En el exclusivo club caraqueño de Altamira, Alexis dice que espera acabar con la "pesadilla Hugo Chávez". En la barriada de Petare, Lourdes promete cumplir la orden del ‘Comandante’ de "no dejar que la burguesía vuelva a mandar". Venezuela va el domingo a elecciones radicalmente partida en dos.
Aunque ser pobre no es necesariamente sinónimo de chavista ni ser rico de opositor, la campaña presidencial que enfrenta al oficialista Nicolás Maduro y el líder de la oposición Henrique Capriles reflejó nuevamente la división política que marcó los 14 años de gobierno de Hugo Chávez, quien murió de cáncer el 5 de marzo.
Sentado frente a la piscina del Altamira Tennis Club, Alexis Chacón, de 74 años, hace a la AFP su radiografía de país: "Veo a Venezuela, con todo ese petróleo, y lo que pasa hoy en día y me desilusiona. Es un pueblo inculto, ignorante. Un pueblo que da tristeza", manifestó.
"Hay dos bandos. El daño más grande que hizo Chávez fue la total separación del país. El trabajo ellos no lo entienden. Si somos burgueses por haber trabajado, entonces soy burgués. Además, con ser rubios, ya somos burgueses", añade su amigo Gary Rottemberg, corredor de bienes raíces en el exterior, de 69 años.
A menos de 10 km, en las colinas de Petare, donde se apilan unas sobre otras las casitas humildes, en su pequeño comercio empapelado de afiches de Chávez y Maduro, Lourdes Pérez se apura a tomar de entre bananos, huevos y bolsas de arroz abigarrados en uno de los estantes, su muñequito del ‘Comandante’ vestido de militar.
"Él nos quitó la venda de los ojos. Los majunches (opositores) quieren pisotear al pobre, al negro. Vamos a votar por Maduro porque la revolución tiene que seguir", dice a la AFP esta mulata de 75 años, quien orgullosamente dice tener 11 hijos "todos chavistas".
Junto a Chacón y Rottemberg, su amiga Guadalupe García, quien heredó de su esposo fallecido una compañía de ingeniería y tiene a un hijo en Nueva York y al otro en Los Angeles, tercia para explicar que "antes había respeto".
"Desde que llegó ese señor (Chávez) nos ha amargado la vida. Yo tengo un apartamento en la playa y ya no puedo ir con tranquilidad. Ir al centro sola me da miedo", afirma García.
Se quejan de que la criminalidad haya convertido a Caracas en la ciudad más violenta de Suramérica y que la economía sea "un desastre". De todo culpan a Chávez.
"¿Tú crees que este rubio puede ir al centro?. No salimos de 5 km2 a la redonda ni para ir al centro. Hay un odio de clases muy fuerte", comenta Rottemberg, quien tiene a sus hijos en Panamá y Estados Unidos "porque aquí no tienen futuro".
"Vivimos en una burbuja: de la casa al club, del club a la oficina", resume Chacón. "Tal cual, si sales con amigos que no son del club, serán de tu mismo nivel", reafirma García.
Los tres son de los que los oficialistas llama "majunches", "burgueses" y "escuálidos". La campaña de Maduro se ha centrado en mostrar una lucha de clases entre un "obrero del pueblo" y “un niño rico”; la de Capriles en señalar al rival como incompetente y en reivindicar la unidad entre todos los venezolanos.
Dueño de una empresa que importa productos químicos para la industria de pinturas, Chacón dice estar bien porque el gobierno "espantó a la competencia" y lo dejaron solo, pero la "pesadilla de Hugo Chávez tiene hundido al país".
Mostrando orgulloso los bigotes negros -rasgo físico más característico de Maduro- que le pintó a un afiche de Capriles colgado en un puente bajo el que corren las aguas sucias que surcan Petare, Victorino Matheus, un chofer de bus de 68 años, afirma que va "con todos los hierros a votar por el bigotudo".
"Ese es el camino, no hay otro. Maduro fue el que nos dejó Chávez y con él vamos a seguir. La burguesía venezolana es de la calaña de Capriles", expresó Matheus, quien carga un pequeño autobús de cartón, usado en la propaganda electoral en referencia al oficio de conductor de bus del candidato oficialista.
"Si gana ‘caprichito’ -como llama Maduro a Capriles- nos jodimos los pobres. Volverá el capitalismo y los burgueses sólo trabajan para ellos. Venezuela siempre ha estado divida entre ricos y pobres", dice Miriam Barreto, de 46 años, junto a un altar levantado al presidente fallecido en una calle de Petare.
Ellos destacan los programas sociales de Chávez. Hace 14 años la pobreza rondaba el 50%, hoy, según cifras de la Cepal, es de 29% de los 29 millones de venezolanos.
Seguidores, e incluso detractores, reconocen a Chávez haber dado visibilidad a los pobres. Los críticos lamentan, sin embargo, que creó una exclusión política.
"Yo no sé este señor de dónde sacó esta gente, con tantos rencores y tanto odio", dice García. "Aquí no hay discriminación”, añade mostrando el entorno del club, en el que se entra tras el pago de miles de bolívares por acción y tras estar en un mural por un mes, sujeto a que uno de los miembros lo rechace.
En Petare, Barreto tampoco ve esa exclusión política: "Hoy estamos más unidos porque somos más los chavistas. Lo que tienen que hacer los opositores es unirse a nosotros".
Más de un centenar de personalidades firmaron el viernes un documento en el que instan al presidente electo a liderar un proceso de reconciliación, bajo la convicción, reza, de que "en este país cabemos todos". /AFP