Ana Carolina Griffin / Reynaldo Mozo / Laura Weffer | [email protected]
En Venezuela hay muy pocas certezas. En uno de los países más violentos del mundo, nadie sabe si llegará vivo a su casa; si conseguirá comida o encontrará el medicamento necesario para sobrevivir. Sin embargo, hay una figura que se mantiene casi inamovible, escondida detrás de escarcha y stilettos con altura de Pirineos: el Miss Venezuela.
Desde 1952, fecha de su creación, este concurso forma parte de la idiosincrasia nacional. Pero detrás del Miss Venezuela hay un mundo oculto para el televidente.
Con lo primero que se encuentran es con el costo de participar en el certamen. Unos 32 mil dólares (según cálculos realizados en abril de 2017) debe invertir una candidata que quiera estar en el cuadro de las chicas que compiten por la corona.
En un país en el que según estimaciones del Fondo Monetario Internacional la inflación excederá 2300% en 2018 y el PIB caerá en 12% este año, la carrera por la corona es el equivalente a 924 salarios mínimos mensuales o 77 años de trabajo.
La cifra por participar podría parecer demasiado alta para una trabajadora clase media, pero no para Osmel Sousa, el zar de la belleza y quien lleva la batuta del concurso a principios de los ochenta. Sousa no tiene complejos en admitir que busca un resultado óptimo.
“Si hay que hacerle a una niña una cirugía en la nariz, se hace. Esto es una industria y como industria debemos apuntar a la perfección. No podemos quedarnos en la mediocridad”, señaló en un documental que hiciera la cadena internacional BBC en 2014.
Ante los altos costos de participación, algunas chicas desisten de participar, otras hacen recolectas y otras apelan a los “santos”: empresarios y funcionarios que se mueven en el mundo de la belleza, siempre prestos a ayudar a cambio de compañía y/o favores sexuales.
La mayoría de las jóvenes que participan en el concurso pasan por el bisturí.
Secreto maquillado. La figura del patrocinante no es una novedad en el certamen. Pero en los últimos cuatro años precisamente cuando se ha profundizado la crisis económica, se fortaleció la figura del patrocinante oculto o la participación del “santo”, un personaje que no busca publicidad, por el contrario, prefiere permanecer bajo las sombras y actúa como un mecenas clandestino.
De acuerdo con las fuentes consultadas, los “santos” no obligan a las muchachas a aceptar estos acuerdos.
Uno de los testimonios obtenidos para este trabajo, pero que prefirió mantener el anonimato, cuenta el mal trago que pasó cuando le tocó rechazar a uno de los pretendientes.
“Maldita, te voy a mandar a matar. Voy a inventar todo lo que sea necesario para destruirte. Maldita, ni se te ocurra salir si no quieres que te desfiguren la cara”, fueron algunas de las advertencias que recibió a través de la vía telefónica y personalmente.
La joven tuvo que abandonar el concurso y el país.
“Existen otros patrocinadores -santos- que ya tienen un trato con esos famosos managers. Cada año les buscan una o más niñas (jóvenes), se las presentan y las envuelven de tal manera que ellas no sientan que se prostituyen”, agrega.
Aclara que en otras situaciones, “Osmel mismo es quien consigue a los patrocinadores más fuertes cuando la candidata es de su agrado”. El tema del financiamiento oculto o el patrocinio de los “santos” dejó de ser un secreto a voces, luego de que la exmiss venezolana y hoy actriz y top-model, Patricia Velásquez, narrara en su autobiografía “Sin Tacones, Sin Reservas” (2014) que había tenido que “prostituirse” para costearse su participación en el certamen Miss Venezuela en el año 1989.
“Muy pronto entendí que para poder pagar los gastos del concurso del Miss Venezuela tendría que usar mis dones con el fin de encontrar un patrocinador. No todo el mundo tenía que ir tan lejos, pero, erradamente, pensé que esa sería mi única posibilidad”, afirma Velásquez.
En mayo de 2017, tres años después de la revelación de Patricia Velásquez, en una sala de teatro de Miami, Estados Unidos, la ex-miss Venezuela 2013, Migbelis Castellanos, vuelve a encender las redes con el tema del mundo oculto del Miss Venezuela con la obra “Todo por una arepa” .
“‘Aquí están tus 7 maletas con la ropa que debes usar durante el certamen’, yo de inmediato pensé ¿Y quién pagó todo eso? porque hasta donde yo sabía la organización solo había aprobado 300 mil bolívares que solo alcanzó para una chaqueta y un pantalón… Acto seguido me dijo: ‘Y esta es una cartera carísima que te mandó un querido amigo mío que te quiere conocer’. Ahí me paralicé… porque de inmediato se me vino a la mente la imagen clarita de que me tocaría cenar con el supuesto fan y así de algún modo agradecerle el regalo. ¡No, que va! ni yo ni mi primera finalista vamos a pagar regalitos de desconocidos”, dijo la exmiss ante su público en Miami.
Las alarmas en la Organización Miss Venezuela se encendieron y Sousa respondió a la acusación de proxeneta que le hacía Castellanos en su obra teatral.
El zar del 90-60-90. Osmel Sousa ha configurado unos cánones de belleza que, para algunos convierten a las aspirantes del Miss Venezuela en un producto. Todo lo que ocurre en el Miss Venezuela pasa por su mirada escrutadora. Todo.
Su historia de lentejuelas y triunfos funcionó muy bien mientras existían los recursos. Pero a partir del 2013, cuando Adriana Cisneros, hija de Gustavo Cisneros, asumió el cargo de CEO del grupo empresarial propietario de la Organización Miss Venezuela (OMV), el zar de la belleza perdió el monopolio que detentaba.
Desde ese entonces, Sousa comparte la elección del jurado con la casa matriz del certamen, Venevisión. Antes era una prerrogativa que le correspondía exclusivamente.
Una de las fuentes explicó que esa decisión obedece a intereses empresariales, pues desde que Jonathan Blum está al frente de Cisneros Media (2013), ha intentado que en el jurado se incluyan figuras del mundo del espectáculo que tienen contratos con Venevisión, como una forma de promocionar el talento de la empresa.
Sin embargo, hay otra versión sobre la pérdida de poder de Sousa y está relacionada justamente con señalamientos que ya apuntaban hacia el manejo del patrocinio oscuro, cuestionamientos que Sousa rechazó en una declaración oficial del 2 de octubre de 2015.
Enganchado con Traki. Una ex candidata del Miss Venezuela, que prefiere mantener el anonimato, describe un incidente que ilustra una situación que le tocó experimentar.
Ella estaba en un almuerzo familiar en un exclusivo restaurante de Caracas y, según su versión, Sousa estaba en una mesa cercana acompañado de otros, entre ellos sus ex asistentes, Ela Ávalos, Harry Levy y el empresario Antonio Chambra junto a su secretario.
“Me les acerqué. Saludé a Osmel y me presentó a los señores que lo acompañaban. Me despedí y me regresé a mi mesa”, explica la joven que a los pocos días mostró sorpresa al recibir un mensaje del asistente de Chambra en el que la invitaban a la oficina de su jefe y se ponían a la orden “para ver en qué nos podemos ayudar”. Ella comentó que agradeció el gesto, pero declinó el ofrecimiento.
Inmediatamente, llamó a Ela Ávalos para reclamarle por haber facilitado sus datos a desconocidos. De acuerdo con su versión, Ávalos le respondió: “tú verás si aprovechas o no las oportunidades. Ya tú eres adulta”. Para este reportaje contactamos a Ávalos, pero no respondió.
Antonio Chambra (53) es un empresario venezolano, presidente de las tiendas por departamento Traki CCB Plus, Ca. Chambra y Sousa son amigos y no lo ocultan. A pesar de que la tienda por departamentos es corte popular, el exquisito hacedor de misses no dudó en hacer alianzas y convertirse en imagen de las mismas.
El poder de la corona. Pero no es Chambra el único amigo poderoso que tiene Sousa. Octavio Maza, presidente suplente del Banco Caroní, también suele tomarse fotos con el zar del Miss Venezuela y aparece relacionado con la ex miss, Valeria Véspoli.
No solo el banquero encontró su media naranja en una pasarela. Hay otros personajes del gobierno venezolano que cayeron rendidos ante las largas piernas de las concursantes.
El exgobernador del estado Nueva Esparta, Carlos Mata Figueroa (60), general y ex ministro de la Defensa durante el gobierno de Hugo Chávez (2010-2012) se casó con Alejandra Margoth Mora (27), una exconcursante de un certamen de belleza regional.
Al expresidente del Banco Central de Venezuela, Nelson Merentes, se le relaciona con una joven la cual estaba en preparación para un concurso internacional de belleza. De acuerdo con medios locales, en otras ocasiones al matemático se le ha visto compartiendo con misses.
El actual presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Maikel Moreno (51), se casó con una exreina de belleza, la Miss Venezuela Mundo 2014, Débora Menicucci (26) y exhiben su romance a través de las redes sociales; al igual que su cercanía con Osmel.
Sousa pasó la víspera de Año Nuevo anterior en compañía de la pareja en el hotel George V de París. Ella comentó en sus redes sociales que él hacía las veces de niñero.
Pero, no sólo representantes del Gobierno han encontrado en algunas misses su media naranja, en la oposición el alcalde del municipio Sucre, Carlos Ocariz, mantiene una relación sentimental con la Miss Venezuela 2002, Mariángel Ruiz.
Igualmente, el diputado por Primero Justicia, Carlos Paparoni, acaba de finalizar un romance con la Miss Vargas 2016, Antonella Massaro, y el concejal por Chacao, Diego Scharifker, también del partido opositor Primero Justicia, contrajo matrimonio con Miss Cojedes 2016, Sarah Dávila, luego de 4 años de noviazgo.
Mientras tanto, la Organización Miss Venezuela trata de sortear la crisis económica que afecta a todas las empresas del país y niega la profundización de eventuales vicios en el certamen, con el propósito fundamental de mantenerse en el imaginario colectivo de los venezolanos y proyectarse en el exterior del país, simplemente, como una mágica fábrica de mujeres 90-60-90.
2017-11-25