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Las diez cosas más molestas de las conferencias

Viernes, 18 de julio de 2014 a las 07:30 pm
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BBC Mundo

1. El más pesado al principio: Hay una cruel ley de la física que dice que la persona más aburrida y presuntuosa en la sala es siempre la primera en usar el micrófono. Han cultivado el arte de hablar sin hacer pausas, así que es imposible interrumpirlas. Pueden usar oraciones tan largas que durante sus intervenciones parece que han tomado de rehenes a los presentes.

2. Servicio expreso de discursos de poderosos: Una apertura clásica de conferencia es encargada a un subsecretario o viceministro. Así se deja sentir el ronroneo del poder y la presencia de una limusina ministerial saliendo de un hotel. Sólo que sería más como un servicio expreso del mundo de las conferencias, pues entran y salen pasando en ellas el tiempo más corto posible. No hay chance para preguntas -principalmente porque el personaje no sabe nada del asunto- y él o ella salen más rápido que una bala.

3. ¿Se me ve muy grande el ego?: Hay algo en el mundo de las conferencias que hace que la gente piense que puede alardear sin ninguna de las habituales restricciones sociales. Hablan de sí mismos, se echan flores a sí mismos, se inflan a sí mismos. Su enorme ego se incha como un globo de aire que aplasta a los demás en la sala y ni siquiera se da cuenta.

4. El tipo de las redes sociales: Esta desafortunada criatura, exhibida sobre el escenario de la conferencia, debe decir cosas como: "Twitter está completamente loco con esta conferencia". No lo está, son sólo un par de hackers de relaciones públicas fingiendo interés y usando un hashtag estúpido. Y lo más cruel es que a veces les toca vestirse de manera que muestre cuán divertidos son los que se ocupan de las redes sociales, de manera que usan cosas como chalecos brillantes o de esos anteojos irritantes.

5. Actos novedosos: ¿Cuántas veces hemos visto a alguien apuntando a una diapositiva que dice alguna necedad como "El futuro es ágil"? Lo dejan a uno sin ganas de nada, por lo que los organizadores de conferencias se inventan toda clase de trucos para mantenernos interesados. Hace poco, una de esas firmas llegó hasta a contratar actores para que pretendieran pelearse durante una conferencia sólo para que los asistentes tuvieran algo de qué hablar.

6. Los que escriben en sus laptops: Observe a la audiencia en la siguiente conferencia y verá a jóvenes tecleando furiosamente durante todos los discursos. No son reporteros ni blogueros. Pero parecen estar tomando notas de todo lo que se dice. Parece un extraño servicio de transcripción… ¿qué estarán haciendo?

7. Institucionalización del hotel: Si el seminario, reunión o conferencia es en otro sitio, uno se queda en un hotel. Y los síntomas se empiezan a notar: empieza esa dependencia antinatural a las galletas gratuitas de la habitación del hotel y una profunda ansiedad de que no las reemplacen. Uno se prueba las pantuflas de tela de toalla y no deja de pensar en el momento en el que pueda abalanzarse en el bufé.

8. ¿Por qué nadie puede hacer una pregunta apropiada?: Hay expertos en un panel, pero nunca hay nadie que desafíe sus ideas. Los que se levantan a hablar, no hacen más que mencionar a su compañía o el título de su último libro. Es posicionamiento de producto intelectual. Son menos discretos que los tipos con vallas sandwich que promueven ventas de artículos de golf.

9. Si parece no tener sentido, puede que no lo tenga: Un sitio web creado por estudiantes de ciencia en Estados Unidos ha estado ofreciendo un generador de documentos de investigación al azar, que además registra cuántos de los documentos que genera -estudios improbables llenos de tecnicismos y jerigonza- han sido aceptados en conferencias. Un ejemplo del tipo de temas que fueron aceptados se titulaba "Cómo aprovechar la tolerancia a fallos bizantinos utilizando la teoría clásica".

10. PowerPoint – cementerio digital de la comedia: Y finalmente, siempre queda la última diapositiva, el gracioso que pone fin a la presentación, el que dice "No soy simplemente un científico viejo y rancio, también sé pasarla bien con los demás". Está la foto de un gato disfrazado de superhéroe o una caricatura sacada de Google que no se puede leer. Para el público, es tan chistoso como la peste negra, pero nadie los desanima.

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