sus defensas, y puede aumentar su respuesta critica ante un mundo caótico. Pero también puede aislarse. Los tres escenarios debilitan al individuo dentro de la sociedad.
¿Hacia dónde apunta esta situación “inducida”?
A limitar la respuesta del ciudadano a enfocarse en la salida de la crisis. Si en 2018 veíamos desesperanza, ahora vemos que se busca la desorganización. El cerebro, para poder interpretar el mundo y dar una respuesta coherente, necesita tiempo de procesamiento. Cuando una sociedad es sometida a impactos fuertes que la conmocionan, necesita un tiempo de percepción, de elaboración y respuesta ante eso. Si se va la luz y en 10 días se va el agua y en 15 días se ven todas sus consecuencias, es decir, no hay Metro ni bancos, el individuo está cada vez más en situaciones de estrés que debe interpretar y dar respuestas. Pero es como si se fundiera el cerebro, la respuesta comienza a ser inadecuada totalmente, no hay tiempo de elaborar la estrategia para resolver nada y ya no estás desesperanzado sino que estás desorganizado.
¿Puede el ser humano funcionar de manera desorganizada?
Puede llegar inclusive a un elemento psicótico si se somete a la mente a tantos estímulos desagradables y desestabilizadores; puede suceder inclusive que alguno de los miembros de una familia o sociedad vulnerable comience a tener conductas psicóticas y ya no depresivas, porque la misma adrenalina no da tiempo. Claro que puede surgir una depresión por agotamiento, pero lo que evaluamos en la consulta son pacientes desorganizados, paranoides, agresivos, que pueden explotar violentamente inclusive poniendo en riesgo su vida o personas que por esas situaciones se aíslan como mecanismo de defensa para protegerse.
Si llevamos toda esa ocurrencia a la sociedad, ¿ante qué estamos?
Ante una sociedad psicótica, desorganizada, que no puede enfocarse en procesos ordenados para salir del caos para protestar, o que efectivamente pueda generar un plan para ponerle un parao a la situación y decir ya. Esta última palabra es muy importante. No es ya cuando tú sometes a una persona a la necesidad inminente de la resolución del conflicto y luego, por ser este tan complejo, no puede ser ya; eso es contraproducente. Es un ya por desesperación y allí está la trampa.
¿Qué recomienda?
Hay que generar mecanismos de defensa que permitan a lo largo de esta crisis dar respuestas acertivas, coherentes, ordenadas y enfocadas hacia un solo fin. Yo les explico a los pacientes que no es que va a instalarse un país sin luz porque en el mundo no hay ninguno que funcione así; que los cortes de agua forman parte de una dificultad que lleva años en Venezuela pero que ahora se agrava porque está asociada a las fallas del sistema eléctrico. Yo les explico que estas situaciones van a generar crisis, pero que no hay que acostumbrarse. Esto es un asunto de tener una estrategia clara, enfocada, para enfrentar las contigencias; de que uno pueda lograr construir el propio orden externo e interno sabiendo que esto es un proceso que llevará tiempo.
Y es fácil sugerirle eso a un paciente que padece la falta de agua y luz?
El agua y la luz la pondrán intermitentemente porque eso es parte de la incertidumbre que te debilita. Pero no es cuestión de acostumbrarte. Si tú estás enfocada en que esto es una injusticia y que no la mereces, que es inhumano, en vez de sobrevivir, te organizas para enfrentar el trayecto que falta. Debe haber un plan para salir de la crisis y no para acostumbrarse a ella. Mientras esto dure, debemos pensar qué podemos hacer para lograr momentos de tranquilidad y recuperar la paz, sabiendo que la inestabilidad del país te la quita de vez en cuando. Hay que organizarse para enfrentar los próximos embates que seguramente vendrán y reclamar la vida digna que te mereces hasta la última gota de agua.
2019-04-07
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