EFE
Apartamentos más pequeños que una cárcel o espacios para dormir que se asemejan más a un ataúd que una habitación se perfilan como las nuevas alternativas de acceso a una vivienda en Hong Kong, en la cima de las ciudades con el suelo residencial más caro del mundo.
A mediados del pasado mes de octubre, el promotor inmobiliario Emperor International Holdings registraba en el departamento de Construcción de Hong Kong su último proyecto: la reconversión de un edificio comercial de 21 pisos en un inmueble residencial con apartamentos de 5,7 metros cuadrados de tamaño por unidad.
Cada apartamento, más pequeño que el área asignada a un recluta en una cárcel en Hong Kong, contará con cocina y cuarto de baño. En total, 64 casas de este calibre que se prevén construir en un acomodado barrio residencial y que vuelve a romper otro récord inmobiliario de la isla, el de la vivienda más diminuta del mercado.
La tendencia de esta ciudad, con barrios que ostentan récords de ser los más poblados del mundo y otros con el precio del suelo más caro del globo, transcurre ahora a través de fórmulas para seguir congestionando el espacio urbano rascando centímetro a centímetro.
Y es que el precio de la vivienda en Hong Kong ha vuelto a enderezar su línea ascendente después de una leve curva en el mercado a comienzos de año que daba falsas esperanzas a un mercado que no muestra signos de ser castigado, con miles de compradores dispuestos a intercambiar sus ahorros y salarios por ladrillo.
Según las cifras oficiales del Gobierno de Hong Kong, cerca de 288.300 personas están a la espera de poder acceder a una vivienda pública en la excolonia británica.
"Llevamos siete meses en casa de mis suegros, donde también vive mi cuñado, después de que nuestro alquiler pasara de los 1.500 dólares a los 1.900 en un año", dice a Efe Annie Yuan, una comercial que tras cinco años viviendo con su marido e hijo tuvo que volver a la casa familiar de 70 metros cuadrados.
La opción de los mini pisos se presenta ahora como última oferta asequible para los salarios de clase media que ofrecer el mercado.
Así, se prevé que en los próximos tres años salgan a la venta hasta 5.000 inmuebles de estas dimensiones, triplicando la oferta de la última década, y parece que ya funcionan: en septiembre, un comprador pagó 502 millones de dólares por un apartamento de 15,2 metros cuadrados en un lujoso edificio.
Pero dentro de esa nube negra inmobiliaria que está deteriorando alarmantemente la calidad de vida de Hong Kong también surgen propuestas.
El Consejo de Servicios Sociales de Hong Kong, que representa a unas 400 organizaciones no gubernamentales sobre bienestar social, está estudiando la posibilidad de convertir contenedores de transporte de mercancías en viviendas temporales.
Basándose en una idea ahora en uso en Holanda, la alternativa china propone utilizar pasos subterráneos y aparcamientos abandonados para ubicar estos cubículos de 20 metros cuadrados equipándolos con su propio cuarto de baño, cocina, aire acondicionado y ventanas.
Cada unidad tardaría en construirse unos nueve meses y tendría un coste de 25.000 dólares.
Con menos propósito social pero sí como opción para esquivar el alto precio del suelo, el empresario chino Sandy Wong ha puesto en alquiler por su parte 51 camas cápsulas distribuidas en seis apartamentos por toda la ciudad.
Se trata de una alternativa de alojamiento, inspirada en los hoteles cápsula que se originaron en Japón, que ofrece al inquilino el acceso a un cubículo que asemeja la forma de un ataúd espacial, de un tamaño de dos metros de largo por uno de alto.
Por un precio mensual que oscila entre los 360 y 490 dólares, el inquilino puede disfrutar de una cama de 90 centímetros de ancho, aire acondicionado, luz y acceso a internet de forma independiente, además de compartir con el resto de los inquilinos una deteriorada cocina, baño y zona común.
"La demanda está yendo bien, el índice de ocupación suele ser alto, en su mayoría son jóvenes solteros que buscan privacidad pero no pueden pagarse un apartamento individual", indica a Efe este empresario, originario de la ciudad sureña china de Guangzhou.
Tras apenas tres meses en el negocio, Wong ya habla de inminentes beneficios y aspiraciones para ampliar el proyecto a nuevas áreas de la inasequible ciudad.