Transitus: Tierra de paso, de tránsito, confluencia de culturas y religiones, de intrépidos hombres de la tierra bravía extremeña hispana, que cruzó el Atlántico en siglos en los que la navegación era una odisea de viaje sin retorno, dejando honda huella en lo civil y lo religioso en la tierra americana y filipina.
Las Edades del Hombre, rica experiencia que potencia el papel evangelizador de la cultura y del arte, se hace de nuevo presente, esta vez fuera de Castilla-León para abrirse a otros horizontes.
Plasencia, ciudad placentera como lo indica su nombre ha sido la privilegiada para acoger en sus dos catedrales, la exposición de este año 2022.
Era de transformaciones
Atravesamos un cambio profundo de época y la evocación de Transitus nos pone ante la permanente realidad de cambio, de intercambio, de proyección inesperada, que de manos del arte y de la creatividad de sus promotores nos lleva de la mano, desde la tierra pobre y muchas veces olvidada para descubrirnos que no todo es carencia.
La riqueza de la creatividad humana, máxime cuando es transida por la fe católica que potencia el coraje de sembrar nuevos derroteros, alegra la esperanza trascendente del creeyente confiado en la fuerza del Espíritu.
Me ha encantado en esta ocasión, el hermanamiento de la sencillez y la profundidad del mensaje que a través del arte de todos los tiempos, es expresión de la capacidad humanizante del ser humano para darle sentido a la vida en medio de las penalidades de la cotidianidad.
Cinco capítulos, cinco tránsitos, tiene la presente edición. En el primero, Extremadura fue confluencia de culturas y religiones.
La época romana, visigoda y musulmana precedieron la fundación de la ciudad y diócesis de Plasencia a finales del siglo XII.
Fue espacio de confluencia del cristianismo, judaísmo e islam que convivieron durante siglos en una experiencia única en la historia de la humanidad.
Plasencia es también tierra de trashumancia de los ganados que suben y bajan por la península según las estaciones, fenómeno todavía presente para disfrute de los citadinos ajenos al duro trajinar de los pastores.
Transitus: el humanismo
El segundo capítulo, asume el paso de la edad media a la moderna, en las que las obras que se exponen nos traen la memoria de los reyes católicos, el cardenal Cisneros, Carlos V y Felipe II.
Es el rico humanismo del siglo XVI en el que la nueva visión del hombre y del mundo, dejó su huella en la tierra extremeña. Muy cerca Yuste fue el reposo final del hombre que dominó gran parte del mundo, pues el sol no se ocultaba en sus confines.
Plasencia une en sí ciudad y diócesis.
Santos de renombre
Es el tercer capítulo en el que sobresalen eminentes obispos que consolidaron su estructura, surgieron destacados santos e hicieron que el nombre de la ciudad sintetizara muy bien el fin de una iglesia diocesana: agradar a Dios y servir al hombre.
Bellas pinturas y esculturas permean el paso por las galerías.
El cuarto capítulo aborda el sentido teológico de la palabra tránsito.
Imágenes bíblicas, pila bautismal, obras de grandes artistias de aquellos siglos, restauradas con primor en los talleres de Las Edades del Hombre nos permiten disfrutar del Dios bíblico, comunicado a los hombres desde la creación y llega a su culmen con el envío del Verbo hecho carne.
Escenas de la vida de Jesús desde la Anunciación hasta la última cena engalanan este cuarto tránsito.
Transitus: La histórica reforma
En mi opinión, el quinto capítulo es el mejor logrado por asumir la reforma de la Iglesia en el siglo XVI, en el que centro está en el Concilio de Trento, nos presenta magistralmente la complejidad del problema de la Reforma, sin anatemas, en la búsqueda de la reforma en sus instituciones y conversión de sus miembros, en tránsito permanente hacia la plenitud y belleza del Señor.
Trento representó la respuesta a las tesis protestantes a través de una verdadera reforma en la vida de la Iglesia que marcó los siglos posteriores.
El barroco surge como el estilo que contemplamos en las obras expuestas en este capítulo.
En América Latina
Los capítulos 6 y 7 nos resultan cercanos a los latinoamericanos.
El tránsito del mar, entre dos sueños, la aventura del descubrimiento del nuevo mundo, con Colón y el apoyo de la corona española, secundado por miles de hombres y mujeres de la tierra extremeña que poblaron nuestro suelo americano del que tenemos una simbiosis en nuestra cultura criolla.
La empresa del descubrimiento, conquista y colonización de América, con sus luces y sombras, supuso un verdadero intercambio cultural. Numerosos miembros de estas tierras llevaron y trajeron devociones, imágenes y objetos litúrgicos en ambas orillas del Atlántico.
Más que los guerreros, los hombres y mujeres de a pie, nos dieron la buena noticia de la evangelización de la que tenemos marca indeleble.
Los catecismos en jeroglíficos y las imágenes de santos peninsulares y criollos, testigos del impulso misionero en viaje de ida y vuelta que nos hermana.
Transitus: El colofón
Se cierra la exposición con un epílogo, un llamado a la esperanza, a remar mar adentro, a pasar de lo contemplado en la vida cotidiana, hacia el mundo para la misión y con esperanza hacia el cielo, en la que la imagen de la Asunción de María es la hermosa primicia que invita a caminar hacia ella.
La acogida siempre gozosa y fraterna de sus organizadores, me hace sentir la nostalgia de lo que debemos hacer también nosotros.
Dar a conocer a través de lo que nos han dejado en el tiempo quienes nos han precedido, con el desafío de seguir siendo cocreadores de un mundo más fraterno y pacífico, que se nos escapa de las manos.
El arte es una invitación a asedar nuestro interior para ser más solidarios con los más necesitados. Vale la pena contemplar por internet las imágenes de esta exposición para solazarnos y sentirnos hacedores del bien que a todos nos hermana.
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