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Las calles de todo el mundo se han llenado de mascarillas. Cubrirnos la boca y la nariz se ha convertido en una medida sanitaria esencial para prevenir la propagación del coronavirus. Una medida con la que no contaban los algoritmos de reconocimiento facial, acostumbrados a analizar rostros completamente descubiertos. Les toca adaptarse a un mundo embozado. Una tarea compleja porque su precisión depende del entrenamiento al que son sometidos.
De los millones de imágenes que integran su base de datos para identificarnos. Y muy pocos estaban preparados, aunque ya han comenzado a desenvolverse con cierta soltura. “Si en su programación no hay nada con mascarillas, tendrán más deficiencias y serán muy imprecisos”, asegura Ramón López de Mantarás, investigador en el instituto de investigaciones de inteligencia artificial del CSIC.
Herta es una de la infinidad de compañías a las que la emergencia sanitaria le ha cogido a pie cambiado. Lleva más de una década dedicada a la innovación en el reconocimiento facial y, como comentan desde la propia multinacional, ha acelerado el entrenamiento de los algoritmos para identificar a personas con mascarillas. “Poco antes de la explosión de la pandemia, el equipo de investigación estaba desarrollando esta solución. Estamos especializados en entornos multitudinarios, lo que dificulta la programación. Por el momento, los resultados son bastante buenos”, afirman. Un éxito del que están pendientes sus usuarios, entre los que se encuentran la policía, casinos y campos de fútbol.
Mientras que en el mundo occidental la tecnología trabaja a marchas forzadas por adaptarse a las mascarillas, en Asia es una prenda cotidiana. Países como Japón, Corea del Sur y China conviven con los rostros tapados; y el reconocimiento facial lleva ventaja. El ejemplo más elemental sería desbloquear el móvil.
En el caso de Alipay, sus clientes pagan sin necesidad de descubrirse la cara. La app detecta sin problemas la identidad. La startup china SenseTime demostró a principios de marzo que su inteligencia artificial controlaba el acceso de los trabajadores aun cuando iban embozados. Y por sumar un último caso, el machine learning de la nipona NEC también funciona casi sin fisuras; aunque su vicepresidente, Benji Hutchinson, ha advertido que mejorará su entrenamiento ante la generalización de las mascarillas.
“En biometría, las compañías chinas y rusas marcan el liderazgo mundial. Fuera de ahí, destacaría el instituto estadounidense NIST, que valida como tercera parte la fiabilidad, robustez y propósito de estos algoritmos”, comenta Jaume-Palasi. A Europa le queda un camino largo por recorrer para adaptarse a la nueva realidad. En Herta precisan que las librerías públicas de las que nutren a la inteligencia artificial no contienen todas las imágenes que demandan. “Solo con los ojos, la información es escasa. Resulta difícil y arriesgado conseguir un reconocimiento con un porcentaje de confianza elevado”, añaden.
2020-05-12
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