Benedicto XVI fue un protector, no un reformista. Intervino en las crisis de su Iglesia, pero dejó muchas tareas pendientes. Al próximo papa le esperan viejos problemas y deberá reaccionar a las necesidades de reforma y las crisis de fe.
El Miércoles de Ceniza, el propio Joseph Ratzinger señaló el camino que debería seguir su sucesor. Así, condenó los "pecados contra la unidad de la Iglesa y las divisiones en su seno". Otra de las peticiones reiteradas una y otra vez por el pontífice alemán es "superar los individualismos y rivalidades".
Pero la Iglesia, con sus 1.200 millones de creyentes, no necesita únicamente una reforma de la curia romana. Los católicos tienen necesidades distintas en cada continente, y el nuevo papa debería conciliar todas ellas.
"Las instituciones eclesiásticas deben apoyar la acción evangelizadora y no frenarla", apuntael influyente cardenal franciscano sudafricano Wilfried Fox Napier. "La curia ofrece a menudo más una imagen de arribismo que de servicio a los creyentes", agrega Napier, que está a favor de una fuerte renovación espiritual.
Tras el escándalo "Vatileaks" de 2012, rodeado de intrigas y luchas de poder, Roma necesita una nueva era.
Algunos de los reclamos "europeos" al próximo papa son el logro de avances en el ecumenismo, la relajación de la moral sexual, conseguir un mayor papel de la mujer en la Iglesia y abordar la cuestión del celibato de los sacerdotes.
Sin embargo, en Latinoamérica, donde la creencia católica es mayor que en otras regiones del mundo, la Iglesia debe ofrecer además respuesta a problemas como el tráfico de drogas, la violencia o la pobreza. Y Río de Janeiro podría ser uno de los primeros destinos del nuevo pontífice, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará del 23 al 28 de julio.
Entretanto, los católicos de África esperan apoyo por parte del nuevo papa, en lugar de silencio. Sus problemas son muchos, entre ellos la lucha contra el sida, el hambre o el "colonialismo" económico. Y el odio islamista y las agresiones contra los cristianos de este continente se unen a la persecución de esta religión a nivel mundial. "Antes los cristianos vivían en paz con los musulmanes en Nigeria, Mali o Kenia. Pero ahora se encuentran en un estado de guerra religioso, lleno de miedo", analizaba recientemente el diario italiano "La Stampa".
Benedicto XVI visitó en varias ocasiones África y Cercano Oriente, sobre todo para fortalecer la fe de los cristianos amenazados y llevarlos a quedarse, sobre todo en Tierra Santa.
Por su parte, Asia no sólo es de una importancia capital estos años a nivel económico, sino también para la iglesia. Ratzinger no viajó a Asia y durante su pontificado hubo varias desavenencias con la cúpula de Pekín, que controla férreamente las religiones. Sólo un pequeño porcentaje de la población asiática es cristiana, aunque en la región vive la mayor parte de la población mundial, lo que supone un reto para la Iglesia católica. Así, un nuevo papa asiático sería una extraordinaria señal en ese sentido.
Algunas de las barreras que puede encontrarse la Iglesia en el futuro son la crisis de fe en Occidente, los efectos del escándalo de abusos sexuales y el comportamiento aún no esclarecido respecto a la ultraconservadora Hermandad de San Pío X.
Parte del futuro estará determinado por el continente del que proceda el próximo pontífice y de su nivel de conservadurismo. Con su retirada, Benedicto XVI ya modernizó ligeramente el cargo. Quizás su sucesor sea más joven y pueda abordar las reformas necesarias con un mayor dinamismo./DPA