AFP
Los ancianos afganos lo buscan para aliviar las articulaciones o perfumar el arroz. En un local pequeño, arrullados por los pasos del camello, miran cómo el aceite de sésamo cae en un bidón de plástico.
En el norte de Afganistán es un comercio controlado principalmente por los turcomanos y cuyo origen se desconoce. Las semillas de sésamo no se exprimen a mano sino que lo hace el camello, dando vueltas alrededor de un mecanismo que activa la almazara.
Dos camellos se relevan cada dos horas para girar en círculos en un espacio minúsculo con una albarda a lomos que mueve el dispositivo. En los ojos llevan anteojeras.
Chowri Amini, de 45 años, retomó el comercio de su padre y su hijo de 12 años se prepara para el relevo. En el mercado local compra el sésamo cultivado en la rica provincia de Balj entre el trigo, el hachís y la adormidera (de donde se extrae el opio).
Con un sésamo de buena calidad, un kilo de semillas da para medio litro de aceite.
"Somos unos 35 productores en Mazar i Sharif, todos turcomanos, nos conocemos", afirma el hombre de mejillas redondas y pómulos prominentes. "Somos honrados, esa es la clave del negocio", afirma. "Nunca hemos parado durante la guerra".
Chowri Amini también trabaja con el sésamo de los granjeros que le llevan su producción. Cobra 100 afganis (1,5 dólares) por "ser", unidad equivalente a siete kilos.
Los residuos se usan como combustible para el hogar.
– Camellos musculosos –
Este comercio modesto le aporta 20.000 afganis por mes (300 dólares), menos que la adormidera pero más que el salario de un soldado y lo suficiente para mantener a sus cinco hijos.
En esta gran arteria de Mazar i Sharif, las tiendas como la suya se suceden.
Cada dos horas su empleado Alokozai vierte 11 kilos de semillas en la almazara y agarra las bridas para guiar al camello. Alokozai nunca pensó en dedicarse a otra cosa, responde, sorprendido por la pregunta.
Cada camello da cinco vueltas de dos horas en un día. A este ritmo aguantan unos 18 meses y después Chowri Amini los vende. Saca "beneficio" porque los animales están musculosos.
Cada año se producen alrededor de 300.000 litros de aceite de forma artesanal en la provincia de Balj, cuya capital es Mazar. Unos 50 productores viven de esta actividad.
Alrededor de 300 agricultores producen sésamo que prefieren vender en el mercado regional por un beneficio ligeramente superior, 120 afganis el kilo (1,70 dólares) contra 90 en el bazar de Mazar (1,30 dólares), explica el director de cultivos en el departamento de Agricultura, Zabihulá Zubin.
2018-03-27