Las poblaciones de todo el mundo están siendo golpeadas por la presencia del nuevo virus COVID-19 que ha puesto en jaque la organización de la sociedad moderna. La necesidad de confinamiento que se está poniendo en marcha en multitud de países como único medio efectivo de frenar el contagio, está suponiendo una dura prueba para todas las personas que ven cómo sus rutinas diarias se ven entorpecidas repentinamente.
Ante la espera de una mejora en los datos de nuevos individuos contagiados y con la real preocupación sobre la crisis económica que se prevé tras la pandemia, lo cierto es que las personas están actualmente viviendo un periodo intermedio de confusión que se plantea casi como un paréntesis entre dos vidas muy distintas. Una de ellas la pasada, la que ya conocíamos y que era nuestra zona de confort de la que nunca pensamos que saldríamos, la otra, la nueva, la misteriosa y desconocida que no sabemos si será mejor o más dura.
En cualquier caso, la potencia cruda de la situación actual está siendo difícil para muchas personas que se sienten solas, perdidas y aisladas en sus propios hogares sin poder salir. El hecho de verse confinados en casa y privados de las actividades que ocupaban antes los días, tendrá consecuencias psicológicas inevitables que, sin embargo, se pueden suavizar.
Consecuencias reales
Es difícil hacer una valoración tan temprana de las consecuencias que este periodo de confinamiento tendrá para las personas que lo sufren, sin embargo, se puede hacer una previsión en función de los datos conocidos. Aunque no podemos apelar a una situación semejante, sí se sabe que en periodos de aislamiento prolongados se suele repetir un patrón de estrés, actitud irritable, nerviosismo, mido, ansiedad o confusión que hace mucho más difícil enfrentarse con calma a esta etapa.
En no pocos casos, estos síntomas se ven seguidos por dificultad para conciliar el sueño, fases de insomnio grave o pérdida de concentración. De esto derivarán sin duda en problemas para lograr la productividad laboral y para llevar a cabo tareas sencillas con la consiguiente sensación de depresión.
Enfrentar la situación con la razón como arma
Los primeros días de confinamiento pueden llegar a ser divertidos o emocionantes debido a la novedad de la situación y la incertidumbre de lo que supondrá en nuestras vidas. La seguridad de encontrarnos en el hogar hace que enfrentemos la innovación como algo sencillo, sin embargo, rápidamente se empieza a quedar pequeño el espacio que tenemos disponible y se echan en falta el aire fresco y la luz natural.
Tomar conciencia de la necesidad de establecer rutinas y de seguir conservando ciertas obligaciones será una de las principales armas contra el malestar provocado por el confinamiento. Los expertos recomiendan asearse y vestirse como lo hacemos para salir a la calle, mantener el espacio ordenado y limpio y no olvidarnos de ventilar la casa cada día aprovechando para asomarnos a la ventana, disfrutar del balcón o pasar el mayor tiempo posible en la terraza aquellos afortunados que cuenten con ella.